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Montañismo y Exploración
El Mar de Cortés desde un kayak

Nos hicimos a la mar rumbo a Isla Danzante. Para muchos este es el primer día que reman y la formación de la flotilla está bien definida: un kayak a la punta, otro a la retaguardia y uno a cada flanco. Kayaks individuales y dobles con cientos de kilos en agua, alimentos y equipo, para doce días íbamos metidos en una especie de rombo que avanzaba simultáneamente.







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LUZ EN LA NOCHE

Un surco de luz. Verde. Azul. Aparece y desaparece. Aún no ha amanecido pero la luz nos rodea. Está oscuro. Muy oscuro, salvo por las estrellas de invierno. El remo metido en el agua la incendia de esos colores. Y aunque no vemos ningún kayak, la estela de cada uno está ahí, dibujada conforme se desplaza. Luz en el agua.


La consigna había sido terminante: no producir ruido de ningún tipo. Todos vamos remando en silencio y los ojos escapan hacia la luz del mar, que se encienden y apagan cuando el remo toca el mar y sigue brillando cuando sale del agua, con puntos de bioluminiscencia. Todos estamos tan impresionados que preferimos estar callados, remar en silencio absoluto. Ni siquiera tenemos una formación definida, como los días anteriores. La luz nos guía y no debemos perder al kayak de Pancho, que va de líder.



Sergio había procurado tomar una foto la noche anterior, pero esa luz es escurridiza para las cámaras. Lo suficientemente intensa para los ojos pero nada más. La luz la habíamos comenzado a ver en Isla Carmen, cuando platicábamos por la noche. Alguien vio una ola y dijo que tenía una cresta espumosa porque se veía de noche. Pero no era espumosa sino la gran cantidad de vida que producía una línea de luz cuando chocaba con tierra.


Rolando había sido el primero en aventar piedrecillas y entonces veíamos los destellos. Pronto varios estábamos lanzando puñados de grava. Luces que saltaban y nosotros en la playa, como niños que jugaban a tener más. Ahora remábamos en nuestro día de descanso, el día que podríamos levantarnos un poco más tarde y no a las cinco.


Nos detenemos. Estamos en agua muy tranquila y esperamos el amanecer. Callados. Las nubes se tiñen de rojo. Silencio. Sólo el agua que golpea los kayaks suavemente. Mañana llegaremos a tierra firme y nuestra experiencia habrá terminado. Pero, estoy seguro, nadie había imaginado una despedida como ésta, viendo llegar al sol después de ver luz en la oscuridad.


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