EN BUSCA DE UN SITIO PARA EL CAMPAMENTO IEl 10 de julio se inició el trabajo en la montaña. A las seis de la mañana ya estábamos preparados para partir, todos adecuadamente equipados con trajes de gore-tex, arnés, casco, etc. En la mochila llevábamos cada quien quince kilogramos de material que irÃamos fijando. La ruta que escogimos iba por el centro del glaciar para evitar las consecuencias de los aludes; la nieve era floja y el avance lento ya que Ãbamos marcando el camino con banderitas de color rojo y esquivando muchas grietas. Cada hora comunicábamos al campamento base de los progresos en el avance y de las dificultades al frente.
Después de un recorrido de aproximadamente cinco kilómetros, comenzamos a escalar la montaña entre grandes seracs que amenazaban con venirse abajo. A veces, la inclinación nos obligaba a utilizar el piolet y el martillo-piolet; los aseguramientos eran constantes por lo difÃcil del terreno. En uno de los tramos en que caminábamos al mismo tiempo, escuché a mis espaldas el grito de "¡asegura!". Al voltear vi a Lucio hundido en la nieve hasta las axilas, pero prácticamente sólo tenÃa la cabeza fuera. Lo aseguré con rapidez y le indiqué que podÃa empezar a salir, pero en la grieta en que habÃa caÃdo no habÃa apoyo para los pies, por lo que tardó bastante en salir con la ayuda de la cuerda. La cordada que venÃa detrás de nosotros Â?Antonio y EnriqueÂ? tardó un poco en sortear esta grieta; se habÃan dado cuenta de que gran porte del terreno era inseguro.
Cien metros más arriba encontramos un obstáculo formidable: una gran grieta quo sólo ofrece un sitio por donde pasar, y para ello habrÃa quo dar tres brincos, el primero de dos metros en un plano inclinado. En cuanto a la profundidad, la verdad es que no bajé a medirla, pero se veÃa enorme. HabÃa que llenarse de valor y dar un brinco lleno de decisión. El segundo salto, más corto, era de un metro, fácil pero incómodo: la atención se fijaba en el sitio al que debÃamos llegar con el piolet listo para anclarse. Finalmente, el último brinco no ofrecÃa ningún problema después de haber pasado los dos anteriores. Para facilitar el descenso, colocamos cuerdas fijas.
Al frente, la ruta perdió dificultad y sólo nos preocupaban las grietas ocultas, una colina de suave pendiente quo bajamos del otro lado y nuevamente entramos a la pendiente pronunciada. El paisaje cambió, ahora veÃamos con claridad la ruta que habrÃamos de seguir durante los dÃas siguientes: la cresta noroeste. A las tres de la tarde se localizó el sitio para el campamento I: un plano protegido por dos grandes grietas, una al frente y otra por detrás, donde colocamos una tienda y depositamos el material sobrante.
Casi sin descansar iniciamos el retorno por una nueva ruta que, desde arriba, se veÃa más segura que por donde habÃamos ascendido. Bajamos con la cuerda de seguro lista. El calor habÃa reblandecido la nieve y con frecuencia se hundÃan nuestros pies sin mayores consecuencias. En el campamento base nos recibieron con una buena sopa; todos nos encontrábamos optimistas pues se habÃa logrado instalar el campamento I en un dÃa. Mientras comÃamos, nos enteramos que Chish, compañero polaco, habÃa caÃdo a una grieta de doce metros sin que, por fortuna, hubiera consecuencias graves.
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