EL CAMPAMENTO BASEEl ocho de julio llegamos al Glaciar Saboya, llamado asà en homenaje al explorador italiano Duque Amadeo di Saboya, que fue el primer europeo que recorrió esta región. El dÃa estaba despejado, los colores eran intensos y llegamos a sentir calor; era un lugar grandioso que, a pesar de que permanecimos en él sesenta y dos dÃas, nunca perdió su interés. La pirámide del K2 dominaba el paisaje todo y exactamente frente a nosotros surgÃa repentinamente del glaciar la formidable pared este de tres mil metros de roca y hielo que anteriormente habÃa intentado la Universidad de Wasada de Japón en 1980.
Hacia la izquierda tenÃamos el Paso Saboya: más allá se encuentra el territorio chino, pues éste es el punto limÃtrofe con Pakistán. Un poco más a la izquierda, se erguÃa imponente el Saboya Peak, de más de 7,000 metros; de este pico y de otras montañas cercanas a él, caÃan con frecuencia aludes impresionantes de los que cierto dÃa conté nueve. Cerrando el Valle Glaciar donde nos encontrábamos estaba otra montaña (de la cual nunca supe el nombre) que obligaba al Glaciar Saboya a cambiar de dirección y a descender precipitadamente. Las grietas y los seracs eran abundantes; éste era nuestro medio fÃsico: hielo, nieve, rocas, aire frÃo, sol. No habÃa ni el más remoto indicio de vida si exceptuábamos a una colonia de cuervos (alrededor de veinte) que daban un toque diferente al campamento base, un toque que significaba vida y también problemas, pues cuando alguien se descuidaba con sus alimentos por un instante, era hurtado por los cuervos.
El sitio elegido para la instalación del Campamento Base me pareció adecuado: estaba lejos del alcance de los aludes. Las tiendas fueron colocadas sobre el hielo porque no habÃa otra opción; de todas ellas, la cocina-comedor era la más vistosa y grande. En ella podÃamos estar los veintitrés expedicionarios además de todos los implementos de cocina, también estaba la estación de radio, abierta las 24 horas del dÃa, y por supuesto la antena, que medÃa siete metros de altura, donde ondeaban las banderas de México, Polonia y Pakistán.
A cierta distancia estaban las tiendas para dormir; en cada una habitaban tres personas. Detrás de la cocina, entre unas rocas, estaban las bodegas, que no eran más que amontonamientos de comida y equipo cubiertos por lonas azules. Más hacia el fondo habÃa una lona que cubrÃa algunas rocas y donde, de vez en quincena, nos bañábamos si la temperatura lo permitÃa: era "la regadera".
Este es nuestro cómodo y agradable Campamento Base, el sitio por el cual soñábamos cuando nos encontrábamos en los campamentos superiores: aquà tenÃamos algunos lujos pues podÃamos leer, tenÃamos una variedad de juegos (como cartas, dominó, ajedrez, etc.) o nos dedicábamos a escuchar música que habÃamos traÃdo en cartuchos o el radio de onda corta (por las mañanas oÃamos una transmisión desde Rusia dirigida al público latinoamericano y por ella nos enteramos del problema económico en México, pues era radiada en español). Era casi el lugar ideal donde repondrÃamos nuestras mentes y nuestros cuerpos después de prolongadas estancias en la altura.
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