EL DESCENSO AL GLACIARSe habÃa quedado sin equipo, sin cuerdas, lastimado y descalzo de un pie. Buscó todo lo que le pudiera ayudar y halló anillas en mal estado, fragmentos de la cuerda que habÃan utilizado momentos antes y un estribo de nylon. Unió todo esto por medio de nudos para poder descender por esa cuerda de nudos, pero antes se desprendió del pantalón de tormenta, que habÃa quedado destrozado y que le estorbaba en los movimientos.
Después, se dejó deslizar a fuerza de brazos (no con el sistema porque la lÃnea tenÃa nudos y se atorarÃa, signo de que pensaba con lucidez) por aproximadamente ocho metros, hasta que quedó colgando de la última punta. Sin embargo, estaba a metro y medio de una pequeña repisa. Se balanceó y, haciendo los mejores cálculos, se soltó.
Cayó en la repisa, donde encontró más restos de las cuerdas. Estaban en muy mal estado y volvió a unirlas con nudos, logrando una cuerda de aproximadamente 25 metros y descendió por ella con el sistema Dühlfer. En esta ocasión, tuvo que hacer un péndulo sobre la pared para alcanzar del lado derecho una zona de pequeñas repisas donde la escalada era más sencilla.
A partir de este punto, ya no encontró ningún resto de equipo, por lo que decidió desescalar por la pared que tenÃa un grado de dificultad de 5.8 en la escala decimal estadunidense. Se encontraba entonces a una altura de 200 metros sobre la base de la pared.
Después de varios metros, descubrió que no podrÃa seguir bajando sin equipo por la ruta que habÃan usado para subir (habÃa una pared de hielo de 70 grados de inclinación), asà que hizo una travesÃa sobre roca para dirigirse hacia el glaciar. Para entonces decidió que debÃa quitarse las medias del pie descalzo, pues no tenÃa mucha sensibilidad y necesitaba obtenerla.
EL GLACIARFinalmente, después de 200 metros de desescalar, llegó al glaciar. Ahà descansó y se puso la bota del pie derecho en el izquierdo, mientras que en el pie derecho conservaba el zapÃn interior.
Para entonces, la pierna izquierda ya no le respondÃa porque se habÃa enfriado. Entonces, Jorge comenzó a arrastrarse con los brazos y con todo lo que pudiera mover.
Se detuvo cuando se halló frente a una serie de grietas profundas por las cuales tenÃa que atravesar. Las estudió minuciosamente hasta aprenderlas de memoria, pues sabÃa que una vez internado en ellas, como en un laberinto, no podrÃa hallar el camino correcto si lo dejaba al azar.
Luego, atravesó las grietas, alejándose de los bordes y sintiendo un dolor profundo que le hacÃa quejarse continuamente. La última grieta tenÃa como único medio de paso un puente de hielo de medio metro de ancho y de estructura muy endeble, pero consideró que no podÃa regresar y que si querÃa vivir debÃa intentarlo con mucha calma.
Se acostó para repartir el peso de su cuerpo sobre la delgada capa de hielo y que no se quebrara. Poco a poco, fue pasando. Del otro lado se dio cuenta que no habÃa más dificultades por superar. Entonces lloró, porque se sabÃa, ahora sÃ, vivo.
LLEGADA AL REFUGIODespués de un rato, continuó arrastrándose por la morrena del glaciar hasta que llegó a la base de una pequeña colina sobre la cual estaba el refugio en el que Eusebio y él habÃan dormido dos noches antes. SabÃa que ya no podÃa subir, pero que en esos refugios siempre hay una persona encargada de cuidarlos, asà que se puso de pie y comenzó a gritar pidiendo ayuda. Eran las 18:30 horas y se habÃa arrastrado por el glaciar aproximadamente seis horas.
Después de un rato, el encargado salió y le preguntó qué pasaba. El explicó a gritos que habÃa sufrido un accidente y que necesitaba que lo ayudara, pero como estaban a distancia, la persona no le entendÃa bien. Además, como el vigilante lo vio de pie, creyó que Jorge Wingartz habÃa visto un accidente y sólo lo reportaba. Mientras tanto, llamaba por radio al helicóptero de rescate.
EL RESCATEEl helicóptero llegó a las 19:00 y descendió cerca de donde estaba Jorge. Bajó un rescatista y Jorge le explicó a grandes rasgos lo que habÃa sucedido. Entonces, el helicóptero se fue rumbo a la pared y estuvo revisándola durante unos minutos mientras un paramédico se quedaba con Jorge y lo ayudaba.
Después de un rato, el helicóptero volvió y dijo que no habÃan encontrado nada salvo un casco de color rojo, es decir, el casco que llevaba puesto Jorge Wingartz antes del primer alud. Jorge les aseguró que cuando regresaran para buscar el cuerpo de Eusebio Hernández, buscaran precisamente por esa zona.
TRATAMIENTO MEDICO Y POSTERIORES MOVIMIENTOSJorge fue trasladado al hospital de Chamonix, donde fue atendido inmediatamente haciéndole radiografÃas de todo el cuerpo antes de proceder a cualquier otro tipo de intervención. No le fue encontrada ninguna fractura y ese mismo dÃa se le suturaron algunas rajaduras de la cabeza.
Al dÃa siguiente, viernes 25 de agosto, el grupo de rescate de Chamonix buscó y encontró el cuerpo de Eusebio Hernández. Al mismo tiempo, el hospital se ponÃa en contacto con el Consulado General de México en Francia.
Una persona de la GendarmerÃa de Chamonix que hablaba perfectamente español le pidió a Jorge que contara cómo habÃa sucedido el accidente y tomó su versión como una declaración oficial, que se conserva en Chamonix, pero que es más escueta que la presente.
El dÃa sábado 26 de agosto, Jorge fue intervenido quirúrgicamente para drenar un hematoma interno de gran tamaño que tenÃa en la pantorrilla izquierda y que no permitÃa la irrigación de la sangre al pie. Los instrumentos de drenaje del hematoma le fueron quitados el dÃa 30 de agosto.
CONCLUSIONES En mi calidad de Entrenador en Jefe de la Asociación de Montañismo y Exploración de la Universidad Nacional Autónoma de México y como la persona que estuvo en la fuente de la información, me veo precisado a declarar:
1. Ambos montañistas reunieron la suficiente información sobre la montaña antes de su salida de la Ciudad de México y durante su estancia en ParÃs y Chamonix, incluyendo reportes meteorológicos.
2. En base a la información de la montaña que pretendÃan escalar y a su experiencia, el programa de entrenamiento fue intensivo y adecuado.
3. La técnica usada tanto en la escalada de la pared como en su descenso hasta el momento del accidente, es impecable y, por lo tanto, no se trata de un error cometido por uno, otro o ambos.
4. El accidente fue provocado por una avalancha de rocas, es decir, por un factor que no está dentro del dominio de ningún escalador ni ser humano.
5. No existe culpa de ninguna clase de Jorge Wingartz con respecto al accidente y, por lo tanto, respecto de la muerte de Eusebio Hernández.
6. Eusebio Hernández cuidó hasta el último momento la integridad de su compañero.
Informe presentado el 6 de septiembre de 1995 a las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México.