MITOS DESTRUIDOS
1979 es el año que marca la nueva época del montañismo universitario: es el tiempo de derribar mitos, algo que venía haciendo de tiempo atrás, pero esta vez en grandes dimensiones.
En el mes de mayo, Carlos Rangel dirige un grupo que asciende durante cuatro días por la cañada La Providencia, en la Sierra de San Pedro Mártir, y se coloca debajo de la gran pared de más de mil metros que habían visto en 1977 y que entonces les ocasionara grandes problemas técnicos durante el descenso. Entonces le llama El Escudo. Después de varios días de estudiarla, deciden realizar un ascenso por una vía natural, pero sólo llegan a 260 metros de altura porque la pared se torna muy difícil y escalarla les llevaría varios días. El problema principal: el agua. Sin embargo, representa el primer intento de escalada seria a esa gran pared.
En junio se realiza una expedición al monte McKinley, el más alto de América del Norte. La expedición fue planeada durante meses y cuidada en todos sus detalles, pues de resultar un éxito, la siguiente expedición sería al Himalaya, la gran cordillera que representa el sueño de los montañistas mexicanos.
En septiembre, Eduardo Mosqueda, Carlos Rangel y Mauricio López escalan la ruta Salathé Wall, en El Capitán. La pared había sido escalada por la ruta Triple Directa en 1971 por tres escaladores del Club Exploraciones de México con la técnica que prevalecía entonces y que implicaba que si un paso no podía ser superado en escalada libre, se haría en artificial. La mentalidad "natural" de entonces hacía que la preparación de los escaladores fuese más ardua.
Durante ocho años, los mejores escaladores mexicanos llegaron a la pared e intentaron el ascenso de la Salathé, pero fracasaron hasta llegar a hacer circular el rumor de que esa pared "no era para mexicanos". Además, la Salathé era la ruta, pues se trata de la más clásica y, por lo tanto, la más ambicionada por los escaladores. El ascenso fue realizado con nueces, stoppers y clavos (para las secciones artificiales) en seis días.
Una semana después, Mosqueda y Rangel realizarían también el primer ascenso mexicano al Gran Trono Blanco, por la ruta Volkswagen, en Baja California.
Con estos eventos, los universitarios se dedicaron a romper tabúes y mitos que sólo limitan al hombre y no lo dejan alcanzar aquello que realmente puede tocar. Así, el Grupo de Espeleología deja de lado el puro descenso de cavernas famosas y se dedica a explorar en busca de otras nuevas para hacer realmente espeleología (esto es: el auténtico estudio de las cavernas), con levantamiento topográfico de cada caverna y algunos estudios más sobre ella.
Con estas expediciones, la Asociación de Montañismo de la UNAM estaba a la altura de las mejores organizaciones alpinas del mundo tanto en eventos como en mentalidad. Estaba entonces en condiciones de dar el paso más ambicioso de todos: la primera expedición mexicana al Himalaya.
Pero había un punto que no había quedado claro hasta el momento: ¿se trataba de alpinismo, de montañismo o de andinismo? Como consecuencia de los continuos debates sobre este tema, el montañismo universitario pasa a denominarse Asociación de Montañismo y Exploración.