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Montañismo y Exploración
MONTE WIHTNEY, CARA ESTE
15 marzo 2001

…casi encima, teníamos al Monte Whitney; a la izquierda la Keller Needle y a la derecha, después de una gran muralla, al Monte Russell, donde también hay algunas rutas de escalada en su cara sureste







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Cuando amaneció completamente el día 24 de septiembre y por fin pude distinguir la silueta de la High Sierra, y cada vez más cerca al Monte Whitney, comprendí que todos los contratiempos que habíamos tenido antes de llegar aquí habían perdido toda importancia. Ahora estábamos en el estado de California después de haber viajado durante siete días y dentro de dos más estaríamos escalando la pared este del Whitney. Llegamos ese mismo día a Lone Pine, el último poblado en nuestro itinerario, en el cual compraríamos el resto de nuestras provisiones. De ahí parte el camino que nos llevaría al Whitney Portal, lugar desde el cual iniciaríamos el acercamiento a la base de la pared.

Después de dar aviso a las autoridades del parque, arreglar el equipo y las provisiones que llevaríamos,
salimos por la mañana del día 25. Nuestra idea
era hacer el recorrido en un día; caminamos por una
media hora por una amplia vereda que lleva a la cumbre pero
nosotros subimos directo por una cañada empinada por
la cual corrían las últimas aguas del deshielo
fundidas por el fuerte sol de la temporada. Después,
donde termina la vegetación, teníamos que saltar,
subir y bajar por grandes bloques de granito para continuar
por interminables morrenas. El peso de nuestras mochilas era
casi demasiado, así que vivaqueamos esa noche en el
último collado. Al otro día, con un hermoso
sol, llegamos al lago de la cara este. Ahí, protegido
por grandes bloques, instalamos nuestro campamento base.

El paisaje era impresionante: enfrente, casi encima, teníamos
al Monte Whitney; a la izquierda la Keller Needle y a la derecha,
después de una gran muralla, al Monte Russell, donde
también hay algunas rutas de escalada en su cara sureste.
No había vegetación alguna, sólo el frío
y el azul lago, las imponentes paredes y el fuerte viento.
Ese día nos ocupamos de arreglar el equipo y las raciones
de comida que llevaríamos a la pared: granola, chocolate,
pan, palanquetas de cereal, miel y crema de cacahuate.

Al otro día muy temprano, salimos dos cordadas; una,
formada por Bernardo y Eleazar, atacaría la arista
del lado izquierdo comenzando en la base; por el centro de
la pared, empezando desde la llamada Primera Torre, iríamos
Gerardo, Jorge y yo. El día estaba despejado y el sol
calentaba al granito y a nosotros. Veía a mis compañeros
de cordada y me daba cuenta que su ánimo y decisión,
como los míos, eran los adecuados.

Subíamos con el sistema de seguro progresivo; así,
mientras el segundo aseguraba al puntero, el tercero subía
con jumars con el equipo restante. El plan era escalar la
pared de 500 metros, con una dificultad de 5.9 y vivaquear
en la cumbre el mismo día. Sin embargo, al atardecer
nos encontrábamos buscando una repisa donde pudiéramos
dormir porque nos habíamos retardado mucho. La que
encontramos no era muy grande, así que los tres cupimos
muy apretados, pero nos sirvió estar cerca uno de los
otros para contrarrestar un poco el frío. Durante toda
la noche cambiamos de posición y llegamos a la conclusión
de que el granito era en realidad duro. La noche se alargó
como ninguna otra a menos 12 grados Centígrados y sin
bolsa de dormir.

Horas interminables después, frente a nosotros y por
encima del desierto, comenzaba a amanecer. El juego de colores
y formas tan maravillosas me hicieron olvidar el dolor de
cabeza que me causaba al masticar lo último de mi ración
endurecida por el frío. Conforme salía el sol,
el ánimo y las fuerzas volvían a nosotros y
más todavía cuando escuchamos a Eleazar que
nos gritaba para animarnos.

Después de hacer una pequeña travesía
y escalar un poco, pude ver por encima de mí a Eleazar.
Yo escalaba lo más rápido que podía y
protegía poco, pues la vertical se había acabado
y cuando el largo de cuerda terminó ya había
llegado a una repisa. Luego, enredé mi cuerda y seguí
hacia la cumbre caminando. Fue entonces que acabé por
comprender por qué estaba ahí y por qué
poca gente comprende nuestro deporte.

Una vez registrados en la bitácora que existe en el
refugio, regresamos al campamento, donde Sergio y Eduardo
Mosqueda nos esperaban para salir hacia la Keller Needle.
Habíamos realizado el primer ascenso mexicano por la
ruta directa de la cara este del Monte Whitney.



La escalada fue realizada el 26 y 27 de septiembre de 1981 por Fabio Flores, Jorge Soriano y Gerardo Castelazo, miembros del Grupo de Escalada de la UNAM.





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