Evidentemente, es Maurice Herzog, jefe de la expedición,
quien deberÃa hablar. Desgraciadamente, está
todavÃa en una clÃnica parisiense donde acaba
de sufrir su vigesimaquinta operación, por lo menos.
Las últimas se hacen en condiciones de comodidad y
regularidad que no conoció cuando habÃa que
curarlo en medio del estruendo de las avalanchas, o durante
una interminable marcha de regreso, bajo lluvias incesantes.
Resumamos el por qué y el cómo de esta expedición.
Nuestra expedición estaba organizada con ayuda del Gobierno.
Suscripciones públicas y privadas permitieron equilibrar
el presupuesto.
Salimos de Francia en marzo con una meta deportiva precisa:
llegas a una de las cumbres de ocho mil metros del Himalaya,
situada en el macizo de Nepal, feliz paÃs que cuenta
por su parte con ocho o nueve. Era la primera vez que una expedición
de este género era autorizada a penetrar en Nepal.
Se nos ofrecÃa por lo tanto una oportunidad magnÃfica.
La región es extremadamente mal conocida y los mapas
que de ella existen son pésimos. Para la preparación,
la elección del objetivo y la orientación de la
expedición, eso representaba una serie de dificultades
que no fueron suprimidas más que e el último minuto.
Si todo ha salido bien, se debe al impulso y al valor magnÃfico
de Maurice Herzog que ha sido un entrenador de hombres de los
que raramente se ven.
Partimos pues de ParÃs el 30 de marzo. Llegamos muy
rápidamente, ya que por primera vez también en
los anales de las expediciones al Himalaya, la expedición
se embarcó con todo su material a bordo de un avión
especial de una compañÃa filial a Air France,
que nos depositó en la India 48 horas después.
Tres dÃas más tarde habÃamos franqueado
la frontera de Nepal. Entonces, el mundo dejó de existir
para nosotros.
No éramos entonces más que un grupo de nueve
europeos con suboficiales indÃgenas, los serpas, que
eran nuestros porteadores de altura, y con los porteadores que
habÃamos reclutado allà mismo. Recibimos las primeras
cartas de Europa el primero de julio, es decir, cuando Ãbamos
de regreso.
Después de explorar ampliamente los macizos vecinos
de Dhaulagiri y Kannapurna [sic], escogimos definitivamente
este último, que representaba másposibilidades
de éxito.
El 3 de junio a las 14 horas, Herzog y [Louis] Lachenal a la
cima del Annapourna [sic], primera altura de ocho mil metros
conquistada por el hombre, batiendo ampliamente los records
anteriores que eran el Nanda Devi (7,800 metros), escalado en
1936 por los ingleses Odell y [Harold William] Tilman.
No insisto sobre el carácter trágico de la bajada.
Nuestros camaradas bajaron con heladas extremadamente graves,
en los pies y en las manos para Herzog, en los pies también
para Lachenal. [Gaston] Rébuffat y [Lionel] Terray, que
se encontraba en el Campo V, quedaron ciegos unos cuantos dÃas.
Dos palabras sobre Nepal. Es un paÃs todavÃa
por descifrar. Estaba completamente cerrado hasta estos últimos
años. Se ha desarrollado normalmente, me atrevo a decir,
completamente al margen de la civilización, pero no se
encuentra en él ese carácter de salvajismo que
colinda, como en �frica negra, con una civilización
muy moderna.. Allà por el contrario, todo ocurre como
si Nepal estuviera completamente aislado del mundo.
© Alpinismo, revista mensual. Tomo 2, número
13, octubre 14 de 1950. Página 32.