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Montañismo y Exploración
LA RUTA DE LOS CONQUISTADORES

La Ruta de los Conquistadores es una competencia de bicicleta de montaña de alrededor de 360 kms, con un desnivel acumulado de más de 8,000 mts., y una duración de tres días, durante los cuales se atraviesa todo Costa Rica, partiendo del Océano Pacífico y llegando al Mar Caribe. Se siguen los pasos de los conquistadores españoles que siglos antes recorrieron ese trayecto, de ahí su nombre. La Ruta está considerada como uno de los eventos atléticos más difíciles del mundo.







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Sonó la sirena y arrancamos. A subir se ha dicho, por pavimento, con mucho calor. A mi cuerpo �esta vez sí� le costó mucho trabajo agarrar ritmo. Además, no me había informado adecuadamente de cuánto duraría la subida, por lo que no atinaba a escoger un paso que me permitiera administrarme adecuadamente. Salimos del pavimento y entramos a caminos de terracería que subían la mayor parte del tiempo. Repentinamente, después de haber cruzado un río, volví a montar y el asiento hizo un ruido muy raro: el tubo que lo unía al poste se había roto.
¡Vaya contrariedad! Por mi cabeza volaron muchas ideas: ¿Cuánto faltará para el siguiente puesto de control? ¿Estarán ahí los del servicio? ¿Tendrán un asiento de repuesto? ¿Si no lo tienen podrán reparar el mío? ¿Y si le compro a algún lugareño su asiento? ¿Aguantará el asiento hasta el siguiente puesto? ¿Llegaré a tiempo? ¡Qué problema!
Karen y Kevin estaban cerca y Kevin, un experto mecánico en opinión de Karen, muy amablemente se ofreció a tratar de arreglar mi asiento. Se lo agradecí muchísimo, pero le dije que prefería esperar a llegar al puesto de control o a que mi asiento tronara definitivamente. Me apenaba mucho la idea de retrasarlos. Así es que continuamos trepando por caminos de piedra que a mí se me hicieron interminables, preocupada como estaba de que mi asiento no resistiera y tronara en cualquier momento.
Gracias a Dios el asiento aguantó, y llegando al check-point me apresuré a pedir ayudar a los chicos del servicio mecánico. No tenían un asiento de repuesto, pero lograron arreglar el mío. Les di las más encarecidas gracias y continué mi camino.
Recuerdo vagamente que el trayecto entre ese puesto de control y el siguiente consistió en columpios y varias subidas de terracería y piedra suelta muy empinadas. Lo que sí recuerdo muy claramente es que al llegar el juez me dijo que tenía tres horas para llegar al siguiente check-point, que faltaban 40 kms. y que podía lograrlo, pero tenía que echarle muchas ganas.
¡A darle! Afortunadamente hubo un muy buen tramo de bajada en pavimento que me ayudó a ganar terreno. Comenzó a caer una lluvia bastante fuerte que bajó considerablemente la temperatura. Ya no pensaba en comer, en beber, en si estaba cansada o no. Sólo había una idea en mi mente: pedalear lo más rápido posible, no detenerme, concentrarme y luchar hasta el final. No sabía si llegaría o no, pero iba a intentarlo con toda la fuerza de mi cuerpo y de mi corazón.
Y lo logré. Llegué a las dos horas y cinco minutos. Esta vez me quedaban dos horas para llegar al último puesto de control, a veinte kilómetros de distancia. El tiempo sonaba sobrado, pero caí en la cuenta de que todavía me faltaba el tramo de los caminos de piedra y de las infames vías. Ni hablar, comí algo a toda prisa y salí en pos de esa parte.
Vinieron primero cinco kilómetros de pavimento plano, una delicia que lamentablemente terminó demasiado pronto, y en su lugar comenzaron los caminos de piedra, flanqueados por platanares, largos como la Cuaresma, interminables. Un par de cruces de puentes del tren, en donde los lugareños ofrecían su ayuda, misma que los organizadores nos habían recomendado que rechazáramos. El año pasado en esa zona se robaron una bicicleta.

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