Remamos un par de minutos en completa oscuridad hasta que comprendimos que si no nos veíamos nos perderíamos el uno al otro, así que lo hicimos con las linternas frontales encendidas. Yo prefería colocar mi luz a un lado o hacia atrás y ser visible pero no ser deslumbrado. Escuchábamos el ruido del oleaje, ese sonido que cambiaba siempre dependiendo del tipo de costa a que las olas llegaran.