Cuando amaneció completamente el dÃa 24 de septiembre y por fin pude distinguir la silueta de la High Sierra, y cada vez más cerca al Monte Whitney, comprendà que todos los contratiempos que habÃamos tenido antes de llegar aquà habÃan perdido toda importancia. Ahora estábamos en el estado de California después de haber viajado durante siete dÃas y dentro de dos más estarÃamos escalando la pared este del Whitney. Llegamos ese mismo dÃa a Lone Pine, el último poblado en nuestro itinerario, en el cual comprarÃamos el resto de nuestras provisiones. De ahà parte el camino que nos llevarÃa al Whitney Portal, lugar desde el cual iniciarÃamos el acercamiento a la base de la pared.
Después de dar aviso a las autoridades del parque, arreglar el equipo y las provisiones que llevarÃamos,
salimos por la mañana del dÃa 25. Nuestra idea
era hacer el recorrido en un dÃa; caminamos por una
media hora por una amplia vereda que lleva a la cumbre pero
nosotros subimos directo por una cañada empinada por
la cual corrÃan las últimas aguas del deshielo
fundidas por el fuerte sol de la temporada. Después,
donde termina la vegetación, tenÃamos que saltar,
subir y bajar por grandes bloques de granito para continuar
por interminables morrenas. El peso de nuestras mochilas era
casi demasiado, asà que vivaqueamos esa noche en el
último collado. Al otro dÃa, con un hermoso
sol, llegamos al lago de la cara este. AhÃ, protegido
por grandes bloques, instalamos nuestro campamento base.
El paisaje era impresionante: enfrente, casi encima, tenÃamos
al Monte Whitney; a la izquierda la Keller Needle y a la derecha,
después de una gran muralla, al Monte Russell, donde
también hay algunas rutas de escalada en su cara sureste.
No habÃa vegetación alguna, sólo el frÃo
y el azul lago, las imponentes paredes y el fuerte viento.
Ese dÃa nos ocupamos de arreglar el equipo y las raciones
de comida que llevarÃamos a la pared: granola, chocolate,
pan, palanquetas de cereal, miel y crema de cacahuate.
Al otro dÃa muy temprano, salimos dos cordadas; una,
formada por Bernardo y Eleazar, atacarÃa la arista
del lado izquierdo comenzando en la base; por el centro de
la pared, empezando desde la llamada Primera Torre, irÃamos
Gerardo, Jorge y yo. El dÃa estaba despejado y el sol
calentaba al granito y a nosotros. VeÃa a mis compañeros
de cordada y me daba cuenta que su ánimo y decisión,
como los mÃos, eran los adecuados.
SubÃamos con el sistema de seguro progresivo; asÃ,
mientras el segundo aseguraba al puntero, el tercero subÃa
con jumars con el equipo restante. El plan era escalar la
pared de 500 metros, con una dificultad de 5.9 y vivaquear
en la cumbre el mismo dÃa. Sin embargo, al atardecer
nos encontrábamos buscando una repisa donde pudiéramos
dormir porque nos habÃamos retardado mucho. La que
encontramos no era muy grande, asà que los tres cupimos
muy apretados, pero nos sirvió estar cerca uno de los
otros para contrarrestar un poco el frÃo. Durante toda
la noche cambiamos de posición y llegamos a la conclusión
de que el granito era en realidad duro. La noche se alargó
como ninguna otra a menos 12 grados CentÃgrados y sin
bolsa de dormir.
Horas interminables después, frente a nosotros y por
encima del desierto, comenzaba a amanecer. El juego de colores
y formas tan maravillosas me hicieron olvidar el dolor de
cabeza que me causaba al masticar lo último de mi ración
endurecida por el frÃo. Conforme salÃa el sol,
el ánimo y las fuerzas volvÃan a nosotros y
más todavÃa cuando escuchamos a Eleazar que
nos gritaba para animarnos.
Después de hacer una pequeña travesÃa
y escalar un poco, pude ver por encima de mà a Eleazar.
Yo escalaba lo más rápido que podÃa y
protegÃa poco, pues la vertical se habÃa acabado
y cuando el largo de cuerda terminó ya habÃa
llegado a una repisa. Luego, enredé mi cuerda y seguÃ
hacia la cumbre caminando. Fue entonces que acabé por
comprender por qué estaba ahà y por qué
poca gente comprende nuestro deporte.
Una vez registrados en la bitácora que existe en el
refugio, regresamos al campamento, donde Sergio y Eduardo
Mosqueda nos esperaban para salir hacia la Keller Needle.
HabÃamos realizado el primer ascenso mexicano por la
ruta directa de la cara este del Monte Whitney.
La escalada fue realizada el 26 y 27 de septiembre de 1981 por Fabio Flores, Jorge Soriano y Gerardo Castelazo, miembros del Grupo de Escalada de la UNAM.