LOS HOMBRES DE LA SIERRA
1 diciembre 2001
Tratando de seguir la pista de Carl Lumholtz para recorrer toda la Sierra Madre Occidental, cuatro exploradores se encuentran, en su camino de Durango hacia Nayarit, serios problemas, de los más difíciles: los planteados por la gente del lugar.
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EL TESORO DE LA SIERRA MADRE
Con mis disculpas, Traven
Después de caminar dÃas y dÃas por la sierra, uno se olvida de casi todo lo que es el mundo civilizado. La ropa se va tornando sucia y el cuerpo suda, se baña con rÃo o lluvia y vuelve a sudar. Lo mejor es bajar el peso de la mochila, pero tiene un grave inconveniente: la comida se agota. Entonces hay que comer como lo hace la gente de la sierra: tortillas y frijoles, café y, si acaso, huevo. Eso es todo.
Las lluvias iban llegado adonde nosotros pisábamos tierra. "¿Cómo ha estado el tiempo?" "Apenas ayer fue el primer dÃa que llovió", y de repente nos encontramos en un pueblito pequeño: Aguacaliente, En casa de un hombre sonriente: Juan Manuel Parra. ¿Profesión? Bueno.. hacÃa de todo pero habÃa sido gambusino desde niño, un auténtico buscador de oro como en los viejos tiempos en que las grandes compañÃas no habÃan abarcado las principales vetas. Y el resto también.
A pesar de ese monopolio de terrenos, todavÃa hay suficiente oro como para que un gambusino solitario pueda sobrevivir. "Hay que andar por la sierra y buscar bien. Se lleva uno su cuernito, su martillo y con eso ya se puede encontrar oro". ¿Asà de fácil? ¡No podÃa ser cierto! "Si quieren les hago un ensayito [asà hablaba: en diminutivo] ahorita, al fin que hay piedras que traje de una de mis minas." Por supuesto que quisimos.
Caminamos cien, doscientos metros más allá de su casa, en dirección al arroyo, ahà donde todo el murmullo del agua inundaba los cantos de las aves. Ruido que no podÃa pasar desapercibido. TenÃamos que hablar con voz muy fuerte para entendernos. De repente, la vimos: una rueda de cinco metros de diámetro, toda de madera. ParecÃa una de esas hélices de propulsión de los barcos antiguos: una en cada lado. Asà era. Por encima de ella, un canal (también de madera) por donde bajaba agua desde otro arroyo y caÃa sobre la rueda. Entonces se movÃa, la hacÃa girar, añadÃa otro ruido al ruido: una especie de lamento ronco de la madera.
Don Juan Manuel y nos explicó que él la habÃa hecho solo, con sus manos. HabÃa tardado dos meses en terminarla. ¿La madera? SÃ, habÃa tenido que buscarla en el monte, cortarla y hacer tablones a base de motosierra. Limpiar el lugar de yerbas, hacer el canal desde el arroyo... hasta que vio a su "tauna" funcionar vuelta tras vuelta para el fin por el que la habÃa construido. Sin tomar mucho en cuenta su creación, se acercó a un montón de piedras y comenzó a elegir algunas mientras hablaba:
"Se tienen que escoger las de color más violeta para hacer el ensayito". Yo tomé una de ellas del montón y me dijo: "qué buen ojo tiene: ésa es de las mejores". La revisé por todos lados: a lo largo de los años habÃa encontrado cientos de esas rocas en la sierra. Se lo di. Por supuesto, el gambusino sabÃa elegir la roca a primera vista. Después de 45 años de andar revisando los montes en busca de plata y oro, él ya sabÃa cuáles eran mejores. Recordé a Traven y "El tesoro de la Sierra Madre". Esa novela se desarrolla en el estado de Durango y en una zona aislada donde sólo hay indios. Bueno: a principios de siglo XX, aquà habÃa prácticamente sólo indios. No. DebÃa dejar de lado las extrapolaciones y atender a la explicación.
"...se toma un martillito y se hacen polvo..." Y mientras decÃa, hacÃa. Uno se sentÃa tentado a creer que las rocas elegidas eran suaves porque se hacÃan terroncitos de polvo con un par de golpes del martillo. Pero yo habÃa tenido una en la mano y no eran suaves. El sudor por la frente de don Juan Manuel descubrió el esfuerzo que su brazo hacÃa. Golpe, golpe, golpe, en una selva verde rodeada de cantos y murmullos de agua. Oro.
Cuando las rocas estuvieron hechas polvo, quitó los fragmentos más grandes: ésos no le servÃan para el "ensayito". Quedaba sólo el polvo más fino, un poco más grueso que arena de playa. Tomó su "cuernito" y puso el polvo ahÃ. Era un cuerno de vaca que habÃa sido tratado para que tuviera la forma de un recipiente alargado. Le pregunte cómo lo habÃa hecho. "Es fácil, sólo se tiene el cuerno y se le va dando la forma poco a poco". "Poco a poco" querÃa decir dÃas.
Fuimos al arroyo y nos dijo que nos acercáramos. Tomó el cuerno y lo sumergió en el agua. Lo sacaba para revolver la tierra con sus dedos. Meneaba todo y dejaba caer lentamente el agua por un extremo del cuerno. Otra vez al agua. Pronto no quedó en el recipiente más que un pedacito de polvo. Dejó de meterlo al agua pero el agua siguió llegando a través del escurrimiento de sus dedos. Una vez, otra, otra... El movimiento se hacÃa cada vez más lento hasta que parecÃa imperceptible de no ser por el movimiento del agua.
De repente se detuvo. "Miren: el polvito amarillo que está debajo, es el orito". Nos acercamos uno a uno. SÃ: habÃa un polvo amarillo. Oro. ParecÃa fácil el proceso pero habÃa sido mucho trabajo para el rendimiento que se daba: de un montón de piedras del volumen de los dos puños cerrados y juntos, sólo habÃa quedado lo que en cocina se llama "una pizca" de arena y apenas unos cuantos brillos de oro. ¡Vaya cuerno de la abundancia!
Â?Asà se hace un ensayito. Se puede encontrar oro. Uno va por el monte y si trae el cuernito se puede hacer el ensaye a cualquier piedrita. Asà se descubren las minas. Yo tengo tres. Una es mÃa y las otras dos las tengo con socios diferentes. Pero apenas estamos en el "denuncio". Uno tiene que irse al cerro, hacer sus ensayitos donde uno crea, ¿verdad? Y si a uno le conviene, entonces se levantan mojoneras como las que hacen los ingenieros pa medir la tierra. Luego se va uno a Durango para hacer el "denuncio" a las autoridades [SecretarÃa de Minas]. Tiene uno que llevar muestras del mineral para que sepan qué "ley" tiene.
"Esto cuesta dos mil pesos [aproximadamente 250 dólares] y después de un tiempo, los de Minas envÃan a un ingeniero a levantar un plano del terreno, gasto que tiene que pagar el gambusino, desde la transportación hasta la comida y el hospedaje, que en esto último nunca hay problema siempre y cuando se atengan a lo que ellos mismos comen, pero rascar la existencia para conseguir dinero y hacer venir a un ingeniero es otro asunto. Pero al final, termina llegando y uno anda con el ingeniero y lo lleva de un lado al otro para que haga su trabajito. Luego se va y después de tiempo le llega a uno un tÃtulo de exploración que sólo dura tres años. En ese tiempo, uno debió haber trabajado el terreno que denunció para saber si renueva el tÃtulo.
"Entonces tiene que volver a hacer otra vez todo, como si nunca lo hubiera hecho. Y viene otro tÃtulo por tres años. Pero como nadie quiere andarse en esto toda su vida, se usa de las amistades, se da dinero por aquà y por allá y en vez de conseguir el tÃtulo de exploración le dan a uno el de "Propiedad", que dura 25 años."
Cosa rara: el costo de tÃtulo de propiedad es menor que hacer la segunda denuncia, pero con el dinero dado "por aquà y por allá", se va emparejando a la larga.
�Lo que se saca de las minas no es mucho, pero siempre sirve para el "gasto". Nadie se vuelve millonario con ser gambusino. A veces alguien da con un filón, pero son pocos y muy a veces. De todos modos no se deja de trabajar porque es un trabajo como cualquier otro. Siempre tenemos qué comer, porque también tengo mi labor, pero no dejamos las minas. Esta es la manera como nosotros los gambusinos nos ganamos la vida.
¿Un trabajo que promete? Es posible, pero también es muy pesado. Hay que ser constantes, fuertes, tener raÃces echadas en el fondo de la tierra para no renunciar después de años en que se obtiene apenas un poco de oro. El precio por gramo es de $60.00 pesos actualmente [1997] y eso si se trata de oro de buena calidad. Cien kilos de rocas de buena calidad rinden aproximadamente 20 gramos de oro si la ley del mineral es buena.
¿Cómo se obtiene el oro en cantidades grandes? Lo que habÃa sacado a fuerza de golpes lo habÃa echado de nuevo junto a las piedrecillas de donde habÃan salido. Bueno, para eso existÃan las "taunas". La rueda accionada por la caÃda del agua hacÃa girar un molino. Tres grandes piedras de rÃo giraban durante horas y horas. Después de un dÃa o dos, el material que se hubiese echado en la tauna era arena mucho más fina de lo que el gambusino con sus manos habÃa hecho a golpe de martillo. Entonces se detiene el molino (se dirige a otro lado el chorro de agua que cae) y se aplica el mercurio en forma de azogue.
Â?El mercurio es lo único que hace que el oro se quede pegado y no se vaya con la arenita. Se Hace una bola y ya está. Luego, para separar el mercurio del orito se pone al fuego aquÃ.
Y nos mostró un recipiente que habÃa diseñado y construido él. AhÃ, sobre una parrilla pequeña se ponÃa el oro con azogue, se metÃa dentro del recipiente, se le ponÃa agua a la parte de abajo y se cerraba completamente. Se hacÃa una "gran lumbre" bajo la cual el contenedor se hallaba. El oro quedaba arriba en forma de una bolita y el mercurio se iba al agua para poder ser utilizado de nuevo.
La plática sobre el oro, las montañas, los pueblos, el oro, la graduación de la primaria que habÃa sido por la mañana y a la cual habÃamos sido invitados y asistido, la lejanÃa de toda ciudad... Llevábamos muchos dÃas caminando y cada vez nos alejábamos más de los caminos, de las camionetas o camiones. Estábamos por entrar a un mundo del que no tenÃamos la más mÃnima idea: la tierra de los tepehuanes, un grupo indÃgena que en tiempos de la Nueva España habÃa hecho cimbrar todas las poblaciones de españoles e incluso habÃan llegado a ser una fuerte amenaza para el virreinato. Ahora son... ¿qué son ahora? Sólo caminando lo sabrÃamos. Dejábamos atrás el mundo del mestizo donde el oro tenÃa gran validez.
"El tesoro de la Sierra Madre" de Traven seguÃa existiendo en la sierra y nos habÃa tocado escucharlo y verlo en persona de un gambusino: Juan Manuel Parra. Nos despedimos y caminamos sobre una vereda hacia el gran rÃo San Diego.
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