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Montañismo y Exploración
Voces de los conquistadores del Everest
29 mayo 2003

Pedro Díaz G. El Universal Jueves 29 de mayo de 2003 El Everest es una y a la vez muchas montañas; tantas como seres humanos sean capaces de ascenderlas. Porque cada uno vive su propia cima y el orgullo se …







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Pedro Díaz G.

El Universal

Jueves 29 de mayo de 2003


El Everest es una y a la vez muchas montañas; tantas como seres humanos sean capaces de ascenderlas. Porque cada uno vive su propia cima y el orgullo se siente diferente en cada historia. Son voces, algunas, de quienes han conquistado el techo del mundo.


Carlos Carsolio: “Yo subí al Everest sin tanques de oxígeno en el otoño de 1989, y fui el primer latinoamericano en hacerlo. Una temporada muy difícil; la mayoría lo hace en primavera, que es cuando se avanza casi sin nieve; en el otoño hay mucha nieve profunda que te llega arriba de la rodilla. El esfuerzo fue muy grande, pero quedé muy satisfecho. Fue un día muy bonito. El Everest fue una experiencia que la gocé mucho. Ahí nada más logramos la cumbre seis personas; la montaña no estaba saturada como acostumbra estar en Primavera. Es una montaña preciosa. Cierto: tuve escaladas más duras que la del Everets, pero el ascenso al gigante rocoso me dio a conocer y fue un escalón mercadológico, que me permitió conseguir patrocinios para otras aventuras en el Ártico, la Patagonia y el Himalaya”.


Ricardo Torres Nava: “Las nubes se fueron quedando abajo y hacia lo alto del cielo estaba admirablemente despejado. Miré a uno de mis sherpas, Phu Dorje, llegar a la cumbre y quitarse la mochila. Yo estaba a dos metros de él y mientras esperaba la llegada de Ang Danu, quien se hallaba muy cerca, saqué mi cámara y tomé a mis dos compañeros. Cuando Ang Danu estuvo a mi lado, le cedí el paso, en memoria y homenaje a lo que Edmund Hillary hizo con el sherpa Tenzing Norgay. Le dije: `Adelante, es tu país, tú vas primero...` Momentos después, emocionado, rompí a llorar. Con gran alegría me di cuenta de que era la primera ascensión de un mexicano.


Alfonso de la Parra: “Al caminar por sus largas pendientes congeladas, escalando y sobreponiéndote a cada instante de riesgo, observas cómo, a lo lejos, puede verse un hombre. Es apenas un pequeño punto en este universo de hielo y colores que se entremezclan al amanecer. Piensas: aquel pequeño punto a la distancia, tan pequeño, tan insignificante, puede, con sólo apretar un botón, acabar no sólo con esta hermosa cordillera, sino con todo el planeta. En eso pensaba”.


Andrés Delgado: “Lo que recuerdo con más gusto, por lo que significó para mí en esta carrera del alpinismo, fue el probarme en la soledad, en el silencio. La temporada de primavera tiene como punto culminante, día ideal por tradición para atacar la cumbre, el diez de mayo. Pero esta vez fue distinto. Día diez, mal clima. Día once... doce... trece, mal clima. Se nos acababa el tiempo. Llegó el 22 y decidí un ataque. Nada. Sabíamos que si el intento no se realizaba antes de 26 ó 27 la expedición fracasaría. Porque los permisos vencen el 30 de mayo y necesitas de cuando menos dos días para bajar. Pero todo ese tiempo, sólo a la espera del instante en que la montaña te permita que asciendas, fue sensacional.


Héctor Ponce de León: “Cuando estás casi por llegar, vas sólo pensando en el siguiente paso, o en el siguiente golpe del piolet; no en la cumbre. Pero a 8 mil 800 metros superas una banda de roca y al salir ves la cima, lo más alto del Everest por encima de ti, y los 50 y 60 metros que restan son una pendiente de nieve sin más dificultad. Este momento es muy intenso, mágico. Ver la cumbre. Detenerte y decir: `Ya nada me lo quita; estos últimos 60 metros me los voy a regalar. Pasearme, voltear a todas partes. Disfrutarlo`. Esos instantes, creo, son más bellos que la misma cumbre. Y sabes que ahí está pero retrasas, aminoras el paso; vas paladeando, volteando, a la derecha el Cho Oyu, a la izquierda el Lothse.... Y tú, entre las montañas más grandes del mundo.


Yuri Contreras: “La cima fue un instante de una incredulidad indescriptible. ¡Iba a pisar la parte más alta del planeta! Y por un lugar que, había leído, era muy complicado: la cara norte. Por ese lado en el que se intentó el Everest las primeras veces, por donde pasó Mallory, Irvin y tantos otros escaladores que se convierten en tus ídolos... Y yo ahí. Me acordé mucho de mi padre, que murió en 1992, y a quien debo el gusto por escalar montañas. `Aquí estamos`, le dije. `Llegamos`.


Hugo Rodríguez: “La montaña es como un catalizador que te ayuda a entender de manera más pronta el significado de la vida. Es impresionante cada paso que das cuando vas a llegar. Cuando sabes que vas a llegar. Primero viene el sentimiento físico: ya estoy aquí. El cansancio es evidente y ver la cumbre es un alivio. El descenso es reto que vas posponiendo. Pero la sensación de satisfacción cuando llegas, el orgullo cuando sacas la bandera de tu país. El sentimiento de agradecimiento con la gente que te tuvo confianza... Eso y pensar todo lo que hubo antes crea un estado de ánimo simplemente excelso, en el que te rasgas las venas y sientes cómo se te contrae el alma. Y el ver ese panorama en el que a tu alrededor ves picos y picos y picos muy abajo del lugar en donde estás. Y las nubes también casi como si estuvieras viendo la alfombra de tu casa, es algo sublime. Para no olvidarse jamás”.


El Everest, realidad exclusiva de unos cuantos.





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