Tú y yo, el de más allá y todos nosotros, estamos acostumbrados a acercarnos a una pared para escalar sin que nos pongan trabas en el acceso, vaciar la mochila, desenredar la cuerda y comenzar a escalar metro a metro. Eso es lo realmente importante: sentirse libres. Y como el auge de la escalada vino hace unos pocos años, la cantidad de rutas de escalada ha aumentado considerablemente. Hay quien hace un esfuerzo de creatividad que deja plasmado en forma de ruta, que arma con su propio equipo o con el equipo que ha conseguido donado de alguna empresa. Ellos no esperan más recompensa que dejar una vía más para los escaladores.
Así, ¿cómo no indignarse cuando alguien en el foro Xtremers denunció en días pasados el cobro de las rutas que había armado en el cañón de Meztitla por alguien que ni siquiera había estado involucrado? La denuncia causó una reacción impresionante y al día siguiente aparecía una respuesta que explicaba ampliamente el por qué del cobro: se trata de una propiedad privada donde el acceso tiene un cobro, no el uso de las rutas puestas. ¿Qué hacer? ¿Quitar las plaquetas, como algunos ya habían sugerido?
Esto podría ser una solución pero nos hallábamos de nuevo ante el dilema de evitar una importante zona de escalada por ser propiedad privada, dilema que surgió en Las Ventanas, en la sierra de Pachuca y que terminó por aceptarse porque no había otra alternativa y porque al final nos dimos cuenta que el cobro asegura un mínimo de cuidado a la zona que se visita por muchos escaladores y no está en estado lamentable como algunos otros sitios. ¿Pagar o irse a otro lado?
Afortunadamente, el problema tuvo más de una alternativa. Se propuso que se pensara en las zonas de escalada más concurridas y el deterioro que existe en ellas, la seguridad general (no la técnica) y la limpieza. Si pagamos por entrar al Valle de Yosemite es porque vale la pena, tanto por las paredes como por los servicios que se ofrecen. Imposible saber lo que sería de Yosemite si su acceso hubiera sido libre.
Sólo esta idea hace pensar que es deseable que las zonas de escalada tengan quien las cuide, sea porque el acceso se cobre o por el cuidado general dado por los escaladores. Es un punto clave, pero es un cambio que hay que tomar.
Y hablando de cambios...
En 1971, cuando recién habíamos fundado nuestro pequeño club de alpinismo (que con el tiempo se convertiría en nuestra actual Asociación), teníamos las ganas enormes de hacer algo. Sentíamos que podíamos llegar lejos pero, ¿qué tan lejos puede llegar uno solo? Así que comenzamos a frecuentar a los amigos que habíamos hecho en la montaña. Íbamos a sus clubes y nos llenaba la plática de historias, de noticias y de planes. Por supuesto, muchos de esos clubes sólo eran palabras, pero aprendimos a encontrar a quienes decían la verdad y todos ellos señalaban un fuerte obstáculo: la Federación. Era algo que el menos yo no conocía. Había un presidente y sesiones donde se "planeaba el futuro del montañismo". Con un poco más de tiempo aprendimos que también los directivos de la Federación vivían de sueños de palabras y no iban más allá.
El pasado mes de marzo hubo elecciones para nuevo presidente de la Federación. Alguien que prometía y por quien levantamos la mano, pues era el único que presentaba un proyecto de trabajo a realizar. Eso era todo lo que necesitábamos, pero faltaba saber si se cumpliría o no.
Los pasados días 29 y 30 de septiembre nos vimos inmersos en un Congreso del Montañismo organizado por la Federación. Se habló de todo lo que se ha hablado en anteriores asambleas: petición de avales, patrocinios, planes, proyectos... Pero esta vez aparecieron dos más: la capacitación de las personas, sea a nivel deportivo o de instructor, algo que ya existía hace años pero que dejó de funcionar y existir en la realidad dentro de la Federación. La segunda fue la aparición de una publicación anual, donde al fin el montañismo mexicano pueda dejar plasmada su historia y que sea el vehículo por el cual el mundo se pueda asomar a lo que hacemos en México.
Qué tan cierto resulte todo lo que se platicó es sólo cuestión de tiempo. Por supuesto, el tener al fin una Federación que se haga cargo representa un impulso, pero también será, como en el caso de Meztitla, una molestia para todos, que no estamos acostumbrados a regirnos, pero indudablemente un paso gigantesco en el proceso de la formación de una cultura de montaña. Seguramente habrá personas inconformes, pero lo cierto es que hay metas para el montañismo nacional (que no el personal) que deben cumplirse y el hecho de que los responsables de Meztitla se hayan federado y que acepten un diálogo hacia el proporcionar un descuento a los escaladores federados es un paso significativo que hay que tomar en cuenta.
A veces, los cambios en la historia se presentan en un solo gesto.