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Montañismo y Exploración
LA MONTAÑA Y LA WILDERNESS
1 abril 2001

Un análisis de los esfuerzos de conservación a lo largo de la historia con una interesante conclusión.







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INTRODUCCIÃ?N
La palabra Wilderness, de difícil traducción al castellano, quiere reflejar el concepto de naturaleza en estado puro o salvaje, sin modificación por la intervención humana. En el pensamiento de la ecología y el conservacionismo la elaboración teórica de la wilderness ocupa una pequeña parte, no siendo un concepto indiscutido. En el ámbito del alpinismo tradicionalmente se supone que ha habido un interés por la preservación del medio de la montaña. Este interés se ha acrecentado notablemente en los últimos 15-20 años debido a las agresiones cada vez mayores que sufre el entorno. Queremos en estas líneas repasar el nacimiento, evolución y perspectiva de este movimiento, haciendo abstracción de circunstancias coyunturales para examinar sus fundamentos teóricos y perspectivas y examinar brevemente algunas iniciativas en defensa de la montaña.
ANTECEDENTES HISTÃ?RICOS
A pesar que comúnmente se cree que su origen es anglosajón, el concepto de wilderness surge en Europa. Nace con el final del romanticismo en el corazón de Europa, ligado a la Selva Negra alemana y a algunos pensadores de su área de influencia, aunque rápidamente emigra hacia Estados Unidos, y es allí realmente donde se desarrolla y adquiere su fuerza y su dimensión actual. En los EUA el pensamiento ecológico y de defensa del medio ambiente está muy desarrollado, y la percepción de la naturaleza de Estados Unidos y Europa tradicionalmente ha sido muy distinta, lo que explica en parte este fenómeno.
Para los primeros colonos americanos la naturaleza era un medio hostil y peligroso que se debía dominar y transformar necesariamente. Esta lucha se acaba convirtiendo en una tarea casi religiosa, pues la naturaleza salvaje es considerada un símbolo de las fuerza del mal, de la anarquía que se debe redimir y transformar. Por ello, para un pionero americano, la naturaleza forma parte de su identidad nacional, hasta el punto que termina estableciéndose una relación moral entre ella y el hombre.
Hacia mediados del siglo XIX la elite intelectual de la Costa Este americana, más desarrollada y alejada de la realidad de la naturaleza, confinada a la costa Oeste y en la América Central, acoge el concepto de la wilderness y lo empieza a desarrollar. En este contexto surge la figura de Henry D. Thoreau (1817-1862). Este pensador, perteneciente a la corriente filosófica del transcendentalismo (cuyo máximo exponente es Emerson), librepensador, sumamente crítico con la sociedad que le toca vivir, autor del influyente ensayo La desobediencia civil, escribe una de las obras fundamentales del pensamiento naturalista y wilderness, Walden. En ella relata su experiencia de huida de la sociedad y su retiro en los bosques de Walden Pond entre 1845 y 1847. Escrita en 1854 explica su relación robinsoniana con la naturaleza, su radical alejamiento del sistema de vida imperante y la desesperada búsqueda de su propia identidad. Su pensamiento es muy rico, pero ahora nos interesa destacar su función fundacional del movimiento y la manifestación que la vida natural se contrapone al materialismo utilitarista de la civilización industrial americana.
Con figuras como Thoreau, Emerson y el escritor Cooper la concepción americana de la naturaleza como algo peligroso y detestable evoluciona y pasa a convertirse en algo admirable, en un signo de su identidad, en la reivindicación de un espacio vital para el hombre: la naturaleza salvaje ya no es un lugar para domesticar, sino un espacio a preservar, en la medida en que colabora en el desarrollo de la personalidad humana, le acerca a la belleza y posibilita su felicidad. Mediante el reencuentro con la naturaleza los individuos adquieren confianza con ellos mismos, lo que posibilita su autogobierno. Por ello algunos autores afirman que América hunde las raíces de su democracia en la naturaleza, en sus bosques y extensas praderas. Esta es una de las razones por las que el movimiento de defensa de la naturaleza en América, a pesar de sus aspectos de contracultura, tiene relación con los mitos fundadores, culturales y religiosos de la nación americana, de la dimensión colectiva del proyecto de nación, de su sentido de comunidad, y por tanto la desaparición de la wilderness seria una pérdida irreparable para la nación Americana.
John Muir, montañero, conservacionista y fundador del Sierra Club, fue uno de los más importantes promotores de esta política conservacionista de la naturaleza. Para él la naturaleza salvaje es un templo, un santuario, que debe preservarse a ultranza. En 1834 en Arkansas se crea una Reserva Nacional, en 1872 se crea el Parque Nacional de Yosemite y poco después el de Yellowstone.
En Europa el panorama es bastante distinto, y la fuerza de la revolución industrial y de las revoluciones burguesas arrasa con los residuos de naturaleza salvaje que podían quedar. Marx, en su Manifiesto Comunista, no se recata en considerar reaccionario cualquier pensamiento ecologista y naturalista. En este páramo naturalístico hay algunos luces destacadas. Quiero recuperar la memoria de Elisée Reclus (1830-1905). Eminente geógrafo (compañero de Kropotkin y discípulo de Karl Ritter), teórico y practicante acérrimo del anarquismo, tiene una biografía fascinante, ya que vivió todas las convulsiones de su época en primera línea, y destaca por su idealismo, coherencia radical y perenne lucha por la igualdad social y la justicia. Para lo que ahora nos interesa hay que destacar la publicación en 1873 de un librito La Montagne.
En un momento difícil de su vida, Reclus huye a la naturaleza para descansar y rehacer su interior. Queda prendado por la montaña y se dedica a estudiarla. En este libro memorable, bellísimo, pasa revista al mundo de la montaña desde un punto de vista geográfico, naturalista, geológico y faunístico, con una prosa sobria, elegante, densa, con iluminadoras imágenes poéticas. En el último capítulo realiza un encendido elogio de la influencia moral de la montaña en el hombre, hace una de las primeras defensas científicas de las bondades del montañismo, vaticina con una clarividencia pasmosa la negra perspectiva de la pureza de la alta montaña europea, critica la estulticia humana de destrucción de su espacio natural con un mal entendido progreso y reivindica que "la verdadera escuela debe ser la Naturaleza libre con sus hermosos paisajes para contemplarlos, con sus leyes para estudiarlas, pero también con sus obstáculos para vencerlos." Propugna el valor formativo y educativo de la naturaleza, pero también su valor moral, el valor de ese espacio para vivir la soledad, la dificultad y para "fortalecer su pensamiento." Para Reclus la montaña terminará siendo un santuario para aquel "que quiera acabar reconcentrándose en la verdad de su pensamiento."
Otra figura insoslayable en la formación del pensamiento naturalista de la wilderness es Aldo Leopold (1887-1948). Este científico americano, ingeniero forestal, con cargos en organismos de gestión forestal de Estados Unidos y consultor de instituciones internacionales alcanza la celebridad con la publicación póstuma de su libro A Sand County Almanach and Sketches Here and There. Este delicado y delicioso libro tiene dos partes claramente diferenciadas. En la primera Leopold relata con una sencillez y dulzura inefables sus vivencias naturalistas siguiendo el devenir de las estaciones: la llegada de la primavera, las diferentes clases de aves (era un experto y reputado ornitólogo), la vida en el bosque, la nieve, el viento, los incendios, el suave movimiento de las plantas en las grandes praderas, la ventisca en invierno... En la segunda parte del libro desarrolla su pensamiento, apuntando unas ideas sumamente sencillas, casi "naifs", pero de una lógica absoluta y radical en la aceptación de las leyes de la naturaleza.
Leopold formula propuestas como "Aprender a pensar como una montaña", el de "Land Ethic" o ética de la tierra. Realiza una cerrada defensa de los espacios vírgenes, de la imperiosa necesidad de su preservación para el ser humano y de la obligatoriedad de la protección de la naturaleza. La tesis de fondo del autor (que ha nacido en un continente con una naturaleza aún virgen y que es testigo de la revolución nuclear) es la necesidad de una revolución humana, donde la preservación de la naturaleza sea una ley fundamental y donde el hombre adapte su sistema de vida al ritmo de la naturaleza. Leopold observa que la evolución de la sociedad industrial, que degrada la tierra, la naturaleza y el hombre es en el fondo un fracaso de la modernidad, lo analiza con rigor y propone la creación de una ética de la tierra. El hombre pertenece a la tierra como un elemento más de ella y ha de aprender a relacionarse con ella desde una perspectiva no destructiva ni parasitaria. Leopold sustrae al concepto tradicional de la wilderness su áura religiosa y le da una transcendencia moral y ética, apoyándose en un contundente rigor científico.
Esta línea de pensamiento es ciertamente revolucionaria y marcará un punto de inflexión en el pensamiento ecologista y conservacionista. Si el agotamiento de recursos naturales y la puesta en peligro de la propia naturaleza ha abierto un amplio debate técnico, económico, biológico, social sobre la necesidad de su preservación, Leopold pone la piedra angular del debate filosófico. Si hasta entonces se hablaba de una ética conservacionista biológica, otra ecológica, otra antropocéntrica a partir de Leopold queda establecido el concepto de ética de la tierra. Da valor moral a entidades no humanas, lo que rompe esquemas antropocéntricos preexistentes. A partir de aquí se abre un amplio debate, con derivaciones tan sugerentes como la "Deep Ecology" (que busca en la mística oriental la redefinición de las relaciones hombre-naturaleza)
A esta sugerente filosofía se le hacen diferentes objeciones. Una de las más importantes es que algunos autores señalan que por su misma formulación la wilderness encierra una reivindicación del elitismo y del exclusivismo, ya que estos espacios reservados solo quedaría a disposición de una pequeña parte de la sociedad, y por tanto tiene un germen antidemocrático. Ciertamente el concepto de wilderness es antagónico con las muchedumbres, con poner al alcance de las grandes masas sociales estos espacios preservados, y nunca se ha llegado a establecer claramente que criterios permitirían el acceso a ellos, lo que hace pensar a más de uno que sería el criterio económico, por lo que terminarán siendo espacios reservados a los ricos y ajenos a los pobres.
Desde la perspectiva geopolítica se critica que dicho concepto es colonialista, claramente propio del primer mundo, de la sociedad industrializada y tecnocrática urbana europea y americana, pero muy difícilmente transportable al tercer mundo. Se dice que querer exportar este modelo a Africa o Asia para crear grandes reservas donde proteger al león o al tigre o a los altos valles del Himalaya responde a la visión de la naturaleza como algo lejano, que implicaría echar fuera de su medio al hombre. Otras voces indican que la wilderness es un mito cultural, la representación de un espacio imaginario, romántico, pero no real. También se constata que la declaración de grandes espacios preservados a menudo consiguen el objetivo contrario al que se perseguía cuando se crearon, al atraer a gran número de visitantes y aumentar la presión humana sobre ellos. También se realizan críticas de carácter científico, siendo Callicot uno de los más importantes críticos de la wilderness y Rolston con su distinción entre cultura y naturaleza algunos de los autores que han discutido más profundamente la temática en la estela de Leopold.

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