Muchas veces nos hemos lamentado de que nuestro deporte sea
olvidado, incomprendido y hasta ahora desconocido como deporte.
La verdad es que nosotros mismos no siempre estamos de acuerdo
respexto a las finalidades que perseguimos trepando cerros y
montañas y, consecuentemente, es la cosa más natural
del mundo que, quienes desconocen el uso de los imponentes zapatos
equipados con estoperoles "tricouni", las no menos
imponentes mochilas, los "piolets", los rompevientos,
las bandolas y todo ese equipo que se acostumbra usar en la
montaña, tengan una idea tremendamente vaga y francamente
incomprensiva.
En la actualidad existen infinidad de grupos excursionistas
de muy diferentes tendencias y con ideología de lo más
variado que puede imaginarse. Hay, sin embargo, dos ideas fundamentales
opuestas, desde aquella que aprecia el objetivo del Montañismo
como el raro placer de convertir una excursión en una
parranda campestre, hasta aquella otra concepción que
lo considera como una escuela y un estímulo de carácter
y la voluntad en la lucha ruda y viril con la montaña.
Cada día nacen nuevos clubes. Muchos son el producto
de un entusiasmo momentáneo y su destino es una vida
efímera, en tanto que otros podrán perdurar con
la base sólida de una verdadera camaradería que,
con el tiempo va creando cierto aspecto social en que para algunos
aparece como una necesidad la existencia de su grupo.
La cuestión de elegir el nombre de un nuevo club puede
ser difícil o sencilla. Esto depende muchas veces de
la idea que tienen los fundadores de los objetivos de su club
y de las finalidades del Montañismo. Así, por
ejemplo, hay grupos bullangueros que buscan la alegría
de las excursiones campestres, sin ir más allá
del objetivo de un fin de semana divertido y alegre. Como en
el caso de Pantaleón Quintanilla y el "alegre e
inigualable Club de las Hormigas Arrieras", el nombre refleja,
aparte de su cariz alegre, cierta despreocupación con
la relación simbólica que pueda tener con muy
altos ideales montañeros.
El nombre puede ser un problema difícil cuando un grupo
de fogueados montañistas decide fundar un nuevo club,
Requisito de exigentes montañistas es un nombre original,
que no pueda ni por equivocación confundirse con el de
otro club. Tal es el problema: originalidad... desde luego no
hay que copiar a nadie porque eso acusa falta de ingenio y peligro
grave de que las glorias montañeras se adjudiquen contraproducentemente.
En la actualidad los nombres de las principales montañas
han sido requisadas de los atlas y geografías, y no es
fácil localizar el nombre de alguna montaña que
valga la pena que no aparezca el día menos pensado en
un descomunal banderín, con derechos de antigüedad
y propiedad literaria probados y registrados. Los diccionarios
y códices de antiguas lenguas autóctonas también
han sido una fuente de inspiración para algunos eruditos
excursionistas que, deseando asombrar con el misterioso significado
y sutil simbolismo de extrañas palabras, nos presentan
algunos casos notables de magníficos "trabalenguas".
En este estado de cosas, cuando aparece un nuevo club, no es
fácil bautizarlo a menos que para designarlo se busque
un nombre "parecido" al de otro club, o se quiera
acudir al socorrido sistema de nombres tan estrafalarios como
Â?sirva de ejemplo teóricoÂ? "gorriones marinos"
o "liebres reumáticas". Ciertamente ya es difícil
en estos tiempos conseguir un nombre nuevo, original y de verdadero
sabor montañista, pero bien vale la pena un poco de esfuerzo,
de ingenio y tal vez de inspiración, porque el nombre
tiene una notable influencia psicológica, lo mismo en
el grupo que en el individuo, y con el tiempo esa pequeña
influencia se acentúa y llega a constituir un factor,
desde luego no decisivo ni fundamental, pero que en épocas
decisivas Â?por las que atraviesa toda agrupación montañistaÂ?
puede hacer inclinar la balanza en sentido favorable o desfavorable
y determinar la existencia o la muerte de una agrupación
que posiblemente ha significado para algunos mucho esfuerzo,
trabajo, ilusiones y sacrificios.
© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
16, enero 16 de 1951. Página 5.