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Montañismo y Exploración
Los misterios del Amazonas
1 agosto 2001

La enorme extensión que es el Amazonas es abordada por un fotógrafo que en cuestión de un par de horas se ve obligado a vivir con un grupo étnico del que se sabe poco. Después de verse liberado por una inundación y la aparición de un avión que sobrevuela el río, Loren McIntyre hace una exploración por la que es conocido: el descubrimiento de la fuente más lejana del Amazonas, situado en los Andes y que hace de este el río más largo del mundo.







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Petru Popescu. Los misterios del Amazonas. Plaza y Janés / Muy Interesante (Colección Saber Más), Barcelona. 1991. 396 páginas. ISBN: 84-01-24056-5.

 

Los primeros exploradores de Sudamérica fueron los indios.

Loren McIntyre

Loren McIntyre, fotógrafo de profesión, había leído acerca de los mayorunas, un grupo de indios del Amazonas que poca gente había visto y que tenían apariencia felina. Montado en un avión y dejado solo a la orilla del río, McIntyre permanece en la selva en espera del encuentro con los indios escurridizos de los cuales piensa hacer un gran reportaje. Su suerte es tal que a los pocos días, los mayorunas se presentan: "Se movían lentamente y hablaban a un volumen normal. La lentitud es la clave con los nativos. Lo mismo que el ruido. Los enemigos, no los amigos, se mueven rápidamente y en silencio. Tenían que demostrar que no eran enemigos." (p. 35)

"Hace setenta y cinco años, quizás en este mismo lugar, un viajero norteamericano vio a unos caucheros peruanos viajar [río] Yavarí arriba en busca no sólo de caucho, sino también de mujeres mayorunas. Tales incidentes eran comunes por aquella época: a aquellos toscos hombres no les importaba en absoluto llevarse consigo a las muchachas nativas de los poblados que atacaban y la mayoría de las veces incendiaban... En todo momento, los mayorunas eran la tribu que huía, que desaparecía. Hasta que las [avionetas] Harriets les hablaron desde el aire, se creía que habían desaparecido por completo, que eran una cultura fósil, una víctima certificada de la invasión."Y ahora aquí estoy, intentando encontrarme con ellos. De hecho, ya me he encontrado con ellos." (p. 46)

Ese pequeño encuentro lo lleva a seguirlos selva adentro fotografiándolos con sus cámaras y unos pocos rollos de reserva y cuando se da cuenta, está lejos de su lancha, de su campamento y los mayorunas no tienen intención de regresar a dejarlo ahí. Sus explicaciones en varias lenguas se quedan en el vacío mientras los indios siguen caminando "selva adentro". McIntyre decide seguirlos porque se sabe incapaz de sobrevivir en la selva solo.

"Una hora antes del anochecer, fue adoptado por una familia de cuatro que le ofreció el uso de una hamaca en su choza" (p. 76) y ahí comienza un periodo nuevo para McIntyre: su transformación en indio en un lapso de tiempo indefinido. Sus vivencias corren sin tiempo, sin esperanza de regresar desde ese encuentro hasta la total aceptación por parte de los indios, pasando incluso por una captura que lo desequilibra como hombre occidental:

"Estaba atado de pies y manos. Inmovilizado como un pecarí colgado cabeza debajo de una lanza. Esto era una captura del tipo más definitivo, era una esclavitud al gran verdor salvaje, e indudablemente los miembros de la tribu que le rodeaban estaban tan esclavizados como él a aquel denso, asfixiante, implacable verdor. Pero a ellos no les importaba. Ese pozo verde dentro del cual avanzaban tan deliberadamente era su meta, su liberación." (p. 91)

Adoptado, aprende lentamente lo que es su nueva familia, pero una ocasión una gran lluvia cae y los separa.

"La balsa respondía de algún modo al remar con sus manos, más difícilmente hacia un lado si intentaba dirigirla en la otra dirección. Podía intentar regresar a su nueva familia, pero quizá la confusión de la lluvia fuera su oportunidad de escapar. Sopesó rápidamente el riesgo de seguir adelante y ser perseguido: en una persecución, los indios podían avanzar por entre los árboles mucho más rápido que cualquier embarcación movida por remos río abajo. Pero ahora ese riesgo se vería impedido por la gran distracción de la crecida. Con un nudo de tensión en su garganta, sus cansados sentidos completamente alertas, se dio cuenta de que había optado ya por escapar." (p. 233)

En esa crecida que lo hace regresar al río y de ahí a la civilización —varios días después lo rescata un avión de la armada peruana— pierde todo el material fotográfico que había llevado consigo y que era la única prueba de su estancia entre los mayorunas. Como a Marco Polo en su tiempo, poca gente cree lo que narra.

La segunda parte del libro es la que trata del hallazgo de la Fuente del Amazonas, es decir: aquel lugar de agua permanente más alejada de la desembocadura del río. "Después de la conquista de los españoles, las fuentes habían sido vueltas a descubrir un cierto número de veces, empezando en 1707 cuando el padre Samuel Fritz, un misionero jesuita, había seguido corriente arriba el Marañón y hallado un soberbio lago en la cordillera de Huayhuash, conocido localmente como Lauricocha... El padre Fritz había decretado que el lago Lauricocha era la fuente última del Amazonas, y esa afirmación seguía figurando todavía en un cierto número de mapas contemporáneos." (p. 262)

Hasta entonces, se tenía al Nilo como el río más largo del mundo. McIntyre, apoyado por la National Geographic Society y con la ayuda de amigos peruanos, busca en las alturas de los Andes y logra encontrar un lago que aún en las fotografías de satélite de los años de mayor sequía permanece lleno. Transportados en una camioneta, llegan a un punto desde el cual pueden ver el inicio de un gran río:

"Aquel era el Apurímac, el Señor Oráculo, el Gran Hablador. Silencioso ahora, caería a los cañones de la cordillera oriental y herviría allá abajo, convertido en [...] incontenible corriente... Los incas se atrevían a cruzarlo sólo mediante puentes suspendidos de otro tipo de recia hierba llamada cholla, reparados y rededicados cada año para conseguir el favor del dios del río. Su curso era el límite natural del reino original inca antes de que este reino creciera hasta convertirse en un imperio, y era la matriz de una mitología aún viva entre las fortalezas de habla quechua de los Andes. Era el vínculo entre las lágrimas de la luna y la tierra. Era el Apurímac." (p. 319)

El 15 de octubre de 1971 a las tres de la tarde, McIntyre y sus amigos llegan a u lugar desde el cual pueden ver un lago "a unos trescientos metros bajo él, casi oculto en un campo de penitentes. Una laguna, un lago de montaña. Un cuerpo de agua, agua líquida... Miró de nuevo, preocupado de que pudiera ser una alucinación. Pero el pequeño lago parecía completamente real. Un banco de nieve rodeaba su borde sudoriental, y más allá se extendía el pantanoso curso del Carhuasanta. El lago se asentaba encima de él." (p. 348)

La laguna, a 5,200 metros de altitud, no tenía nombre y ahora tiene el de su descubridor: McIntyre. Con este descubrimiento, el Amazonas obtenía oficialmente una nueva distancia: 6,680 kilómetros que Joe Kane y Piotr Chiemliski recorrieron después en balsa y kayak.



 



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