UNA FORMIDABLE PAREDLuego de instalado el campamento I, lo que más nos preocupó fue el abrir y equipar la ruta al campamento II. Y preocupaba porque era la parte de la ruta de mayor dificultad y riesgo. Era una formidable pared con un desnivel de 800 metros, una inclinación de 60 a 70 grados y cuya pendiente de hielo estaba cubierta de nieve floja y salpicado de rocas que amenazaban desplomarse.
Hubo una gran controversia entre los miembros de la expedición sobre las probables vÃas para superar este obstáculo. La mayorÃa opinaba que la más factible era una ruta directa a través de un gran canalón, lo cual estaba considerado desde los preparativos. Otros proponÃan una larga travesÃa. Su argumento, que pesaba mucho, se basaba en una mayor seguridad, pues las condiciones de la nieve podrÃan provocar aludes que, de subir por el canalón, resultarÃan funestos. Finalmente, se resolvió que se realizarÃa la travesÃa, pero se dejó la posibilidad abierta a la ruta directa del canalón si es que las condiciones mejoraban, lo cual, en efecto, sucedió.
El trabajo de abrir este tramo de la ruta duró ocho dÃas continuos. Las distantes cordadas se turnaban en el trabajo de punta mientras el resto de los expedicionarios se dedicaba a una de dos actividades: la primera era el traslado de material, pues no usábamos porteadores de altura (sherpas); la segunda, que se combinaba perfectamente con la primera, era la aclimatación. Para lograrlo, se subÃan cargas dos dÃas seguidos y al tercer viaje se dormÃa en el campamento I para pasar a la punta en los cardadas que se encontraban en la pared.
El dÃa 16 de julio nos tocó a los mexicanos ir nuevamente a la punta. Ese dÃa ya estábamos listos cuando aún no amanecÃa. Llenos de entusiasmo nos dirigimos a la pared, separada del glaciar por una grieta-rimaya semicubierta de nieve. En este punto se iniciaba la cuerda fija que dÃas antes habÃan instalado nuestros compañeros polacos; con la ayuda de los jumars ascendimos lentamente. La nieve era floja y nos hundÃamos hasta las rodillas, lo que nos obligaba a turnarnos en la punta. Después de subir directamente, llegamos a una gran roca donde estaba anclada la cuerda. Seguimos la cuerda fija por la travesÃa y, afanándonos, ganábamos altura. A las 11:00 horas llegamos al extremo del cable fijo. El campamento I se veÃa insignificante entonces, con sus siete tiendas de color rojo era apenas visible.
"Enrique pasa al frente. Avanza con cautela pero con decisión; atrás, Lucia asegura. La nieve floja cede a nuestro paso y lentamente se desliza en busca del abismo. Continuamos asà un tiempo. A las tres de la tarde el tiempo se descompone y suspendemos el avance; para entonces hemos agregado 200 metros más a la ruta, una vÃa virgen donde antes ningún ser humano habÃa pisado. Nos sentimos satisfechos pero sentimos también el frÃo y bajamos con rapidez al campamento I".
Al dÃa siguiente, otra cordada avanzó hasta un breve espolón donde instalaron un campamento intermedio quo consistÃa de una sola tienda, no cabÃa ni una más. El campamento intermedio cumplÃa la finalidad de ahorrar tiempo: para seguir abriendo la ruta, no era ya necesario ascender desde el campamento I, sino que se empleaba parte de un dÃa en subir al I-bis, se dormÃa y se continuaba al dÃa siguiente frescos y descansados. La ruta continuó, sin perder espectacularidad, por una travesÃa bastante incómoda y luego subÃa en lÃnea recta hacia arriba durante 150 metros. AsÃ, el 19 de julio se logró llegar al final de esta imponente pared; se habÃan instalado más de mil metros de cuerda fija, los cuales se transportaron en tres a cuatro viajes por persona.
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