¡Avante! Nuestra canoa impulsada por cuatro remeros y
a favor de la corriente, se deslizó sobre las aguas del
rÃo, veloz como una flecha, mientras las sombras del
crepúsculo invadÃan el paisaje.
Deseosos de impresionar a los grupos de curiosos que se habÃan
congregado en las orillas para vernos partir, toda la tripulación,
incluyendo a Revilla el patrón de la nave, remamos vigorosamente
para llevar la canoa a la máxima velocidad.
De pronto, nuestro bajel chocó contra un obstáculo
invisible y elástico, era una lÃnea, o sea una
larga cuerda resistente que los pescadores acostumbraban atravesar
en el rÃo y bajo el agua para suspender sus anzuelos.
La cuerda se distendió increÃblemente como un
arco y luego, sin romperse, saltó sobre la proa y chocó
contra mi cara haciéndome extender sobre la espalda horizontalmente
para no ser arrastrado hacia fuera, luego instintivamente, con
el canalete que llevaba en la mano boté la cuerda que
saltó encima de Revilla cayendo sobre Palomé quien
a su vez repitió exactamente la misma maniobra que yo
habÃa hecho y DÃas, inclinándose, logró
esquivarla hacia la popa, donde desapareció nuevamente
dentro del agua.
Todo lo anterior se efectuó en una fracción de
un minuto y pudo habernos causado una gran catástrofe
, pues nuestra canoa iba cargada hasta las bordas, y al escorar
se hubiera volteado muy fácilmente, haciéndonos
perder equipo indispensable para el viaje.
Ahora, terminado el fugaz incidente, la navegación reasume
su ritmo plácido. La noche tropical, embrujadora y bella
ha constelado el cielo de luceros diamantinos, la brisa es tibia
y perfumada, nuestros reflectores de cacerÃa barren la
oscuridad con haces luminosos y hacen brillar docenas de ojos
como brasas que se encienden por todas partes, en el agua, por
el aire, sobre el fondo de la selva que se recorta en las orillas
como un informe manchón obscuro destacándose sobre el cielo.
Brillan los ojos de luz azulada, otros de luz rojiza o bien
de tonalidad blanca, de acuerdo con su fulgor y la distancia,
entre ellos se podrÃa identificar, siendo cazador experto,
la gran variedad de animales que bajan por la noche al rÃo
a beber agua, venado, tejones, tlacuaches. Nosotros no somos
avezados y preferimos no disparar, además vamos un tanto
preocupados, pues nos dijeron que adelante, en un punto denominado
"La Herradura" el rÃo forma rápidos
y existen muchos troncos de árboles asomando apenas a flor de agua.
Para reducir el tiempo del viaje nos hemos decidido a bogar
en lo sucesivo hasta media noche en turno de dos remeros, mientras
dos duermen acurrucados en sus asientos o bien descansan.
Mientras hundo mi canalete rÃtmicamente dentro de la
obscura corriente y el chapoteo del agua sobre la proa pone
un murmullo monótono en el silencio de la noche, contaré
a ustedes algo de esta excursión original.
Vamos a bordo de esta hermosa canoa india hecha de duraluminio,
cuatro camaradas de montaña: Lavier Revilla, Fernando
DÃaz, Carlos Palomé y el que esto escribe, hemos
trocado nuestros arreos de alpinistas por el equipo de selva,
en la proa de nuestra nave va la artillerÃa pesada: escopetas
de calibres 12 y 16, en la proa va la artillerÃa ligera:
rifles 0.410 y 22, traemos un surtido completo de anzuelos,
curricanes, hamacas, machetes, arpones y otras muchas cosas
que serÃa prolijo enumerar. Hicimos el viaje desde México
hasta el kilómetro 443 de la carretera Laredo en automóvil
y desde allà transportamos "a pulso" toda la
impedimenta por un tramo de dos kilómetros hasta las
fuentes donde nace el hermoso rÃo selvático RÃo
Coy. AllÃ, en la penumbra de una selva de gigantescos
bambúes hicimos nuestro primer campamento. Ese lugar
es de una belleza y encantos indescriptibles, el rÃo
describe una curva cerrada con sus lÃmpidas y cristalinas
aguas de color verde jade entre una vegetación lujuriosa
y paradisÃaca, el bosque tiende un palio de verdor sobre
las aguas profundas y frescas.
Desde ese sitio navegamos rÃo abajo todo el curso del
rÃo Coy hasta su confluencia con el RÃo Tampaón
y después por éste último hasta la Villa
de TaquÃn, de donde acabamos de salir hace unas horas,
hemos recorrido aproximadamente unos 100 kilómetros de
vÃa fluvial y calculamos que nos hacen falta recorrer
otros 200 kilómetros más. Aunque estos rÃos
son abundantes en peces no hemos pescado más que unos
pequeños pescaditos como sardinas, pues somos totalmente
inexpertos en este arte, sin embargo en la cacerÃa no
nos ha ido tan mal, cuando menos hemos tenido suficiente carne
fresca para alimentarnos durante todo el camino. Hasta estos
momentos llevamos 3 dÃas de navegación y la corriente
es muy rápida, y conforme nos acercamos al mar se va
haciendo más y más lenta, por eso es que nos hemos
visto precisados a bogar dÃa y noche para completar el
recorrido en el plazo de 15 dÃas que nos hemos fijado.
Como ya es hora de terminar la jornada, nos acercamos silenciosamente
a la orilla buscando con nuestras linternas de cazador un lugar
propicio para atracar, generalmente las márgenes son
lodosas y la maleza está infestada de nauyacas y plagas
de insectos, como pinolillos, conchudas y anopheles.
A golpe de machete abrimos un claro entre las hierbas y colgamos
nuestras hamacas de los árboles más próximos
y en unos momentos más estaremos roncando a pierna suelta
con las armas listas el alcance de la mano.
Hemosllegado al rancho de "La Puntilla" en el sitio
donde el RÃo Tampaón se une con el rÃo
Moctezuma para formar el caudaloso rÃo Pánuco,
a la luz bermeja del crepúsculo vesperal los tres rÃos
simulan una gigantesca "i griega" de plata incandescente.
Aquà la margen del Sur es ya Estado de Veracruz, mientras
que al norte todavÃa es San Luis PotosÃ, en los
árboles del bosque se escucha la alegre algazara de bandadas
de loros de gran tamaño y de cabeza amarilla, vuelan
casi siempre en parejas de macho y hembra y me informan que
su fidelidad es proverbial, son los famosos y parlanchines loros huastecos.
Antes de llegar a este lugar, al pasar por un sitio denominado
Gargaliote, la escolta armada de sátrapa de la región
nos marcó el alto para interrogarnos, nos dijeron que
afortunadamente para nosotros el magnate estaba ausente de sus
inmensas posesiones y podÃams seguir el viaje, pero que
él era muy delicado y no le gustaba que nadie pasara
por su rÃo. ¡Vaya suerte que no lo encontramos!
Toda esta zona es feraz y rica en agricultura y ganaderÃa,
vimos uno de los sementales zebú [sic] que vinieron del
Brasil y que nos trajeron el regalo de la fiebre aftosa, estaba
valuado en la friolera de veinte mil pesos. De aquà en
adelante navegaremos por un rÃo más civilizado,
ya hay lanchas de motor y pronto estaremos en plena región
petrolera, la más importante del paÃs, en chalanes,
remolcadores y... grandes manchas de aceite sobre las aguas.
Estamos ya al principio de nuestro octavo dÃa de navegación,
hemos pasado por la población de Pánuco, Ver.,
importante centro petrolero y anoche dormimos en Punta Arenas,
nos icen que el mar está a unos veinte kilómetros.
Ahora la corriente es negativa, pues tenemos la marea ascendente,
para el colmo tenemos además viento de proa, sin embargo
las excelentes cualidades marineras de nuestra embarcación
aún nos permiten avanzar a fuerza de canaletes.
Ayer estuvimos otra vez a punto de zozobrar, Ãbamos
al pardear la tarde esquivando el oleaje que producÃa
una gran lancha de motor que remontaba la corriente cuando oÃmos
un chapoteo de agua como el producido por el golpe de la hélice
de una lancha, entre la semiobscuridad que reinaba no acabamos
de ver ningún bote, cuando de pronto el agua se encrespó
repentinamente amenazando con inundar la canoa, perplejos y
desconcertados no atinábamos qué hacer, cuando
a la luz de una linterna vimos a pocos metros a proa un enorme
borbollón como un remolino, rápidamente, todos
a la vez, remamos con furia para sortear el peligro y aunque
embarcando algo de agua logramos esquivar el obstáculo.
Posteriormente supimos que se trataba de un antiguo pozo de
petróleo que ahora arroja agua salada y que antiguamente
se encontraba a la orilla del rÃo, y éste al cambiar
su cauce lo cubrió quedando al centro de la corriente;
por lo visto seguÃamos disfrutando del favor de los dioses.
Ahora hemos alcanzado a un remolcador de marcha lenta, pues
va empujando un gigantesco chalán que lleva 8,000 barriles
de agua dulce a la única compañÃa petrolera
que no afectó la expropiación cardenista, o sea
la Mexican Gulf Co., esta agua la necesita, pues ya toda
la del rÃo es salada y no hay pozos de agua dulce, la
tripulación del remolcador nos invita insistentemente
a pasar a bordo, cosa que hacemos con beneplácito, como
ya vamos llegando al Puerto de Tampico, sacamos la canoa sobre
la cubierta del chalán para limpiarla, asà como
todo nuestro equipo, al anochecer arribamos al muelle fiscal,
donde queda terminada nuestra travesÃa por el rÃo,
el mar está a pocos pasos.
NOTAS FINALES
Lo más interesante y hermoso de todo el recorrido fué
el rÃo Coy, especialmente el lugar de su nacimiento.
Abunda la pesca y la caza, toda el agua de este rÃo es
limpia, fresca y su cauce es profundo.
El recorrido total del viaje sobre agua fué de unos
300 kilómetros, los puntos principales de abastecimiento
son Villa TaquÃn a los primeros cien kilómetros
y Pánuco, Ver., aproximadamente a los 200 kilómetros.
El recorrido de la travesÃa fluvial fue de ocho dÃas,
y la duración total del viaje fué de doce dÃas,
el tiempo neto de navegación fué de unas 65 horas.
No se llevó motor y la distancia se cubrió a fuerza
de bogar y aprovechando la poca corriente del rÃo.
Dificultades: ninguna.
Dificultades menores: calor intensÃsimo, palizadas sobre
el rÃo (muy pocas); plagas de insectos; escasez de buenos
sitios para pernoctar; pocos lugares de aprovisionamiento. Esta
excursión fué realizada en un ciento por ciento
dentro del programa marcado de antemano, sin el menor incidente
desagradable y con el máximo de organización,
fué lograda exclusivamente por el gran espÃritu
de sacrificio y cooperación que mostraron todos los concurrentes,
y puede considerarse sin exageración como una expedición
perfecta.
Deseo hacer resaltar el interés enorme desplegado por
el Ingeniero Javier Revilla para llevar a cabo la excursión
y la gran tarea de ayuda y cooperación del gran amigo
y mejor compañero Carlos Palomé que efectuó
durante todo el viaje.
© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
16, enero 16 de 1951. Páginas 6-9.