Alfred Frederick Mummery. Escaladas en los Alpes. Ediciones Desnivel, Madrid. 2002. 218 páginas. ISBN: 84-85760-46-0
Poder moverse con libertad y seguridad en una pendiente de montaña debería ser el reto que se planteara un joven montañero. (p. 215)
Mummery no ha sido únicamente el escalador británico más valiente y que más éxitos ha cosechado, sino que además sus principios de alpinismo conservan íntegra su validez en nuestros días y sirven de base al alpinismo moderno.
Reinhold Messner. (cit. en p. 9)
Hacia 1871, Alfred Frederick Mummery iniciaba su aprendizaje en montañismo "y, desde entonces, ha continuado sin perder un ápice de su fuerza." (p. 197) y a partir de entonces, también, el montañismo se convertiría en "...una pasión que ha ido creciendo con los años y que ha moldeado mi vida y mi pensamiento de manera nada desdeñable." (p. 11) Ese moldeado de su vida se expresa en una sola frase: "...un auténtico escalador nunca repite una ascensión..." (p. 12)
Como todos los montañistas de su época, inicia en compañía de un guía, un ayudante de guía y sus porteadores para cargar las "pesadísimas mochilas" que se llevaban entonces. Sin embargo, pronto encuentra algo que le llama poderosamente la atención: subir por donde no ha subido nadie. Los guías convencionales, sin embargo, no hacen caso de este "señorito" llegado de Inglaterra, pero poco después encuentra a Alexander Burgener, con quien habría de hacer cordada casi continua en sus grandes escaladas.
"Me sorprendió que se expresara de manera tan audaz, y me dio la impresión de no ser sólo señal de una sabia desconfianza en un escalador no muy experimentado, sino también un empeño de llevar a cabo el ataque, una vez empezado, hasta los límites de lo posible." (p. 15)
Así entran a paredes que no se han intentado antes y llegan a lo que haría famoso a Mummery: la escalada al Grépon por la fisura que lleva aún su nombre:
"Era, desde luego, una de las rocas más inexpugnables en las que haya posado los ojos. A diferencia del resto del pico, era suave al tacto, y sus cantos rectos no ofrecían agarre de tipo alguno. Cierto es que el bloque estaba fracturado desde arriba hasta abajo, pero la grieta, de una anchura de diez o doce centímetros, tenía unos bordes tan suaves que parecía que los había labrado un maestro cantero y no tenía ninguno de esos recovecos o irregularidades que no es raro encontrar en ese tipo de grietas. Faltaba hasta la peligrosa ayuda de una piedra medio suelta encajada con dudosa seguridad entre las paredes de la hendidura. A todo esto había que añadir una gran roca desplomada en la parte superior que hubiera precisado de un gran esfuerzo para superarla, justo cuando el escalador estaba más cansado." (p. 104)
A lo largo de sus escaladas, Mummery desarrolla un juicio poco ortodoxo para su época y se propone subir siempre por la vía más difícil porque "Cuando todo indica que por un lugar no se puede pasar, es necesario pasar. Se trata precisamente de eso". (p. 7)
Hay un detalle que ilustra de manera muy nítida lo que quiere decir con esto. Burgener y él habían subido a la aguja de los Charmoz y estaban bajando. Estaban por poner una estaca de madera para colocar un rapel pero "...alguien se preguntó si los tacos de madera no eran algo parecido a doblar la rodilla ante Baal y si no serían la primera parada en esas sendas de ruina en las que el arte del montañismo se confunde con el montaje de andamios. Ante esto, declaramos por unanimidad que los Charmoz no deberían ser violados por tacos de madera..." (p. 85)
Pasados los años, Mummery plantearía una mentalidad más rigurosa aún: escalar sin guías porque "habíamos aprendido una gran verdad: quienes desean disfrutar plenamente de los placeres del montañismo deben recorrer las altas nieves confiando sólo en su propia pericia y conocimiento." (p. 86)
Pero no sólo eso, sino que "...las delicias de la escalada sin guías... me han conducido a traición, me temo, a la mayor de las indiscreciones: a una confesión de fe." (p. 91)
Esta fe le lleva a enfrentar los argumentos ortodoxos de la época y a plantear un tipo de montañismo en el que la cumbre no era el objeto principal, sino la vía por la que se subiera porque "...si la cumbre es lo único que se desea, la vía más fácil es, obviamente, el camino correcto." (p. 108)
Aún a finales del siglo XIX, nota cómo el montañismo se va haciendo cada vez más popular y arremete contra la mediocridad en la que compara a los guías de cuando él comenzaba a los guías de 1880, que se han limitado a repetir vías
"...la repetición de una vía ya hecha, o hacerla en buenas condiciones bajo el estricto control de un guía, no es algo que atraiga al auténtico montañero. El placer y el deleite que tiene por el deporte se derivan sobre todo de la incertidumbre y de las dificultades, y la función de un guía es precisamente eliminarlas." (p. 203)
La actualidad de esta y más aseveraciones es impresionante y aunque tiene un estilo propio del siglo XIX tiene un gran sentido del humor en algunos pasajes:
"Unos minutos más tarde estábamos rodeados por el irreal y sobrenatural parpadeo de incontables fuegos fatuos...
"Los guías estaban horrorizados. Burgener me agarró el brazo y susurró con voz ronca: «Señor. ¡las almas de los muertos!».
"Estábamos señalados para la venganza de los dioses inmortales. Los demonios que rondaban los riscos del Cervino se estaban ya relamiendo sobre sus presas. Tal era el significado de los agonizantes gemidos de los guías. Yo estoy dispuesto a confesar que esas llamas sinuosas y azuladas, el silencio absoluto y el contagio del miedo supersticioso de mis compañeros me conmovieron con un horror instintivo. Sin embargo, yo percibía que si no íbamos a regresar a Zermatt, confusos y vencidos por segunda vez, los encantos de una sesión de espiritismo deberían abandonarse a favor de una explicación práctica." (p. 30)
Pero si se burlaba para sí (no ante los guías) de este tipo de creencias, sus críticas también son fuertes y no exentas de provocaciones:
"Si bien el verdadero montañero es, sin duda, ...la obra sublime de Dios, una persona que sea izada a los picos a base de empujones propinados por campesinos suizos, y que se muestra tan incapaz de cuidarse a sí mismo que no puede ni siquiera dejarse sentado sin encordar sobre una peña, es un objeto tan menospreciable como pueda imaginarse... Es difícil entender cómo los hombres, que en otros departamentos de la vida no carecen de un sentimiento de dignidad personal pueden consentir que se les trate de esta manera." (p. 216-217)
Libro que es un clásico escrito en 1885 y traducido por primera vez al español, Escaladas en los Alpes es una selección de la obra de Mummery My climbs in the Alps and the Caucasus y en él se plasman las principales ideas de Mummery sobre el montañismo que aún son actuales y que evidencian la profundidad de su visión.