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Montañismo y Exploración
Aquella magia perdida
8 junio 2004

Narra Alex Ochoa que el encanto del Everest ya no lo es debido a la basura, los grupos de montañistas que saturan el lugar, la contratación de sherpas y el pago por subir







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Aurora Serrano González


Alejandro Ochoa ascendió los ocho mil 848 metros y cada paso venció sus temores, sus arrogancias. Se sentía más humilde al conocer sus debilidades, pero algo encontró en el Everest que le dejó un sentimiento de tristeza.


Algo como conquistar a la diosa de la blanca nieve y sentirla escapar, como prepararse para llegar al fin del mundo y encontrar una procesión. Como despertar llorando de un sueño que nació a sus catorce años.


—Me gusta más lo inhóspito, la soledad de una casa de campaña, la necesidad de preparar mis propios alimentos. Llegar a la cima del mundo es una experiencia increíble y, sin embargo, la comercialización y el turismo le han restado valor técnico que es lo que busca el montañista.


Ochoa Reyes, hermano y representante de la mejor golfista mexicana, Lorena Ochoa, ha pasado más de quince días el proceso de valoración de su ascenso a la montaña más alta del mundo. Y encuentra gran valía en el reto personal, físico y mental.


“Hay tres aspectos que se deben vigilar constantemente: respirar bien, hidratarse y no cometer errores”, dice con su dicción perfecta el arquitexto de 27 años que se emocionó mucho más en sus ascensos al Aconcagua y al Cho Oyu, aunque ambas cumbres son inferiores, en altitud, al Sagarmatha, como le dicen en Nepal o al Chomolungma, según se conoce en la antigua zona del Tíbet, hoy China.


El 16 de mayo del presente año, Alejandro Ochoa pisó el techo del mundo.


Pero, también lo hicieron cincuenta o sesenta personas.


En la temporada, el Ministerio de Nepal expidió cerca de 120 diplomas de ascenso.


Las estadísticas podrían dañar la motivación, aunque es cierto que uno entre 120, aún es privilegio.


Cuenta Alejandro:


—Aún no he digerido en su totalidad el ascenso, ahora veo imágenes que no recordaba y me vuelvo a emocionar. Cuando llegas al Everest te quedas como atarantado por el esfuerzo y ya luego te das cuenta que no pistaste nieve nueva, que llegamos como en procesión, porque éramos muchos.


En el ámbito de los mejores montañistas del mundo ya se había hablado de que el Everest había perdido su magia.


El encanto de las nieves eternas ya no era más debido a la basura que dejan las numerosas expediciones, a los grupos de montañistas que hacen de guías turísticos para llevar a la cima a quienes tengan dinero para costear el viaje, el permiso del ministerio nepalí, provisiones para sesenta días y la contratación de sherpas.


Alejandro Ochoa vivs su propio Everest, a pesar de que debió usar oxígeno, contrario a lo planeado. “Ni siquiera preparé comida ni un solo campamento base, eso lo hacían los sherpas y hay que darles el crédito que se merecen”.


Los tanques de oxígeno pesan, en promedio, cuatro kilos. Alejandro Ochoa cargaba uno y su acompañante tres, además de alimentos y provisiones de primeros auxilios. Los sherpas también instalan, vigilan y reparan las escaleras metálicas para que sus clientes recorran el trayecto.


—La delicia de pisar el lugar más alto del mundo nadie la quita. También es grandioso cuando valoras el ascenso, pero ya de regreso base o a casa. Todo es maravilloso y, sin embargo, no pienso regresar ahí. Me gustan los retos, lo inhóspito, la soledad, tener el control de mis acciones.


El ascenso de Ochoa tuvo mayor repercusión porque justo el 16 de mayo, su hermana Lorena ganó su primer torneo de la temporada. Era un compromiso que habían hecho los hermanos de origen tapatío y lo cumplieron.


El Independiente

Junio 8 de 2004





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