El primer largo empieza con una inclinación suave de unos 55 grados promedio. El segundo llega a unos 60 y no se puede proteger mucho dadas las condiciones de la nieve y el hielo; sólo se pueden hacer reuniones en una banda de rocas a la derecha y con cierta inestabilidad. Al llegar a la segunda reunión y encontrarme con Gerard decidimos seguir en ensamble hasta una gran roca que se veía más arriba. Aún pensábamos que la ruta no tenía más de 300 metros de desnivel hasta la cima y el mal tiempo comenzaba a amenazar una vez más.

En el ensamble me tocaba a mí ir de primero ya que nos intercalamos la punta, fueron dos largos y un poco más hasta llegar a la gran roca, tuvimos que pasar un tramo de hielo de unos 10 metros con 80 grados de inclinación donde pude meter un par de tornillos. Por las condiciones de la nieve en la rampa superior por debajo de la roca, sólo pude meter una estaca hasta la reunión 3. Gerard comenzó a remontar la pared por una línea que corría por una arista bastante clara y lógica. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que la perspectiva nos había engañado y que serían más de los cuatro largos previstos.

Para el quinto largo las condiciones de la nieve se ponían cada vez peor. Al llegar a la reunión tuve que enterrar dos estacas perpendicularmente a la pared para asegurar. Es una de esas situaciones en que no quieres probar la solidez del anclaje. Cuando llegó mi compañero le comenté las condiciones y al ver la situación no había mucho para donde hacerse y comenzó el largo seis. Salir de la pared era lo más seguro y parecía que ahora sí llegaríamos al final de la ruta.

Cuál fue mi sorpresa al ver que no sólo no habíamos salido sino que faltaba un tramo más. Gerard se había ganado todo mi respeto por haber escalado todo ese largo de 85 grados de inclinación en una nieve muy blanda donde no pudo poner ningún seguro. En la reunión había tenido que enterrar sus dos piolets para hacer una reunión “sólida”. Me comentó que estábamos encima de una rimaya vertical y que no perdiera tiempo y siguiera de largo. Así lo hice y comencé el largo siete algo nervioso: había que subir sin desplomar la rimaya y cruzar a la derecha lo antes posible a un hielo más sólido.

Crucé y en cuanto entró en buen hielo el tornillo a la mitad del largo, los dos gritamos de alegría. La ruta estaba prácticamente abierta. Hicimos reunión 7 y 15 metros más arriba, Gerard completaba la pared llegando a una arista muy ancha flanqueada con rocas donde sólo quedaba subir 20 metros más en una gran laja de roca que era la cima de nuestro ansiado primer ascenso mundial.

Un gran abrazo y llamadas desde el teléfono satelital a casa. Una gran águila sobre voló la cima y decidimos nombrar esta cima la “Aguja del águila”, la ruta se llamaría “Zoolander” y la catalogamos MD.

Las banderas salieron finalmente de la mochila y conseguimos en “tiempo extra” nuestra primera ascensión mundial. ¡Lo habíamos logrado!