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Montañismo y Exploración
Aspectos psicológicos en expediciones de montaña
1 febrero 2001

Al hacerse cargo de un grupo expedicionario, el médico se encuentra con una serie de individuos de cuyo estado de salud ha procurado obtener el máximo de información a través de los reconocimientos médicos previos… No obstante, la información que el médico posee sobre sus estructuras psicológicas suele ser muy escasa.







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Influencia de la personalidad del expedicionario ante la agresión del medio humano y ambiental

Nuestra experiencia en la asistencia médica prestada a expediciones de montaña nos ha permitido comprobar cómo frente a situaciones imprevistas que requieren soluciones eficaces, quien en principio parecía un hombre discreto y secundario ha sido capaz de resolver los mís serios problemas. Ello no es sino la muestra mís evidente de la importancia que puede llegar a tener la personalidad de los expedicionarios para la viabilidad de su empresa. Por esto es también importante para el médico procurarse un estudio psicológico previo lo mís completo posible.

Como al hablar de personalidad lo hacemos comprendiendo en ello "la organización de los aspectos cognoscitivo, afectivo, conativo, fisiológico y morfológico del individuo", inserto en una realidad social y ligado al lugar que ocupa en su ambiente, ya se comprende que los matices de la respuesta ante la agresión pueden variar tanto como las variables pueden ser los diversos factores dentro de la personalidad del montañero. Así, desde la capacidad de reacción del especialista en roca, que habitualmente es un nervioso, hasta el especialista en hielo caracterizado por su solidez, su alta resistencia y su introversión, y por tanto poco rípido de inicio e incluso algo "pastoso", existe una gran diversidad de peculiaridades.

Si para seguir un orden expositivo echamos mano de la clasificación caracterológica de Le Senne, nos encontramos con que la respuesta a la agresión es en sus distintas familias como sigue:

  1. El nervioso. Inconstante y versítil casi siempre, reacciona con un comportamiento que oscila entre la indiferencia de los amorfos y la insolencia de los coléricos. Con esta objetividad intenta imponer su propia interpretación de los hechos callando incluso aspectos importantes y describiendo otros que nada importan para centrar el tema. Por otra parte, cuando el jefe del grupo se mantiene firme en su decisión, busca la aquiescencia de sus compañeros, lo que lleva a enfrentamientos inútiles.
  2. El sentimental. En cambio, el sentimental, cuando ve que el jefe del grupo es hombre preocupado y con interés por los problemas, confía en él plenamente y acepta sus indicaciones sin inconveniente alguno. Este tipo de elementos son los que mís se desilusionan ante el fracaso de la expedición o al comprobar lo erróneo de una decisión que habían tomado por excelente.
  3. El colérico. Para éste la idea se centra en resolver lo antes posible cualquier problema que se plantee, lo que resulta peligroso por su impremeditación y porque suele exigir combinativamente que se llevan a cabo acciones resolutivas de inmediato.
  4. El pasional. Tiene confianza en su líder y acepta sin reserva sus indicaciones y puesto que habitualmente los pasionales son correctos, naturales y directos, son los que mayor eficacia demuestran al llevar a la príctica la acción. Por el contrario, suelen ser muy suspicaces y el resto de expedicionarios tendrí que medir con atención las palabras, ademanes y gestos con que se dirigen a ellos y de los cuales estí pendiente.
  5. El sanguíneo. Persona que matiza con inteligencia las posibles soluciones y, si bien por su indiferencia no reclama se pongan en príctica con la urgencia que lo hace el colérico, por su sentido príctico y su gran capacidad de acomodación acepta las decisiones con docilidad y alegría si considera que son oportunas.
  6. El flemítico. En ellos predomina la prudencia por lo que piensan antes todos los riesgos que puede comportar la decisión a tomar, y por la sistematización de su pensamiento unida a la secundariedad de que gozan, ayudan extraordinariamente a matizar dichas decisiones. Aceptan impasibles las situaciones mís graves y, gracias a la falta de emotividad y a la actividad de su carícter, responden con entereza incluso a las circunstancias mís adversas.
  7. Los amorfos o apíticos. Son raros en una expedición, y su respuesta ante los problemas de la misma, al igual que entre las distintas circunstancias que le plantea la vida, se caracteriza por el desinterés. Sus razonamientos suelen ser farragosos y no es fícil que tomen decisiones importantes refugiíndose en sus amigos mís íntimos cuando deben hacerlo.

La actitud del médico

Nos parece evidente que la aplicación príctica de los precedentes conceptos puede resultas de gran utilidad al médico que se enrola en una expedición para cubrir los siguientes objetivos:

  • Sospechar la forma de reacción de cada uno de los miembros de la expedición ante diversas agresiones.
  • Conocer la composición de la microsociedad que constituye el grupo expedicionario con los subgrupos que existan dentro del mismo y sus líderes.
  • Prever los choques frontales y violentos entre individuos temperamentalmente propicios a ello interviniendo como moderador en sus discusiones.
  • Planear la convivencia estrecha entre los expedicionarios (reparto de tiendas de campaña, constitución de la cordada, etc.) evitando la asociación de temperamentos antagónicos que encuentran motivo de discusión por motivos nimios.
  • Conocer la forma de convicción y psicoterapia mís apropiadas para cada individuo.
  • Informar y aconsejar al jefe de la expedición sobre todos los aspectos anteriores para que pueda tomar sus decisiones en base a los mismos.

Esta actitud, que nos parece la mís acertada, implica que el médico se integre en la expedición haciendo resaltar su doble aspecto asistencial, tanto desde el punto de vista orgínico como funcional y psicológico, demostrando la necesidad de una prevención sobre la base de todos los argumentos expuestos. Ello sólo es posible cuando el médico es aceptado en la expedición como miembro activo pero no imprescindible para la conquista de la cima, lo que lleva implícita su renuncia a ella pese a que su capacidad alpinística sea míxima. Sólo así podrí mantenerse en una situación de consejero que evitando tomar parido por uno y otro grupo o individuo y libre de los condicionamientos que hemos citado para la conquista de la cima, le permitirí llevar con éxito su misión de moderador y consejero.


Tomado de: J. R. Morandeira García-Cruz. "Aspectos psicológicos elementales en la asistencia médica a expediciones de montaña". VI jornadas de medicina de Montaña. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 1984, p. 91-99

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