Conseguimos ir a Quebrada Rurec a tratar de abrir una ruta. En esta zona se puede apreciar un paisaje que según Santiago es un "mini Yosemite" con paredes de granito de hasta 750 metros de altura en una pampa tranquila llena de toros y algunas vacas.
Llegamos el lunes 26 de agosto en la tarde a la Quebrada Rurec, donde querÃamos abrir una ruta nueva. Ese dÃa lo aprovechamos para inspeccionar la zona, hacer un plan de acción e instalar el campamento. Aquà fue donde cometimos el más grave error, que consistió en no inspeccionar con más detenimiento el área y seleccionar un ascenso que no es para nada lo que parecÃa.
El martes empezamos a trepar lo que se suponÃa eran unos cien metros de cuarta clase y que resultó ser una escalada en fricciones de hasta 5.10 con opción a proteger cada 30 metros. Sólo llevábamos dos cuerdas y ya habÃamos avanzado cuatro largos por lo que optamos por dejar fijos el primero y el tercero, por lo que al dÃa siguiente, miércoles, subimos con intención de hacer un vivac y tratar de hacer cumbre el jueves.
Al puntear ese segundo largo (el supuestamente fácil) Santiago confundió el camino que habÃa tomado el dÃa anterior y sólo pudo proteger una vez en 30 metros, a diez de la reunión. Encontró la reunión en una repisa, pero llegó un momento en el que yo no querÃa ni ver porque me parecÃa que estaba a punto de caer varias veces, desesperado por no tener agarres.
Por fin alcanzamos la segunda cuerda fija la cual nos llevó -ahora sÃ- a una cuarta clase que Marisol punteó. Ã?sta llegaba a una repisa gigantesca donde hay una especie de bosque que tuvimos que transitar buscando la ruta más obvia para seguir el ascenso. Pero no encontramos una ruta obvia y nos decidimos por la grieta más "limpia" que se tornó en una pesadilla de bloques sueltos y hierba mezclada con musgo. Definitivamente no era lo que estábamos buscando.
Nosotros querÃamos algo que pudiera hacerse en libre y esta pared demandaba artificial por mucho tiempo, tiempo del que no disponÃamos, asà que de aquà en adelante decidimos subir hasta donde se pudiera y bajar al campo base. Asà que descendimos ese dÃa temprano en la tarde para llegar por la noche al campamento.
En pocas palabras subimos 200 metros, tuve una caÃda de seis y nos bajamos.
El viaje valió la pena aunque hubiera sido bueno contratar un burro y arriero para el regreso , o por lo menos eso dicen las ampollas en los pies y en las caderas (por la mochila), eso de cargar cerca de 40 kilos por cuatro horas no es buena idea no importa que tan plano sea el terreno. Hubo incidentes del campo base como un ataque por parte de los toros o el zorro que se robó los trastes no importándole que nosotros estuviéramos presentes a menos de un metro. Y las visitas de los arrieros que llegaban intrigados a ver que hacÃan tres "gringos" locos acampando en medio de la pampa y lejos de las montañas (por aquà se accede al Huantsán y al Pamparaju).
El ultimo dÃa lo utilizamos para caminar a lo largo de la quebrada y darnos cuenta de nuestro error al encontrar grietas más francas para el ascenso, por lo menos esto nos da un pretexto para regresar algún dÃa.
Aunque no logramos el ascenso llamamos a la formación Punta Pecuda. Se encuentra a la derecha de la formación llamada Punta Numa, que tiene dos rutas de grado A4.