Tras casi 20 dÃas de estar en la pared y en el campamento base hemos regresado a Huaraz a disfrutar de la civilización, y con buenas noticias: todos hemos conseguido ascender a la cima de la Esfinge.
Los primeros en conseguirla fuimos Zian, Marisol y yo, por la ruta llamada
Riddle of the Cordillera Blanca, abierta por dos estadounidenses en el año 2000, con 19 largos que recorren 750 metros de pared vertical de dificultad 5.10+ A3. Esta ruta al parecer no tenÃa repetición, y pues se veÃa bastante atractiva asà es que decidimos subirla.
Los primeros largos empiezan por la ruta normal, que es la más fácil y la más frecuentada. Luego, a partir del tercer largo, se desvÃa hacia la derecha. El primer dÃa consistió en fijar los primeros cuatro largos. Sin ninguna dificultad logramos fijarlos y además subimos 12 litros de agua que dejamos allà para un ataque planeado de dos dÃas. Al siguiente dÃa descansamos y no fue hasta dos dÃas después que empezamos a subir por las cuerdas fijas como a las cuatro de la mañana.
AquÃ, en La Esfinge, amanece como a las seis, de modo que cuando empezamos a subir por las cuerdas los dedos de las manos nos dolÃan de tanto frÃo pero tras unos cuantos metros de ascender entramos en calor y cuando empezamos a escalar el quinto largo el sol ya estaba calentando nuestras cabezas. SalÃa por detrás de una montaña llamada la Pirámide, bastante impresionante por cierto.
Ese dÃa tenÃamos que llegar al largo número nueve, en donde habÃa una buena repisa para vivaquear. Llevábamos un costal con el agua, tres bolsas de dormir, un botiquÃn, comida para una noche (arroz instantáneo) y barras energéticas, además de ropa para abrigarnos más durante la noche.
Para mÃ, el largo 6 fue uno de los mejores de toda la ruta, ya que era el más difÃcil en exterior (5.10+) y sólo tenÃa cuatro clavos y no habÃa donde meter ninguna otra protección. Cuando empecé a escalar me dio un poco de miedo pues el primer clavo estaba como a 12 metros de la reunión, pero el granito de la Esfinge es tan adherible que no habÃa manera de cometer errores, y una vez protegido el primer clavo entré en una especie de trance que no me permitÃa pensar en el miedo ni en la posibilidad de caer. SabÃa que todo cuanto agarraba y pisaba, aunque fuera muy pequeño, me iba a aguantar y disfruté cada paso del largo plenamente. Asà llegué a la siguiente reunión.
Luego Marisol punteó un largo en donde la ruta se unÃa de nuevo a la ruta normal y tras un poco de sufrimiento logró superar un off-width bastante complicado pues esa parte de la pared estaba tan lisa que los pies se resbalaban.
Estábamos un poco preocupados por el último largo previo a la repisa del vivac, pues el topo marcaba un 9R, es decir, un 5.9 expuesto, probablemente con pocas posibilidades de proteger. Al llegar a la reunión previa observamos que este largo era en realidad una travesÃa larga hacia la derecha, por una especie de repisa pequeña con muchas plantas. Este largo no tuvo problema alguno a pesar de las preocupaciones, a pesar de que solo coloqué una pieza en esta travesÃa de 30 metros, no hubo errores y solo habÃa un pequeño paso de poca dificultad a la mitad.
Poco antes de las seis de la tarde, que es cuando atardece, llegamos al vivac, una pequeña repisa muy buena para dos pero no muy cómoda para tres, y tras cenar un arroz muy rico nos metimos a nuestras bolsas y dormimos incluso mejor que en el campamento base. No hubo casi nada de viento y eso evitó que hiciera mucho frÃo.
A la mañana siguiente seguÃa lo bueno: tres largos de artificial (A2, A3 y A2). A mà me tocaron los A2 y a Zian el A3, el grado más alto de la ruta. En el topo decÃa que necesitábamos 12 clavos, pero nuestra intención era no usar ninguno, es decir, sacarla limpia. Todo iba bien, Zian, en el A3, habÃa evitado usar el martillo y los clavos, usando Cam Hooks, pero al final tuvo que usar dos pequeños clavos ya que no habÃa otra opción, pero bueno, en vez de 12 clavos que usaron los que abrieron la ruta, nosotros sólo usamos dos. Habrá que esperar a ver si alguien puede escalarla sin usar ninguno.
Ya pasando los artificiales, la ruta era ya bastante fácil y nos costó poco trabajo llegar a la cima, unos cuantos largos de dificultad 9 y 10-, claro, con pocas posibilidades de proteger pero excelente granito y grietas muy obvias.
Poco antes del atardecer de nuestro segundo dÃa, ya ansiosos por terminar, logramos lo que todo escalador anhela, llegar a la cima. Justo cuando llegamos el sol nos recibió con un excelente atardecer con todos los colores imaginables. Fue un gran premio. Y por supuesto faltaba la bajada; tres rapeles sencillos y luego una caminata larga, muy larga, por una morrena de piedras que le hemos puesto la Morrena Infinita porque hay una gran cantidad de piedras enormes que se mueven al pisarlas, bastante peligroso y sobre todo por andar cargando todo el equipo.
Finalmente llegamos al campamento base y engullimos una deliciosa cena hecha por Carlos para después dormir. Con esta ascensión, Marisol Monterrubio se habÃa convertido en la la primera escaladora mexicana en ascender a La Esfinge.