COSTEAU EN LA CUMBRE DE RÍO, 1992
20 diciembre 2004
La sobrepoblación humana es cada vez más desproporcionada. Jacques Yves Cousteau planteó en la Cumbre de Río, el 5 de junio de 1992, un panorama en donde se descubre que el mar no es la solución a la sobrepoblación y que se tienen que tomar medidas más drásticas.
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Un estimativo aproximado de lo que costarÃa un plan eficiente para proporcionar agua potable a todos e implementar la promoción social de la mujer y una seguridad decente para la vejez, sumarÃa unos 400 mil millones de dólares por año o, en otras palabras, cerca de un tercio del presupuesto militar global sumado. En un mundo de deudas, déficits y conflictos armados, tal plan, sin lugar a dudas parece utópìco. Pero la cuenta regresiva ha comenzado y las generaciones futuras no nos perdonarÃan por haberles estropeado deliberadamente su última oportunidad.
La capacidad de nuestro planeta para sostener la vida Â?en otras palabras, la habitabilidad de la TierraÂ? es extremadamente difÃcil de precisar. Las necesidades temporales o hasta las simples tentaciones tienen, desafortunadamente, mucha influencia en el comportamiento de los seres humanos que el interés por la preservación de su patrimonio.
AsÃ, las naciones en desarrollo donde actualmente lo único que se desarrolla es la población, reclaman que el principal problema es la equitativa distribución de los recursos y no la sobrepoblación o la protección ambiental, mientras que muchos ecologistas de naciones más favorecidas se rasgan las vestiduras cuando los pobladores de Asia o Ã?frica deforestan para sobrevivir. Este malentendido entre los paÃses pobres y ricos se está volviendo agrio y podrÃa degenerar en violencia.
En las naciones del sur, el siglo XX ha generalizado la pobreza y el hambre, mientras que en el norte y el oeste ha generado confusión: confusión entre la instrucción y la educación, el placer y el gozo, el dinero y la moral, la tradición y la innovación, los riesgos individuales y los riesgos impuestos sobre otros, hasta sobre los que aún no han nacido. Las universidades se han convertido en agencias de empleo; la libre empresa está llevando a desigualdades escandalosas; el reino del Becerro de Oro, a cuya ley nos sometemos, está dándole los toques finales al asesinato a la moral, sin la cual ninguna sociedad, hasta el momento ha podido funcionar.
A estudiantes se les incita a despreciar la tradición en aras de la innovación, mientras que es la tradición la que ofrece el campo más fértil para la creatividad. De esta confusión, de esta falta de disciplina interna emerge la Â?Sociedad YoÂ? cuyo lema es: Â?Todos tienen derecho a todo, incluyendo lo superfluo, inmediatamenteÂ?. En Ã?frica me conmovió ver a niñas pequeñas corriendo 10 kilómetros para traer un balde pequeño de agua potable en vez de estar estudiando en la escuela. En la AmazonÃa, intrigado por una cantidad de niños que correteaban alrededor de mi maleta, le pregunté al señor de la casa cuántos hijos tenÃa y me respondió: Â?yo perdà la cuenta, mi esposa con seguridad podrá contestarleÂ?.
Una mirada de estos jóvenes es suficiente para agitar una rebelión. Paremos este genocidio de acción lenta. Dejemos de pensar sólo en nosotros y de razonar sólo a corto plazo. Aseguremos para los niños venideros los mismos derechos que han sido declarados para sus padres. Estamos viviendo en una interminable sucesión de absurdos impuestos por la lógica miope del pensamiento a corto plazo: la gran explosión de la población, el divorcio norte-sur, los cambios climáticos de toda clase, la eliminación de miles de especies, la nueva dictadura del materialismo.
Todos estos males se deben curar urgentemente y la única medicina es el recurso de la utopÃa. En un notable discurso en el Ateneo Véneto el 6 de abril de 1990, Federico Mayor, Director General de la UNESCO, dijo: Â?Desde el Renacimiento, uno ha aseverado con frecuencia que las utopÃas de hoy son las realidades del mañanaÂ? la utopÃa es la necesidad de sobrepasar y quebrar las barreras del orden establecido.Â?
Yo deseo que esta Conferencia de RÃo, las cabezas de Estado y sus delegados se den cuenta de la urgencia de tomar decisiones drásticas y no convencionales. Ustedes tienen una extraordinaria oportunidad para cambiar el curso del mundo, pero solamente si deciden enfrentar los enormes problemas con soluciones radicales. Las personas del mundo están esperando ansiosas una nueva luz. Esa es nuestra responsabilidad, puesto que tenemos en nuestras manos el futuro de las exigentes generaciones del mañana.
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