PRIMERAS EXPEDICIONES AL EXTRANJERO
En mayo de 1975, María Dolores Noria, Felipe Muñoz y Manuel Casanova viajaron en auto, tranporte local y avión a Ecuador para ascender el Chimborazo y el Cotopaxi. Aunque nunca se le dio la suficiente promoción a esta expedición por ser prácticamente personal y porque entonces no se pensaba mucho en la publicidad de las expediciones, esta primera salida al extranjero marca el inicio de una trayectoria que se haría más sólida en el futuro.
Después de la valiosa experiencia de la Zona del Silencio, en mayo de 1977 se realizó una exploración importante en la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California. Veintisiete universitarios (entre ellos Manuel Casanova, jefe, Carlos Rangel, subjefe, Carlos Lazcano y Enrique Miranda) recorrieron el Cañón del Diablo, ascendieron a la parte norte de la montaña sin llegar a la cima y cruzaron la cordillera bajando por el Cañón La Providencia, hasta el desierto.
El año anterior (1976) , mientras se formaba la Escuela de Montañismo, seis miembros del GEU (entre ellos Manuel Casanova y Carlos Rangel) habían entrado por este cañón mientras trataban de llegar a la cumbre, pero después de superar la primera serie de cascadas, decidieron ascender al Cerro La Providencia para reconocer la sierra. Desde ahí vieron por primera vez la imponente pared noroeste de más de mil metros de altura que terminaba en la cima de la cordillera. Luego de escalar el cerro, decidieron regresar, pues las dificultades se presentaban mayores más adelante y no tenían tiempo suficiente.
El ascenso de 1977 tomó sólo dos días, pero el descenso les tomó cuatro debido a las múltiples dificultades que presenta la montaña y en gran parte fueron resueltas gracias a la experiencia obtenida en el Cañón la Providencia en 1976. Este evento sentó las bases de lo que la Asociación de Montañismo sería en el futuro, pues se creó tal ambiente de camaradería y cooperación que el último día en la sierra ninguno de los integrantes, por muy cansados que estuviera, podían dormir de pensar que ya no estarían ahí.
En julio se realizó la primera expedición internacional. El objetivo fue la Cordillera de las Rocallosas, en Canadá. Las tres montañas ascendidas (Montes Victoria, Scheaffer y Lefroy) fueron un claro ejemplo de lo que el montañismo universitario podía hacer con estudiantes que tenían una preparación. Esto rompió finalmente las reticencias de parte de las autoridades deportivas de la Universidad, quienes comenzaron a confiar plenamente en el montañismo que se practicaba por los universitarios.
Ese mismo año (1977), las asperezas entre la Asociación y el GEU se limaron por completo, puesto que quienes estaban participando activamente en la Asociación habían sido (y seguían siendo) miembros de aquel. Pese a ello, el GEU prefirió permanecer como un grupo independiente, pues si bien el sistema de cursos de montaña operaba a mayor escala con buenos resultados, quienes ya tenían experiencia y querían hacer sus propias expediciones no querían perder tiempo tomando o impartiendo cursos.
A principios de 1977, Alejandrina Pérez Caesar y Lorenzo García imparten el primer curso de espeleología en la UNAM con un objetivo claro y muy preciso: descender al Sótano de las Golondrinas, para entonces es considerado uno de los retos más importantes en esta especialidad, y formar un grupo de espeleología dentro del montañismo universitario.
Hacia fines de ese año, Eduardo Mosqueda presenta a Manuel Casanova un proyecto para organizar y dirigir un grupo de escalada en roca y es aprobado como instructor de esa especialidad en la Escuela. Eduardo sería el principal promotor de la escalada con una nueva mentalidad: la escalada natural y con nuevos y ambiciosos objetivos.
En 1978, se realizan tres diferentes expediciones. La primera es la más notable, pues en poco tiempo Eduardo Mosqueda logró aglutinar a los escaladores de la Escuela y formar un buen grupo que se dirigió a Baja California con el entonces novedoso equipo de nueces, stoppers y la mentalidad de la escalada natural, para realizar el primer ascenso al Gran Trono Blanco. Eduardo y Mauricio López realizan el ascenso durante tres tramos de la pared y vivaquean, pero por la noche cae una tormenta que los hace desistir de la escalada y bajan. Sin embargo el plantearse ascensos a paredes de grandes dimensiones es una novedad en la mentalidad de los escaladores universitarios, que se plantean el aprendizaje de la técnica específica de Gran Pared.
La segunda expedición es al Sótano de las Golondrinas, en San Luis Potosí. Asisten más de treinta universitarios y con ello se da inicio a la época de la espeleología moderna en la Universidad. Entre ellos asiste una muchacha de aspecto frágil pero con una energía impresionante: Isabel Vivián, quien se convertiría en la primera mujer mexicana en descender al Sótano en una época en que la espeleología en México estaba naciendo. Eusebio Hernández escaló la zona llamada Las Peinetas, dentro del mismo sótano. Quien dirige la expedición es Alejandrina Pérez. Esta experiencia sería definitiva para muchos de los participantes, quienes se constituyeron en los participantes y promotores de la espeleología.
La tercera expedición fue al Nevado Salcantay, en Perú, una montaña compleja y hermosa que lograría cambiar la mentalidad de los montañistas universitarios para emprender nuevos retos en el futuro. El Salcantay representaba un cambio completo del panorama mental: ya nos e trataba de ascender montañas en un estilo convencional, pues su complejidad exigían una buena y metódica organización. Además del Salcantay, también se ascendió al Choyunco.
Es con estas tres expediciones que el montañismo universitario estaba preparado para dar el gran salto.