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Montañismo y Exploración
Viento en contra

Ahora teníamos viento en contra y el pronóstico de un norte para el domingo. ¿Un norte en mayo? Eso nos habían dicho en la pescadería. No creíamos en tanta fidelidad del pronóstico pero lo cierto era que el viento de entonces era contrario y que hacía que gotas de agua saltaran continuamente y nos rociaran la cara.







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Día de navegación 20. Jueves 16 de mayo, 2002


Algo nuevo había aparecido en la navegación: a un lado de la costa, corría la carretera y veíamos camiones, autobuses y autos pasar a una velocidad vertiginosa mientras nosotros avanzábamos poco a poco, palada a palada a lo largo de esa línea interminable que no parecía acabar. Ya no había la diversidad del manglar o lo que yo había dado en llamar "el mar que no es mar" porque su nivel es bajo y la cantidad de vida que hay allí es enorme, al grado que más parecía una laguna que un mar. El paisaje ahora era tremendamente monótono porque a las colinas que habían sucedido a Campeche no seguía más que la carretera y sus ruidos. Además, comenzó a soplar viento en contra que, aunque ligero, nos impedía avanzar a la velocidad de siempre. Poco a poco, conforme avanzábamos hacia el sur, los vientos iban cambiando y aprendíamos de ellos. Era muy diferente la brisa fuerte de Progreso a la de Campeche, que había que aprovechar a cada minuto, por ligera que fuese.


Ahora teníamos viento en contra y el pronóstico de un norte para el domingo. ¿Un norte en mayo? Eso nos habían dicho en la pescadería. No creíamos en tanta fidelidad del pronóstico pero lo cierto era que el viento de entonces era contrario y que hacía que gotas de agua saltaran continuamente y nos rociaran la cara. Eso no tenía inconveniente alguno, por supuesto, de no ser porque las gotitas se evaporaban y sólo quedaba en su lugar la sal. Así, después de mucho rato, las caras estaban blancuzcas y nos ardían un tanto, pero menos que el cansancio. Ese día fue...




















...una remada muy pesada y monótona, no tanto como el siguiente tramo pero como ya se resiente el cansancio de un mes pues cuesta mas, los músculos te duelen, hay contracturas musculares y demás, pero lo bueno es que la gente nos anima mucho porque como venimos desde Cancún pues lo reconocen y nos ayudan. Llegando a Champotón no encontramos donde dormir así que a lo lejos se veía una casa abandonada, y en su estacionamiento sin prender luces ni nada nos quedamos a dormir y sin hacer mucho ruido para que nadie se diera cuenta porque había rumores de que era zona de robos por la droga y todo eso.


En esa costa escaseaban mucho las colonias de patos o pelícanos que se estaban parados a la orilla esperando que alguien emprendiera el vuelo y fuera al mar a comer. Y detrás de los pelícanos, las gaviotas que tratan de robarle su pesca. Pero casi nada de aves y ni siquiera los peces que saltaban de un lado para el otro, evitando el "depredador" que ellos creían que éramos, nos evitaban con saltos de hasta cinco metros.


Al llegar a Champotón, vimos el río en el cual Cortés se había abastecido de agua dulce. Era una tentación entrar y nadar un rato en agua dulce... una auténtica tentación que yo quería recibir en todo el cuerpo. Alex vio entrar por ahí una lancha de pescadores y dijo: "Estarás de acuerdo en que si pedimos un aventón hasta dentro y luego de regreso es no hacer trampa, ¿verdad?" Reí. Yo estaba cansado y él tenía flojera de remar más.







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