El Alpinismo tiene su origen en Suiza [sic], ir a ella y
observar como se comportan los alpinistas ahÃ, es acudir
a los "clásicos" de nuestro deporte...
Para nuestros camaradas, que gustan de conocer la montaña,
la que tiene tanto en común en todos los continentes,
cualquiera que sea su altura o su situación geográfica,
queden informados de la experiencia que vivimos durante nuestra
visita a los Alpes; nos proponemos escribir algunas notas referentes a ella.
En conexión con la montaña está el alpinista,
el alpinismo es resultante de la combinación de las fuerzas
de ambos; por ello también se hará referencia
a la personalidad de quienes fueron nuestros guÃas y
nuestros compañeros de escalamiento.
LA JUNGFRAU
La más caracterÃstica de las cumbres de los Alpes
berneses, en el lÃmite con el Vallais, la Junfra [sic]
es montaña que lleva con dignidad y donosura tal nombre
poético. Llega solamente a 4,158 metros, dada su situación
geográfica y su estructura geológica, su escalamiento
reclama experiencia y capacidad fÃsica, por más
que sea posible aproximarse a su falda en magnÃfico ferrocarril
de cremallera y, poder descansar en hotel que ofrece todas las
comodidades que da la civilización, calefacción,
camas-muelles, y comida apetitosa rociada con el mejor de los vinos europeos.
Nos equipamos en Ginebra, y elegimos itinerario, conforme los
consejos bondadosos de los Drs. Duchosal y Gailland; el primero
amigo Ãntimo de André Roch, quien a la sazón
se encontraba todavÃa en Alaska después de escalar
el McKinley y, el segundo, joven médico quien tuvo el
infortunio de abrazar tal profesión, por no haber logrado
la de guÃa, a causa de una fractura de brazo que sufriera
en el aprendizaje. Partimos rumbo a la Jung[f]raujoch con paso
por Interlaken y con primera etapa, para dormir en Lauterbrunnen,
pueblo que está en las estribaciones alpinas, encajado
en una cañada profunda y próximo a una planta
de energÃa eléctrica que da la fuerza para los
ferrocarriles de la región.
El sábado 29 de julio abordamos el Ferrocarril de cremallera,
con mal tiempo que nos impedÃa ver las montañas
en las que deseábamos tan vehementemente encontrarnos
ya. Dos horas de camino y 2 transbordes para iniciar el recorrido
dentro del túnel que conduce después de unos 4
o 5 kilómetros a Berghaus, el hotel de Jungfraucjoch,
que no tiene acceso más directo que el túnel mismo.
A mitad del camino se hace una parada, para poder asomarse a
través de una ventana, hacia la pared norte del Eiger,
que habÃa sido escalado dÃas antes por un grupo
compuesto de alpinistas Austriacos y Suizos, quienes llevaron
a cabo tan ardua empresa, en un escalamiento que duró
23 horas. Nosotros vimos la famosa pared entre las nubes, que
en sus movimientos hacia arriba, nos permitÃan vistas
parciales, todas ellas imponentes por su verticalidad y por
la ausencia de salientes visibles, al menos desde el puesto
de observación, que está a escasos 20 metros de su base.
A las 8:40 llegamos al hotel y tan pronto subimos a la habitación
cuya ventana daba al precipicio vimos con gran desmayo que,
la niebla era cerrada y calculamos la altura en que estábamos
por el ruido que hacÃan al caer al glaciar rocas y bloques
de hielo que se desprendÃan desde la base del hotel.
En tales condiciones climatológicas, sólo nos
quedó resignarnos a un dÃa de inactividad, que
no fué completo ya que en la tarde a eso de las 4, vimos
a 2 de las meseras transformarse en esquiadoras y dirigirse
al glaciar de Aletsch, con todo y el mal tiempo, las seguimos
y pudimos, con esquÃs de ellas, darnos nuestro primer
bautizo de nieve en los Alpes, las caÃdas no eran diferentes,
ni por número ni por su forma, a las que acostumbramos
tener aquà en México cada vez que nos calzamos
los esquÃes. Sólo la capa de nieve era más
gruesa y más suave.
El domingo 30 de julio se despejó totalmente y pudimos
ver la proximidad de nuestro objetivo, del cual nos separaba
el remate del Glaciar, bien provisto de grietas y rampas de
una fuerte inclinación, tanto de nieve, como de roca.
Nos quedamos en espera del guÃa Inabnit, quien nos habÃa
sido recomendado, pero que no pudo conducirnos debido a que
ya estaba comprometido a llevar a otro grupo, con una hora y
media de anticipación habÃa salido el guÃa
de 68 años de edad Fritz Fuchs, llevando encordados una
muchacha americana de Miami y un americano de Ann Harbor, ambos
estudiantes de los cursos de la Universidad de Freiburg y totalmente
novatos en achaques montañeros; una hora antes habÃa
salido otra cordada de suizos, guÃa y cliente. Al ver
que nos marcaban la ruta y que para mayor facilidad iban dejando
escalones, según la costumbre de los guÃas suizos,
quienes prefieren darse tal trabajo que exponerse a la caÃda
de clientes que no están habituados a los crampones;
nos decidimos a emprender la marcha sin guÃa, cosa que
nos fué muy fácil al principio, ya que no tenÃamos
que hacer altos para descansar, pues habÃamos partido,
tan sólo de los 3,400 metros de altura, al cabo de 45
minutos alcanzamos las 2 cordadas que nos precedieron y, justamente
en el sitio donde la inclinación se hace mayor, con pasos
de varios metros de 60º y 70º; en el sitio llamado
Rottalsattel. Los dos guÃas nos dijeron que ellos iban
a dejar que descansaran sus clientes, pero que según
nos habÃan observado subir y usar los crampones, no veÃan
inconveniente en que continuáramos, siguiendo la ruta
que nos indicaron y que se veÃa perfectamente por lo despejado del tiempo.
Rodeamos, subiendo en forma oblicua, una grieta que tendrÃa
unos 18 metros de profundidad y 2 de anchura en su inclinación,
el que de nosotros iba de primero (L.M.) ansioso de llegar a
la arista de Rottalsattel para contemplar las cumbres que se
veÃan al sur de ella, apresuró el paso y al encontrarse
a unos 8 metros por encima de la glorieta, desprendió
bajo sus pies una plancha de nieve fresca, con la consiguiente
caÃda; el segundo que no pudo asegurar la cuerda porque
su situación tampoco era bien firme, saltó para
pasar al otro lado de la grieta, lo que modificó un poco
la caÃda del primero quien vino a chocar contra el labio
inferior de la grieta, sobre el abdomen, choque afortunado que
detuvo al segundo quien quedó colgado al extremo de la
cuerda; éste fue ayudado a levantarse por los 2 guÃas
ahà próximos, mientras el primero pudo levantarse
y recoger los anteojos que estaban unos metros abajo y, que
fueron el único objeto que perdiera al caer.
Nos sacudimos la nieve e hicimos rápida exploración de nuestras humanidades, las que encontramos sin quebranto, y nos dispusimos a esperar pacientemente que las 2 cordadas que nos habÃan dejado pasar, volvieran a tomar la delantera, para ir tras de ellas.
Al cabo de media hora continuamos la ascensión pisando,
firmes y seguros, en los escalones que dejaran los guÃas,
pronto llegamos a la arista y de ahà pudimos ver al fin
la cadena espléndida de los Alpes del Vallais y, más
al fondo, un poco esfumado por la distancia, el Mont Blanc.
Continuamos por una rampa que cruzamos oblicuamente, que se
iniciaba sobre las nieves y terminaba sobre roca, debajo de
ella habÃa un precipicio de unos 400 o 500 metros de
profundidad. Después continuamos por la ruta directa
hacia la cumbre, sobre una arista rocosa de unos 200 metros
que remataba sobre un plano nevado, con una inclinación
semejante a la que hay, en nuestras grietas del Popo[catépetl],
en la ruta directa el pico mayor; con una marcha lenta e ininterrumpida
llegamos a Jungfraugipfel una hora más tarde. En la cumbre
tenÃamos, a más de la vista señalada hacia
el Vallais, la vista del Eiger y del Mönch, asÃ
como la de Jungfraujoch con la aguja denominada Sphinx en cuya
cúspide se instala un observatorio astronómico.
Tomamos un pequeño refrigerio, brindamos con los guÃas
y con los dos únicos norteamericanos que llegaron a la
cumbre, pues otros tres resolvieron regresarse antes de abordar
el Rottalsattel, por haber visto la manera como nos habÃa
tratado.
El escalamiento nos llevó 3 horas de marcha, mas una
hora de espera, en la cumbre permanecimos otra hora y bajamos
tras de la cordada de Fuchs, quien nos sorprendió por
su habilidad asà como por la agilidad con que condujo
a sus dos novatos, quienes lo hicieron estupendamente bien.
A excepción de la bajada por el Rottalsattel, que hicimos
en forma lenta porque ninguno se movÃa si no encontraba
asegurado por el otro; bajamos con rapidez, al atravesar el
glaciar dejamos la cordada que iba por delante, porque nos impulsaba
la impaciencia de llegar al hotel y alquilar en el sendos pares
de esquÃs y de bastones, e ir a otro extremo de la salida
del glaciar, y aprovechar las 3 horas de luz que tenÃamos
aún por delante. Asà lo hicimos cosa que nos valió
la designación de "mexicanos locos", que graciosamente
nos confiriera Minnet, la norteamericana novata que habÃa
llegado a la cumbre.
FE DE ERRATAS
El artÃculo mantiene que el alpinismo como deporte
se originó en Suiza y no en Francia. Esta noción
estaba muy extendida en México en esa época.
© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
15, diciembre 16 de 1950. Páginas 6-8.