Umberto Nobile. El Italia al Polo Norte. Editorial Juventud (Colección Universal, Viajes), Barcelona, 1994. (Título original en español, 1930), 412 páginas. ISBN: 84-261-2817-3
En 1926, un dirigible es el primero en llegar el Polo Norte. Su comandante, Roald Amundsen, el conquistador del Polo Sur 15 años antes. El capitán del dirigible, Umberto Nobile, tiene serios altercados con Amundsen y antes de llegar nuevamente a su país ya ha decidido realizar una expedición similar, con bandera italiana: "La aeronave será hermana del Norge en cuanto a construcción. La expedición se llamará Nobile-Riiser Larsen, pero el dirigible enarbolará bandera italiana." (p. 14)
La expedición tarda dos años en formarse, con fines específicamente científicos, aunque con viajes de exploración, uno de ellos hacia el polo. "El primer vuelo de exploración, que duró exactamente 69 horas, terminó con felicidad después de recorrer en total unos 4,000 kilómetros." (p. 140) Pero dirigirse al polo es un asunto diferente, pues "Me proponía permanecer en el aire cuando menos una semana." (p. 143)
La llegada al Polo es como sigue:
"...no se podía bajar al pack, pero teníamos que cumplir una promesa, un rito solemne: depositar en los hielos del polo la cruz confiada por S.S. Pío XI y, a su lado, la bandera tricolor... A la 1:20 me asomé fuera de la caseta y dejé caer la bandera de Italia. Ya se había posado en los hielos otra bandera tricolor [Noruega], pero la que iba ahora a reunirse con ella representaba toda nuestra pasión. Esta vez significaba que Italia podía ir completamente sola al Polo. Siguieron luego los confalones de la ciudad de Milán y la medallita de la Virgen del Fuego que los de Forlí, a medias con un ardiente y muy joven espíritu de Romaña, me habían suplicado que depositase en el vértice de la tierra. A la 1:30 mandé arrojar la cruz. La seguí con la vista hasta verla colocada en los hielos. Estábamos a una altura de casi 150 metros. Nos venció la emoción. No habíamos efectuado más que actos simples, ¡pero qué significativos!" (p. 165)
Sin embargo, al regreso, se encuentran con una tempestad que les impide avanzar como quisieran: "...en las últimas horas, el viento en vez de disminuir, había aumentado en fuerza. Noté que la ganancia obtenida en la velocidad era desproporcionada al sacrificio de bencina que nos costaba. Casi se había doblado el consumo de ésta... me preocupaba también el tormento a que estaba sometida la construcción de la nave." (p. 170)
Días después, el dirigible cae al océano ártico: "Instintivamente cogí el timón entre las manos, pensando si sería posible encaminarnos a un campo de nieve para amortiguar el choque. ¡Demasiado tarde! Allí estaba el pack, a pocos metros debajo de nosotros, tremendamente accidentado. Las masas de hielo se agrandaban, se acercaban cada vez más. Un instante después chocamos. Se oyó un crujido espantoso. Sentí que me golpeaban la cabeza; quedé como comprimido, aplastado. Claramente, sin ninguna sensación de dolor, sentí que me rompían algún miembro. Después, algo que me golpeaba desde lo alto en la espalda me hizo caer cabeza abajo. Instintivamente cerré los ojos y con absoluta lucidez y frialdad formulé en aquel instante el siguiente pensamiento: "Todo se acabó". Eran las 10:33 horas del 25 de mayo [de 1928]" (p. 181)
Son nueve supervivientes (dos con fracturas, entre ellos, el propio Nobile) que durante días se apiñan dentro de una tienda para tres personas mientras tratan de conseguir que se les escuche por radio, sin que lo logren. Esta espera de días, hace que los más saludables decidan partir a tierra firme. Ninguno de ellos, salvo Malmgrem, tiene experiencia en esa zona, por lo que el noruego les acompaña para ser de utilidad.
"Por cierto que era doloroso separarse de los compañeros; pero esa separación tenía también alguna ventaja, porque me consentía reasumir plenamente la dirección, por lo menos moral, del pequeño grupo de náufragos. Ya no había ideas, iniciativas, ni voluntades que se opusieran a las mías. Los italianos que se quedaron conmigo eran más dóciles, más condescendientes y tal vez más adictos. Ejercer en ellos mi autoridad de jefe sería cosa fácil." (p. 248)
Finalmente, el día 12 de su permanencia, escuchan una noticia: un radioaficionado de Rusia les ha escuchado y notifica al consulado italiano de la comunicación recibida. Seis naciones (Italia, Suecia, Noruega, Rusia, Finlandia y Francia) organizan expediciones para buscar y rescatar a los náufragos, pero tendrán que pasar casi 30 días para que sean rescatados.
El libro contiene poca información de interés de supervivencia, pues el propio Nobile se preocupó más en hacer una apología de su expedición contra todas las murmuraciones que se habían levantado en su contra que dar una crónica importante. Sólo de pasada menciona que Amundsen está perdido, cuando nunca regresó de un vuelo de reconocimiento y tampoco menciona la forma de organización de las diferentes expediciones, pero deja ver claramente todas las fallas en esa organización, carente de hecho. Si se le quitara la palabra "yo", quedaría poco que leer, salvo las interminables listas de aparatos e investigaciones que se realizarían. Lo que no puede dudarse es que:
"Puestos frente a frente con las fuerzas brutas de la naturaleza, lejos del mundo civilizado y sin ninguna esperanza de volver a él, adquirimos el sentido de nuestra impotencia, sentimos toda nuestra inutilidad, la vanidad de nuestro pequeño orgullo de hombres. Más adelante vimos agitarse malsanas pasiones en el fondo de los ánimos, prevalecer malvados instintos: en pocos meses vivimos la experiencia de decenas de años." (p. 10).