Seguridad, esa palabra que siempre cuelga de nosotros cuando vamos a la montaña, como si fuera más importante que la chamarra o que la cuerda. Siempre nos fijamos en lo que hacemos nosotros mismos para estar seguros y creemos que con eso tenemos ganada la seguridad. Por supuesto, no es completamente cierto. La seguridad depende no sólo de nosotros, sino de lo que nos rodea y, más recientemente, de quienes nos rodean.
La popularización del montañismo ha hecho que todos aquellos lugares que antes eran para unos cuantos hoy sean para una verdadera multitud. Eso trae problemas y no pocos, desde encontrar gente que hace malabarismos sin la técnica o las medidas de seguridad más precisas, hasta accidentados que no conocemos pero que se convierten en responsabilidad nuestra (al menos moralmente) por el simple hecho de estar presentes en el mismo lugar.
Pero quizá lo más común (y esto es mera suposición) sean los accidentes provocados por otros. Tal vez no sean los más numerosos, pero sà los que producen más rabia, pues puede tocar uno de ellos al más experimentado y, por otro lado, hay una culpable directo.
¿Qué hacer? PodrÃamos decir, como hace muchos años, que si alguien escala por encima nuestro y no es de nuestra cordada, simplemente debemos evitar la ruta. Pero esta regla de seguridad ya cayó en desuso, precisamente por la gran cantidad de personas que van a la montaña cada fin de semana, sean montañistas o no.
Cualquier tipo de medida que se tome, siempre habrá la probabilidad de que este tipo de incidentes o accidentes suceda. La respuesta está, siempre, en la educación del montañista, en la creación y difusión masiva de una cultura de montaña, entendida la palabra "cultura" en el sentido en que lo hacen los antropólogos: "todo aquello que produce el hombre es cultura".
En el llamado "primer mundo", esta cultura está más arraigada que en el resto del orbe y muestra de ello son la cantidad impresionante de libros al respecto, mientras que en América Latina la producción de un solo libro es toda una odisea, pues las editoriales no apuestan por algo tan arriesgado, aunque las librerÃas vendan velozmente libros como Mal de altura.
Seguridad, cultura, conciencia y desarrollo personal son conceptos que van unidos entre sà si hablamos de montañismo y, lo mismo que si ayudamos a alguien que está en apuros, también debemos ser una sola pieza al llamar la atención a quien pudo haber ocasionado un desastre como el narrado por Manuel Casanova en este boletÃn.