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Montañismo y Exploración
TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE
15 septiembre 2001

Por fuerza, uno tiene que salir a la calle y enfrentarse al tráfico, a las aglomeraciones, a las horas pico. Se nota la prisa, la agresividad de la gente que corre de un lado para el otro para llegar a …







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Por fuerza, uno tiene que salir a la calle y enfrentarse al tráfico, a las aglomeraciones, a las horas pico. Se nota la prisa, la agresividad de la gente que corre de un lado para el otro para llegar a tiempo a donde quiere ir, no importa si es vital llegar o no. Entonces uno piensa cuánto más tranquilo se está en las sendas de las montañas, sin ese trajín citadino que conlleva tanto estrés. Allá arriba, en la montaña, es donde se pueden encontrar los caminos interiores, la tranquilidad, la serenidad... todo aquello que la ciudad no proporciona y, si no estoy equivocado, arrebata de hecho.

Pero uno se acostumbra a vivir en la ciudad porque, después de todo, se tiene que vivir en algún sitio. Con el tiempo, se aprende a desarrollar una especie de defensa personal hacia la ciudad o, mejor dicho, hacia ese agredir de la ciudad. Quizá un escape, pero ciertamente una filosofía de la vida que ha llevado a muchas personas a alcanzar retos realmente asombrosos y ni siquiera sospechados apenas diez o veinte años antes. Nuestras secciones "Ideario" y "Reseñas de libros" son apenas una muestra de todo lo que se puede conseguir en el terreno de superación personal por medio de la práctica del deporte e, incluso, a nivel social.

Por desgracia, la defensa desarrollada (filosofía, ética, estilo de vida, locura o como quiera llamársele) en la ciudad ya no es suficiente. A partir del 11 de septiembre y, sobre todo, en los últimos días en que se debate fuertemente en torno a elegir la palabra "guerra" o "terrorismo", en la ciudad se respira una tensión palpitante: el miedo. Miedo a todo. Por eso los autos, los transeúntes, la gente toda, está llena de esa fuerza que se siente y que quiere evitarse. Hay en el aire muchas preguntas al respecto y prácticamente todas quedan sin responder.

¿De qué forma puede vivir el montañismo en una época que semeja la preguerra? Independientemente de los efecto directos que pueda tener la elección de la palabra a usar (cese de expediciones al Himalaya, por ejemplo), a mi parecer es tiempo de asomarse con un poco más de fuerza a esos escritos de gente que "piensa con los pies", como dice el colombiano Andrés Hurtado García. Y piensa con los pies porque al menos los pies lo llevan a algún lado y ese ir y venir es lo que le da sustento a una forma de vida, le confiere un sentido. Por eso hemos incluido en este número del boletín una reseña del libro de Reinhold Messner "Mover montañas. El credo de un explorador de los límites de lo desconocido". Más que hundirse en los pesares de cada expedición y en los sopores de la fama, hay que adquirir el suficiente sentido de la vida para adquirirle a cada acción que realizamos un sentido que nos lleve a poder vivir satisfactoriamente.

¿Tiene algo que ver la guerra con el montañismo? Por supuesto: el montañismo, como práctica, ha demostrado ser lo suficientemente fuerte como para superar los problemas de los directivos de una empresa y, por supuesto, ha corregido muchas vidas. ¿Por qué no asomarnos a lo que el montañismo nos puede decir en este momento en que todo el mundo está incierto? La fuerza de la vida no está en la muerte, sino en cada minuto que se la vive. Y el montañismo es una fuerza creadora que vale la pena usar, aunque sea de refuerzo, aunque sea de segunda mano.


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