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Montañismo y Exploración
Un Norte más

El viento había ido creciendo en intensidad y recordamos el pronóstico de norte para el domingo. Pregunté a uno de los meseros si eso era un norte. "No, el norte sopla de esta dirección", y señaló efectivamente al norte.







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Día de navegación 22. Sábado 18 y domingo 19 de mayo de 2002


Un día pesado, con la brisa siempre soplando. Eso no era común. Al atardecer llegamos a Sabancuy o, mejor dicho, a las afueras de Sabancuy, pues el pueblo está dentro de un canal que va hacia la Laguna de Términos y no teníamos muchas ganas de remar más de la cuenta. Hicimos nuestro "real" en las afueras de un restaurante, lejos de la gente, porque era sábado y se habían ido a la playa a refrescarse. Teníamos mucha hambre y después de comer nos dimos a descansar.


El viento había ido creciendo en inten-sidad y recordamos el pronóstico de norte para el domingo. Pregunté a uno de los meseros si eso era un norte. "No, el norte sopla de esta dirección", y señaló efectivamente al nor-te. Pero por la noche el viento cambió de dirección y comenzó a llover. Era algo parecido al norte, con viento fuerte. Nos habíamos prácticamente parapetado tras el restaurante y no teníamos más inconvenientes que los gatos por la noche.


El día siguiente fue largo. Un día propicio para pensar en todo y esperar a que el "norte" se calmara. Alex fue a correr mientras yo me reponía de mi espalda, que seguía muy dolorida, y ponía al día mi bitácora, pues no siempre había tenido tiempo de escribir la cantidad de notas y sucesos que tenía en mente. El día pasó y me nos preguntábamos cuántos días tendríamos que estar en tierra esperando que amainara. Afortunadamente, por la tarde, el viento aminoró y pensamos partir al día siguiente.




















El personal del restaurante ya nos había visto por dos días ahí y había hecho las preguntas lógicas de todo mundo, así que sabía qué hacíamos ahí y lo que pretendíamos pero, ¿partir con ese oleaje y en esos "cayucos" tan pequeños? Claro que todos decían que estaban muy bonitos, pero en algo tan bajito uno podía ahogarse fácilmente. Siempre nos costó trabajo explicar que eran más seguros que las enormes lanchas de pescadores que todos están acostumbrados a ver salir al mar.


Al día siguiente, nos vieron prepararnos y emprenderla contra las olas que, una tras otra, teníamos que atravesar para llegar a la parte más calmada. Debía ser impresionante para ellos vernos desaparecer tras una ola y luego subir hasta la cresta de otra para volver a bajar. Finalmente, dejaron de vernos.







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