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Montañismo y Exploración
Everest 1996
1 junio 2001


Después de haber leído Mal de altura, uno tiene una imagen muy bien definida de Anatoli Brukeev, el guía a quien Jon Krakauer critica tan tenazmante. Sin embargo, sería injusto criticar a alguien con la experiencia de Brukeev y no leer su libro. Aunque comienza siendo una defensa, lo sucedido aquel mes de mayo en el Everest rebasa con mucho cualquier tipo de defensa y los hechos hablan por sí mismos. Aunque carece de la agilidad literaria del de Krakauer, Everest 1996 tiene algo más importante: la perspectiva de un montañista de gran nivel que además rescató a varias personas a casi 8,000 metros.







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Anatoli Bukreev y G. Weston DeWalt. Everest 1996. Crónica de un rescate imposible. Ediciones Desnivel, Madrid. 1998, 312 páginas. ISBN: 84-89969-21-3
La ascensión del Everest, como cualquier otro empeño humano, sólo debe ser juzgada por el espíritu con el que se intenta... Escalamos montañas... no porque otros han fracasado, ni porque sus cumbres estén a ocho mil metros por encima del mar, ni henchidos de fervor patriótico por el honor de una nación, ni por publicidad barata... No las ataquemos con un ejército, anunciando en la radio a un mundo ansioso de sensaciones la noticia de nuestra partida y los detalles de nuestra progresión en ellas.
Eric Shipton


Después de la lectura de Mal de Altura, la figura que Anatoli Bukreev representaba para el lector parecía ser el de alguien desinteresado y egoísta. Personalmente, me vi arrastrado por los juicios de Krakauer y por ello dejé pasar un tiempo antes de leer el libro de Bukreev sobre los acontecimientos que llevaron a la muerte a varios clientes de expediciones comerciales en el Everest. No quería confundir los dos relatos y tener la mente en claro. No quería sentir que uno se defendía y el otro decía la verdad escueta. Debo confesar que a pesar del tiempo pasado entre las dos lecturas la narración de Krakauer se sobreponía a la de Bukreev.

No hay mucho que decir al respecto de los acontecimientos que no se haya narrado ya en la reseña de Mal de Altura, salvo que éste es el testimonio de un guía de montaña experto y no de un cliente que estuvo fuera de muchas decisiones importantes. Everest 1996 es un libro al que le falta la elegancia descriptiva y la panorámica histórica que Krakauer pudo plasmar en su libro, pero sigue siendo un elemento valioso para valorar lo que sucedió. "Citar una causa específica sería presumir de una omnisciencia que sólo es patrimonio de los dioses, los borrachos, los políticos y los escritores sensacionalistas." (p. 263)

Y el sensacionalismo fue algo que persiguió a los participantes de las expediciones involucradas en las muertes, pero especialmente a Anatoli Bukreev, a quien Krakauer acusaba de irresponsabilidad. Al leer Everest 1996 se siente precisamente que el libro fue escrito como defensa a esas acusaciones. Sin embargo, el libro puede ser dividido en dos partes: la primera es aquella donde se dan tantos datos como justificación a hechos que no se han presentado al lector todavía que resulta pesado leerlo. Además, se habla desde el punto de vista de una sola persona de una sola expedición. A esto me refería con la perspectiva panorámica. Bukreev habla así de las numerosas fallas en que su expedición tiene y lo que hace para remediarlas.

En la segunda parte esta tendencia desaparece bruscamente pues los hechos son mucho más elocuentes que cualquier defensa. Anatoli Bukreev, después de haber ascendido al Everest colocando cuerdas fijas y sin oxígeno, sale a mitad de la noche y con la tormenta a cuestas a buscar a los clientes que se hallan extraviados. Solo, porque nadie quiere o puede ayudarlo, ni clientes, ni guías, ni sherpas. Así, rescata a tres personas. Al día siguiente, sube con oxígeno y té caliente hasta donde Scott Fisher había sido encontrado todavía con vida, pero lo halla muerto.

Esos son los hechos. Así de sencillos. Pero hay que recordar que se producen en 1996, cuando Internet empezaba a tener una fuerza que iba más allá de donde se podía imaginar antes. Por ello se desata una guerra de información vacía:

"El circo mediático en torno a la tragedia del Everest parece ser un fenómeno posmoderno americano. En el Himalaya ha habido anteriormente muchas tragedias que se han cobrado vidas de escaladores, pero éstos no han sido americanos, o no han sido clientes que hayan pagado hasta 65,000 dólares por persona, ni presentaban informes diarios por Internet, ni llevaban a un periodista en misión escalando con ellos, ni los medios de comunicación difundieron la conversación telefónica de un hombre agonizante con su esposa." (Galen Rowell, citado en p. 312)

Esa información es la que llega a miles de lectores de los foros especializados en montañismo. Una información tan espectacular que ni el hallazgo del cuerpo de Mallory alcanzó. La polémica se desató, sobre todo entre los montañistas especializados que critican las expediciones comerciales, como Hillary: "Hillary había aceptado tomar parte en la conversación aunque mantenía una bien conocida actitud crítica respecto a las expediciones comerciales en el Everest, en la convicción explícita de que resultaban denigrantes para las montañas." (p. 87)

El Everest se ha convertido en un negocio: "Hoy en día, escalar no es sólo una moda, es un negocio, y con él llega la creciente tendencia a que las decisiones relacionadas con la escalada "objetivos y decisiones tácticas en el curso de la ascensión" sean también decisiones de negocios. El lado positivo de esto es que ahora los escaladores "como antes que ellos los esquiadores y los navegantes" puedan ganarse la vida haciendo lo que les gusta hacer. El lado negativo es el aumento del número de personas en las zonas de escalada, la proliferación de nuevas normativas dirigidas a los escaladores, y cada vez más, el "circo" del Campo Base del Everest." (Christian Beckwith, cit. en p. V)

Así es como Bukreev, que surgió de la ex-Unión Soviética puede ganarse la vida. Pero no deja de ser un montañista en toda forma: "Procedo de una tradición que promueve el montañismo como una actividad deportiva razonable, y no como un juego de ruleta rusa; la muerte de un miembro del grupo es siempre un fracaso que invalida la consecución de la cumbre. Por encima de los ocho mil metros, el margen de seguridad disminuye exponencialmente para el aficionado, incluso aunque su preparación física sea buena. No está en mi mano garantizar la seguridad de un grupo de personas que tienen poca o ninguna experiencia en las montañas más altas de la Tierra." (p. 269)

Su criterio sobre las expediciones comerciales son emitidas a partir de la expedición de 1996, aunque posteriormente llevó una más.

"...en mi opinión, el precio de escalar el Everest se está calculando hoy en día de una manera diferente. Cada vez hay más gente dispuesta a pagar un precio en dinero para tener una oportunidad, pero no pagan el precio físico de la preparación: el gradual desarrollo del espíritu y de las condiciones físicas, desarrollo que se alcanza escalando montañas más bajas, pasando de lo sencillo a lo complicado y finalmente a los ochomiles. Me pregunto si acaso no existe sentimiento de logro en un proceso semejante, o si es que la escalada en altitud ha cambiado para siempre debido al uso del oxígeno, a los adelantos tecnológicos y a la proliferación de servicios que permiten escalar cada vez más alto a gentes insuficientemente preparadas." (p. 95)

La polémica seguía desatada y el libro de Krakauer no muestra a un Bukreev tal como es, con un currículum impresionante, así que la lectura de Everest 1996 se convierte prácticamente en obligada si se quiere tener la cabeza fría y reconocer los errores para poder evitarlos. Después de todo, de eso se trata en el montañismo y no de emitir juicios de culpabilidad que no llevan a nada:

"En los meses posteriores a los trágicos sucesos en el Everest, se han dicho y escrito muchas cosas en torno a los acontecimientos y en torno a las personas relacionados con tales acontecimientos, y esta dinámica no tiene visos de terminar a corto plazo. Es muy beneficioso que este debate esté abierto y continúe, y los autores de este libro han querido aportar cuanto estaba en sus manos a las discusiones que probablemente seguirán desarrollándose. En tanto continúe la polémica, deseamos que las cuestiones se planteen desde la base de los hechos conocidos, en lugar de proclamarse desde el estrado de la sospecha y el rumor. La verdad es lo que más puede favorecer el futuro del montañismo, y en especial al futuro de las expediciones comerciales." (p. 266)

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