Silvia Ramírez
Luego de dos meses de expedición, un tanque de oxígeno de tres kilos y medio a la espalda y varios ayudantes de la localidad denominados sherpas, Alejandro Ochoa consiguió la cumbre del Everest el 16 de mayo en punto de las 10:00 horas. Una experiencia que jamás olvidará.
Así concluyó la labor de subir ocho mil 848 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, la emoción fue mayor cuando al encumbrar ya loe speraba un reportero del canal de televisión “Discovery”, junto con camarógrafo, le acercó el micrófono para captar sus primeras impresiones de la hazaña.
“Yo no sabía qué decir, mi mente estaba bloqueada, éramos más de 100 personas ahí, en la punta del Everest, la montaña más alta del mundo. La vista impreionante pero sobre todo el gran número de sherpas, que superaba en mucho a los alpinistas”.
A sus 27 años, Alejandro siente que consiguió uno de sus más grandes sueños de toda la vida, pero como no se dedica al alpinismo, no tiene planes para repetir la aventura.
“Si busco ascender será en otro sitio, en un lugar de verdad inhóspito, donde la soledad sea mi única compañera.”.
Para el joven arquitecto, el Everest es un sitio muy comercializado, donde cada expedición está formada por un pelotón de sherpas en la que se pierde el gusto de los desconocido.
“Al pisar la nieve, sé que un ayudante ya lo ha hecho, ellos se encargan de colocar las escaleras para cruzar de una pared a otra, cuando caminamnos, ya están listas unas cuerdas para sostenernos, todo está calculado”.
De esta manera, Alejandro habla sin pelos en la lengua su aventura en el Everest, donde montañistas como Carlos Carsolio o Ricardo Torres Nava se jactaron de haber encumbrado el Everest. ¿Cuál sería su manera de alcanzar su objetivo, con o sin ayuda?
Diario de México
Junio 8 de 2004