Mark Twight. Besa o mata. Confesiones de un escalador en serie. Ediciones Desnivel, Madrid, 2002. 280 páginas. ISBN: 84-95760-42-8
Regresad vivos, regresad como amigos, llegad a la cumbre. Por ese orden.
Roger Baxter-Jones
Las montañas tienen colmillos. No hay nada como una distracción emocional para servirles de alimento. No puedes dejar que nada interfiera con tu razonamiento acerca de lo que es correcto para ti. En este juego, las fantasías matan.
Un "escalador en serie" quiere contarnos sus vivencias o, como prefiere llamarlo el subtítulo, sus "confesiones". Ha elegido 24 de sus artículos publicados y de entrada nos dice que "Este libro es de los que se hacen una vez y no más." (p. 13) Uno se pregunta el por qué y la respuesta es obvia cuando conforme se va leyendo: se trata de sus principales escaladas en terreno "extremo", aunque no sólo eso, sino también sus reflexiones y análisis (de las que el lector no puede escapar, por más que quiera) sobre aquello que ha elegido como modo de vida: el alpinismo extremo. "No quiero que sea un libro de lectura fácil. Quiero que lo dejes sobre la mesa, que te haga pensar." (p. 14) es la primera advertencia a los textos pero él mismo allana el camino al escribir una nota a cada uno de la fecha en que edita el libro, lo cual hace ubicar al lector de qué está hablando.
Quizá sus primeros artículos no fueran tomados muy en serio por tratarse de un Mark Twight joven que comprende que "...la mayoría de los chavales de veintidós años no sobreviven a su aprendizaje alpino si juegan de manera ininterrumpida." (p. 20)
Agresivo y provocativo, tiene sentencias muy duras sobre quienes realizan alpinismo, sobre todo a los estadounidenses, país del que procede cuando escribe un artículo llamado "Ascensión y caída del alpinismo americano" en el que sostiene:
"Las cordadas americanas quedan humilladas en el Himalaya a pesar de las ventajas técnicas, financieras y de personal con que cuentan. Chupan miles de dólares de oxígeno, contratan sherpas para que acarreen el peso con el que no pueden los alpinistas, luego instalan cuerdas fijas, montan campamentos y equipan la vía hasta que la cumbre ya queda a tiro de piedra. De vez en cuando, alguien la pisa." (p. 46)
"Seamos sinceros: los americanos tienen complejo de inferioridad cuando se trata de himalayismo. Nos contentamos con cumbres secundarias y lo justificamos argumentando que técnicamente son más difíciles. O subimos en plan de expedición por vías trilladas a cumbres que ya han sido holladas muchas veces." (p. 47)
A punto de marcharse al Everest para abrir una nueva vía, arremete con fuerza:
"Espero fervientemente que este ejemplo sea contagioso porque estoy harto de que se me clasifique con los demás alpinistas americanos que son el hazmerreír del montañismo mundial." (p. 49)
Su provocación no es sólo en un solo artículo (también negará al alpinismo francés más adelante), sino a lo largo de todos sus escritos en los que pretende dejar no una enseñanza sino un modo de ver las cosas, que a la larga resulta siendo la propia filosofía sobre la que el alpinismo de punta se mueve lentamente:
"Escalando aprendí a sufrir y a superarme a mí mismo. Exploré la oscura desesperación del fracaso y la aceptación del riesgo extremo. Diseccioné la alternativa entre vivir y morir, entre seguir agarrado o soltarme. Forcé los límites físicos y emocionales en el entorno más salvaje de la tierra...
"Aprendí a vivir con la proximidad de la muerte, de la amenaza presente las veinticuatro horas. Sin enfrentarme a ella, mi vida no tenía sentido. Otros la evitaban o la trivializaban para poder negociar con ella. Lo primero que aprendí fue cómo no morir. De la muerte aprendí a vivir, a querer vivir, a ser capaz de hacerlo sin convertir la vida en una parodia. Aprendí a amar." (p. 70-71)
La pregunta obligada es ¿por qué dedicarse al alpinismo extremo cuando en ello va de por medio la vida?
"Todas las situaciones de la vida tienen su lado negro. Todos los seres humanos en este planeta estarían encantados de que desapareciera ese lado. Al desear que desaparezca, al ignorar el peligro y sus consecuencias, pueden creerse que ya no existe. Renuncio a esa opción." (p. 142)
Se trata se una elección y como tal la asume, pues "Yo no me considero tan bueno como para pensar que siempre me voy a librar si corro riesgos tan grandes. Nadie se libra durante mucho tiempo. Aceptar ese riesgo ofrecía una manera de escalar la pared." (p. 119) "No me importa lo que piensen los demás. Yo hago lo que quiero. Triunfo, fracaso. A veces soy tan vago que no hago ni lo uno ni lo otro. Vivo y respiro junto a mis problemas y mi trabajo y el daño que me hago a mí mismo." (p. 125)
Sobre todo, tiene claro su futuro: "[Yo] Era un niño "sin futuro" y espero que sea cierto porque no tengo planes de ir de vacaciones a pescar a costa de la seguridad social. El futuro será lo que sea, independientemente de que yo tenga un seguro o no." (p. 152)
Esto último es quizá uno de los golpes más certeros al sedentarismo de la humanidad, que busca a toda costa buscarse su lugar seguro, sin importar los medios. Sin embargo, Twight se dirige de lleno a quienes quieran escuchar para decirles que ésa no es vida y que, para lograr ser mejores
"Vive de verdad ese estilo de vida en lugar de hacerlo de boquilla. Vive con compromiso. Con emoción. Vive con honradez lo que hayas elegido. Abandona la idea de ser un hombre del renacimiento y todas esas pamplinas de hacer un montón de cosas diferentes (y ninguna de ellas realmente bien). Llega hasta el fondo de una cosa: acepta, sin razonamientos falaces, la responsabilidad de elegir. Cuando vives con honestidad, no puedes separar tu mente de tu cuerpo, tus pensamientos de tus acciones... Mientras sigas teniendo una red de seguridad, estarás actuando sin compromiso. Regresarás a tus antiguos hábitos en cuanto encuentres un poco de resistencia. Necesitas la desesperación del samurai y su demencia." (p. 202-204)
Mark Twight utiliza su libertad de expresión en todo momento, sea para arremeter (que es lo más común) contra lo establecido como por dejar claro que no se deja llevar por la corriente. Así, una entrevista a Tomo Cesen, aparece con una nota final bastante nutrida donde aclara que "En mi opinión, para rebatir la palabra de un alpinista hacen falta más pruebas de las que se han aportado los detractores de Tomo Cesen." (p. 99) Es decir: tiene la libertad de creer o no la opinión generalizada, aunque ésta sea apoyada por argumentos fuertes y precisamente esa nota es bastante elocuente.
"Soy consciente de que puedo parecer ingenuo, pero cuando los escaladores anuncian sus escaladas, que lo creamos se basa en la confianza y el respeto, sobre todo en ascensiones en solitario de las que no se presentan pruebas que las respalden. Yo podría no creer a Tomo [Cesen], pero entonces tendría que sospechar de muchos otros que tampoco tienen pruebas. Yo no quiero eso. Igual que tú, yo le creo, pero no tengo pruebas y no quiero convencer a nadie." (Marko Prezelj, p. 99)
Lleno de significado no por sus metáforas, sino por la cantidad de conocimiento personal que se expresa en cada uno de sus artículos, Besa o mata es un libro que puede leerse muy rápidamente pero sinceramente más vale hacerle caso al autor y dejarlo sobre la mesa un tiempo en lo que se digiere lo que se ha leído.
Algunas personas que me veían con los ojos puestos en el libro se sorprendieron del por qué leía "novelas policíacas" (la portada ayuda mucho a hacerse a esa idea) y la primera vez que me lo hicieron ver estaba leyendo precisamente:
"Poco importa lo que hagas, mientras digas lo que has hecho. ¿No llegaste hasta la cumbre? ¿Te pasaste a una vía más fácil después del 10º largo? ¿Te agarraste a un clavo cuando no miraba nadie? Admítelo. Cree lo suficiente en lo que haces como para que no te importe lo que piensen otros." (p. 221)
Mark Twight, un alpinista extremo que realmente cree en lo que hace y que no escala para nadie sino para él mismo, sabe que "El alpinismo es la historia de unos hombres y de los riesgos que afrontan, los que están a su altura, de los que se escapan por los pelos y de los riesgos que acaban con sus vidas. Es una historia de una obsesión. Del peligro y la gloria, de la adicción a ir a lugares más difíciles, más altos, más altos. A veces nos libramos, sobrevivimos mientras otros no lo hacen. La muerte en una montaña puede ser tan fea como una piedra que cae y sorprende a un excursionista inocente en el camino. También puede ser tan hermosa como siete hombres luchando contra una tormenta día tras día, dando a la vida todo lo que tienen y viviéndolo. Pero uno a uno, de frío, de agotamiento, de haber luchado tanto, mueren. Hasta que quedan tres. [Probablemente se refiera a lo que se ha dado en llamar "la tragedia del Pilar de Frêney, en 1961]. Digo que esto es hermoso porque el más hermoso de los actos humanos es el de sobrevivir." (p. 141-142)
"Para triunfar en las rutas extremas, hay que reducir al mínimo la comida y el combustible. Llevar menos material de la cuenta es algo normal hoy en día. Las vías nuevas de esta era son lo que ayer eran rutas de la muerte. Muere gente. Mueren alpinistas. Forma parte del juego. Sin embargo, no lanzamos los mismos dados que los que nos precedieron. La ecuación es sencilla: a medida que mejoran los avances tecnológicos y psicológicos, el peligro y la dificultad de las vías también debe elevarse para que se mantenga una experiencia humana equivalente." (p. 48)
Pero para ello habrá que hacer un análisis y no sólo de las técnicas y las rutas, sino de la filosofía que hay en todo ello, filosofía que hace del alpinismo un estilo de vida y no un juego del que puedan participar muchos:
"Hemos inventado un aspecto del deporte en el que el riesgo ha quedado completamente eliminado, para hacerlo accesible a más gente. Cada vez que damos por hecho estar libres de regulación o disfrutar de autonomía, socavamos un poco más de nuestros propios cimientos. La libertad exige que se luche por mantenerla y aquí la estamos explotando para nuestro interés o la ignoramos por completo. El riego y la libertad son dos factores que distinguen la escalada de otros deportes... Cuantas más estructuras traigamos a la escalada... y cuanto más prostituyamos la verdadera naturaleza de la escalada a base de querer vivir de ella, menos libertad tendremos para expresar nuestro amor por ella y con menos precisión lo comunicaremos. Al invitar a la maquinaria a los grandes medios de comunicación a jugar con nuestro deporte, les estamos animando a que lo interpreten por nosotros frente al público en general." (p. 235-236)
Mark Twight no es un escalador con una larga serie de ascensiones importantes. Es, sobre todo, un hombre que considera que la vida vale la pena vivirla y que el modo que él ha elegido no es precisamente lo que la mayoría de las personas considerarían como el ideal:
"La escalada alpina es dura. El miedo que se siente allá arriba es más intenso que cualquier tipo de viaje aquí abajo. No es bello. Es una puta guerra. La lucha es gloriosa a su manera, pero la belleza es para el suelo, para las postales y para la prosa encendida que se escribe bastante después del hecho." (p. 249)
Erratas
Página 57, mitad del cuarto párrafo, dice: "A 8,686 metros, después de haber superado todos los problemas técnicos, lo que nos separaba de la cumbre no eran más que cien metros de nieve relativamente fácil..." Debe decir: "A 8,086 metros..." Se trata del Nanga Parbat, que tiene una altitud de 8,125 metros.
Página 99, mitad del segundo párrafo, dice: "...creo mucho más probable que Tomo subiera lo que dice que ha subido a que Mallory hiciera cumbre en el Everest en 1923." El año correcto es 1924.