Tristán Jones. El increíble viaje. Una odisea personal. Grijalbo (Aventura vivida, 5), Barcelona. 1979. 524 páginas. ISBN: 84-253-1194-2
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Tenemos que ser capaces de eliminar el miedo y la desesperación de nuestros cálculos en el mar (o en la costa) por la sencillísima razón de que esas dos emociones no sirven para una finalidad de índole constructiva. Se interfieren con el modo de llegar a alguna conclusión y alcanzar una solución viable. (p. 509)
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Después de su travesía atlántica número 16, Tristán Jones se propone hacer un viaje que hasta el momento no ha pensado ningún marino: establecer el récord de navegación vertical a bordo de un velero que le ha cedido Arthur Cohen, "...otro aventurero en el fondo de su corazón, un hombre que tomaba la vida y la moldeaba a su modo y concepto, tremendamente enérgico, resuelto, imaginativo." (p. 25)
¿Navegación vertical? Muy sencillo: navegar en las masas de agua con menor y mayor altitud en el mundo, es decir: el Mar Muerto y el Lago Titicaca. Sin interrupción.
A primera vista, un reto que no tiene sentido, se transforma poco a poco en algo que es real y muy comprometido:
"Yo había empezado el viaje como una especie de gesto humorístico, a fin de subrayar la ridícula dirección que empezaba a tomar eso de ir de crucero por los océanos, de recorrerlos; mediante el sistema de ofrecer unas grandes sumas de dinero, las grandes empresas y los medios de comunicación social han convertido lo deportivo en una auténtica burla, y han hecho de lo que siempre venía siendo un esfuerzo y un compromiso, individual o de grupo, una carrera ratonil en frenética competición. Realmente, sin embargo, en el océano hay tan sólo dos competidores: la embarcación y la propia naturaleza. Todo lo demás priva a la humanidad de uno de los últimos encuentros auténticos, y personales, entre el hombre y Dios, o quienquiera que haga funcionar a este universo. Por mi parte, lo que había comenzado como una divertida empresa, tres años antes, acababa ahora de convertirse en un asunto serio hasta el final, ¡en un peregrinaje a mi propio orgullo!" (p. 259)
El argumento es curiosamente muy similar al que esgrimirían varios años después (Jones lo hace en los setentas) en cuanto a las expediciones comerciales al Himalaya.
Su derrotero lo lleva de Nueva York al Atlántico, al Mediterráneo y finalmente al Mar Muerto: "El Mar Muerto es uno de los sitios más raros que yo haya podido ver en mi vida. Tiene una longitud de 75 kilómetros y una anchura de 16, con una superficie total equivalente a 280 kilómetros cuadrados, una profundidad media de 330 metros. Toda el agua proviene del río Jordán, que vierte allí alrededor de seis millones de toneladas; sin embargo, la mayor parte de dicho caudal se evapora ante el cálido sol del lugar, y queda así formada una permanente neblina, baja, suspendida sobre el lago, nube peculiar, de color blanco-azulado... El Mar Muerto es el más salado del mundo y contiene alrededor de un 25 por ciento de sales, comparado con el promedio de 6 por ciento para el conjunto de los océanos." (p. 43)
Una vez navegado el Mar muerto, se dirige al Mar Rojo, donde encuentra problemas políticos e incluso le disparan desde la orilla. Luego nuevamente al Atlántico para dirigirse a la boca del Amazonas, que piensa remontar hasta el Titicaca. Sin embargo, el potente río no le deja avanzar todo lo que él quisiera, pese a hacerlo ya no a vela, sino a motor e incluso ayudándose de los árboles de la orilla. Así, 2,200 kilómetros río arriba, tiene que volverse al mar y replantear su proyecto. Vende su barco, el Bárbara, y compra uno mucho más pequeño, el Sea Dart, con el que atraviesa el Canal de Panamá y navega contra la corriente de Humboldt hasta el Callao.
Aquí es donde piensa llevar su embarcación por tierra hasta el Titicaca, pero las exigencias aduanales le impiden entrar con barco, pues nadie había escuchado tal cosa antes. En un momento de buena suerte, encuentra a un chofer que se dirige tierra adentro con su camión, donde el Sea Dart es colocado a escondidas. Así, Tristán Jones se convierte en un ilegal en Perú.
Durante la navegación en el Titicaca tiene problemas con los indígenas porque le roban algunas cosas del barco y en adelante coloca trampas, que le evitan ser el objetivo de los ladrones, aunque alguna vez tiene que ir al mercado para comprar las mismas botas que le fueron robadas.
Pero una vez dentro de Perú ilegalmente, es imposible salir por una frontera peruana, así que decide dirigirse al Atlántico nuevamente, pero navegando por el río Paraguay, es decir, cruzando el Mato Grosso, una región completamente deshabitada.
La estancia en el "infierno verde" es de lo más dura, pues se quedan si alimentos y tienen que arrastrar tras de sí su embarcación:
"Allí, en otra vida, en otro mundo, la gente regresaría entonces al hogar, tras una cumplida jornada de trabajo; la vida era allá fácil y confortable, y la amenaza de morir a manos de la propia naturaleza era algo en lo que nadie llegaba a pensar. Por supuesto que la humanidad, millones de años atrás, también cortó y derribó obstáculos vegetales, luchó y se esforzó, soñó y lloró, buscando salir de los pantanos primigenios, en Gales como acá [el Mato Grosso], donde nosotros estábamos ahora inmersos en tal combate...
"«¿Por qué?» me preguntaba yo, sin dejar de atacar otro fajo de trepadoras colgantes sobre el río «¿Por qué molestarse? ¿Por qué enfrentarnos a los tormentos que una naturaleza cruel acumulaba en contra de nosotros? ¿Por qué no tumbarse a la bartola y aceptar lo inevitable?» Durante días y días ese pensamiento me estuvo obsesionando, mientras que padecíamos ya auténtica hambre, puesto que las pirañas habían desaparecido enteramente de aquella corriente fluvial al final de nuestra segunda semana de viaje por la misma. Y también nuestra harina agusanada se había terminado, y nos habíamos comido el final de nuestras reservas de arroz, empapadas en fangosa agua del río para ablandarlas. Todo lo comestible a bordo se había acabado: el aceite de oliva, la cera del velamen, el aceite de linaza, las velas incluso; en nuestra desesperación, llegamos a remojar el cráneo de llama que tenía colgado de la cabina como recuerdo, y a bebernos aquel «jugo».
"«¿Por qué seguimos adelante, a pesar de tales obstáculos?»
"La respuesta, cuando por fin di con ella, era de lo más sencilla. ¡De no haber luchado, entonces es cuando hubiésemos ido directamente en contra de la naturaleza! Estábamos hechos para luchar contra la naturaleza, y hechos de ese modo por el mismo agente contra el cual nos enfrentábamos: ¡la propia naturaleza!
"Tal es el destino de los seres humanos, calculé, ¡luchar, buscar, encontrar y no rendirse! No dar paso a faramallas sentimentaloides, a tentaciones insidiosas, no meternos dentro de nosotros mismos, esperando así encontrar alguna razón. ¡La naturaleza no sabe de razonamientos! No podemos quedarnos satisfechos con sentarnos en una cueva mental o espiritual mientras en torno de nosotros la naturaleza, auténtico reflejo de nosotros mismos, actúa enloquecida, fuera de control Estábamos allí; esa era nuestra situación. Y si no nos gustaba, entonces, por todos los santos de la corte celestial, vamos a luchar, a esforzarnos, con uñas y dientes y, a puros mordiscos, tratemos de salir de agujero, porque las cosas, por sí mismas, no cambiarán. ¡Tal es el juego y, o lo jugamos, o nos hundimos." (p. 446-448)
Ese fue su juego hasta el final, cuando un agente de migración, tras saber de dónde vienen (le acompaña un indio del Titicaca llamado Huanameni) le dice:
"¡Han cruzado el continente! ¡Resulta increíble! ¡Telefoneen a la prensa ahora mismo!... Pero, señor, ¡usted es un héroe! ¡Nadie había hecho esto anteriormente! ¡Se ha colocado a la altura de los conquistadores!" (p. 483)
El libro es en gran parte una vivencia de mar, pero al adentrarse a tierra, las vivencias se vuelven excepcionalmente importantes por su contenido y porque tienen que sobrevivir cada día. Al final, Jones menciona:
"Tenemos que ser capaces de eliminar el miedo y la desesperación de nuestros cálculos en el mar (o en la costa) por la sencillísima razón de que esas dos emociones no sirven para una finalidad de índole constructiva. Se interfieren con el modo de llegar a alguna conclusión y alcanzar una solución viable." (p. 509)