UNA VISIÓN DESDE EL INTERIOR
15 junio 2000
Eric Molino Minero Re ofrece aquí lo que quizá es la más completa versión de lo que fue el rescate del Resumidero La Joya, en el estado de Guerrero, desde el punto de vista de los rescatistas.
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EL INICIO
A las 3:30 de la mañana no es fácil distinguir dónde terminan los sueños y comienza la realidad. A esa hora Juan Montaño me comunicó que habÃa ocurrido un accidente en La Joya, hasta el fondo, en el último tiro, el más grande. Sin saber bien de qué me estaba hablando encendà la luz y traté de despertar. Yo habÃa tenido una semana muy pesada y en realidad hacÃa apenas dos horas que me habÃa dormido. Juan estaba preparando sus cosas para salir lo antes posible.
En un principio me costó trabajo creer lo que me decÃa. Uno espera que estas cosas nunca sucedan. Incluso se me ocurrió la idea de que podrÃa ser un simulacro, dado que en el grupo de la UNAM se habÃa estado hablando mucho de que ya era hora realizar uno. Pero la seriedad en la voz de Juan era una clara señal, esto era en serio.
Estando un poco más despierto pude formular un par de preguntas sobre lo que habÃa pasado y quién más estaba listo para salir. Lo primero que vino a mi mente fue que debÃa levantarme, preparar mis cosas y salir con Juan y los demás. Pero también recordé el simulacro que hicimos en la misma Joya durante el curso de rescate y lo cansado que habÃa sido. Decidà que lo más prudente serÃa descansar bien y salir en la mañana con el resto del grupo. Tardé mucho en conciliar el sueño, me la pasé pensando en lo que acababa de escuchar.
A las 8:30 le hablé a Arturo Robles, quien ya se habÃa enterado del accidente. Mi intención era saber quienes estaban en la ciudad y de alguna forma organizarnos para irnos juntos. También hablé con Lorenzo Ortiz y quedamos de vernos a las 11 en la UNAM.
En la UNAM esperamos un rato. TenÃamos que resolver la manera de irnos, buscar carburo y esperar a algunos compañeros que tenÃan asuntos que resolver antes de partir. Finalmente, a la 13:30, salimos rumbo al Resumidero La Joya, cerca de Taxco, Guerrero. Ã?bamos VÃctor Chávez, Javier MartÃnez, Arturo Robles, Lorenzo Ortiz y yo. Los que faltaban se irÃan mas tarde.
CAMPAMENTO BASE
A grandes rasgos, el Resumidero La Joya es una caverna de unos 3 kilómetros de largo y unos 250 metros de desnivel. Es prácticamente horizontal, aunque cuenta con 5 tiros verticales. El más pequeño se encuentra en la entrada (5 metros) y el más largo (donde ocurrió el accidente) es el último, con 60 metros fraccionados en varios descensos. Para llegar a él hay que recorrer un gran número de pozas, meandros, gateras, pasos estrechos, desescaladas, tres tiros interiores (16, 8 y 10 metros) y un sifón.
A las 16:30 llegamos a La Joya. En un principio pensamos que no habÃa mucha gente ya que no se veÃan carros, sólo la camioneta de Juan y la del grupo Urión. Conforme caminábamos a la entrada de la caverna vimos que en los terrenos de más abajo habÃa cerca de cinco vehÃculos de la cruz roja y otros que no conocÃa. Encontramos a varias personas acampando cerca de la entrada y más adelante vimos a Juan Montaño, a Guillermo Gutiérrez (Memo) y a Marisol Monterrubio. También estaban ahà un grupo numeroso de personas del IPN, de Urión, de la SMES, la cruz roja y otros que no conocÃa.
En un principio nos pareció que las cosas no estaban muy claras. Fuimos a ver a Juan quien nos puso al tanto de la situación. A las 21:30 del sábado MartÃn Alvarado, del grupo del IPN, habÃa caÃdo en el último tiro, aproximadamente unos 40 metros. El diagnóstico provisional era que tenÃa fractura en un tobillo, pelvis y costillas. La causa del accidente que se manejó en ese momento fue que MartÃn se habÃa asustado por alguna razón y soltó la cuerda, perdiendo el control de su dressler (descensor). También nos enteramos que Manuel Casanova y Beatriz Ã?lvarez (Betty), quien es médica, estaban con él, junto con unos compañeros del IPN y uno o dos paramédicos.
Además, nos informaron que durante la mañana se habÃa designado a Sergio Santana como coordinador dentro de la caverna y a Juan Montaño como coordinador externo. Cuando llegamos Santana se encontraba descansando. Ã?l habÃa llegado desde muy temprano y ya habÃa bajado hasta el fondo, pero cuando hubo descansado nos platicó su plan. Sólo entendimos que él iba a entrar a las 17:00 con un grupo y que nosotros debÃamos ir después de ellos. El siguiente grupo, SMES, iba a entrar a las 20:00. (Más tarde se cambió la hora y se les programó para la medianoche.)
Nos quedamos platicando sobre lo que debÃamos hacer. Poco a poco fuimos aclarando la situación y llegamos a la conclusión de que todos los que tomamos el curso de rescate debÃamos concentrarnos en armar los tiros y dejarlos listos para subir la camilla. Santana nos pidió que no nos cansáramos. La idea era que los que conocÃamos las técnicas de rescate debÃamos estar listos para cuando llegara la camilla. También nos indicó que fuéramos armando los tiros conforme fuera llegando MartÃn. Una vez izada la camilla, debÃamos quitar las cuerdas, rebasar al herido y preparar el siguiente tiro, usando el mismo material. Esto considerando que los primeros cuatro tiros ya estaban prácticamente listos para colocar todo el material necesario.
Con todas estas indicaciones en mente nos dispusimos a instalar nuestras tiendas, equiparnos y seleccionar las cuerdas y el material de armado. El hecho de que todos nosotros conociéramos La Joya razonablemente bien y que ya hubiéramos hecho una práctica en esta misma caverna, nos daba una cierta seguridad. En la práctica del rescate se sacó al "herido" desde el sifón, sin pasarlo, y tardamos cerca de 7 horas y media. En esta ocasión debÃamos armar el último tiro y pasar el sifón.
Especulamos un rato sobre la longitud de la cuerda que debÃamos usar. El último tiro representaba un reto para todos. DebÃamos llegar ahà con todo lo necesario y decidir en el lugar cómo armarlo. Nos llevamos varios cabos cortos para hacer los repartidores; unas cuatro cuerdas (la más larga de 70 metros), unas 20 plaquetas con sus correspondientes maillones, cuatro o cinco puños, cuatro poleas pequeñas y cuatro grandes, cinco anillas, un taladro, martillos y manerales, spits y mosquetones con y sin seguro.
ENTRADA
Nos repartimos el equipo y empezamos a entrar. Santana entró unos 40 min. antes con un grupo de la cruz roja, quienes llevaban la camilla de la UNAM. Aparentemente ya habÃa una camilla dentro, pero no era adecuada y se debÃa sustituir por la que llevaban en ese momento. Juan estaba en la entrada anotando en su bitácora quienes entraban y a qué hora. Se nos dijo que no trabajáramos más de ocho horas. Al cumplirse ese plazo uno tenÃa que regresar a la superficie para descansar. Cuando entré vi mi reloj y marcaba las 18:00 en punto. Ã?bamos Marisol, Arturo, Javier, VÃctor, Memo, Lorenzo y yo.
Los cuatro primeros se adelantaron y los tres últimos nos detuvimos en el segundo tiro, de 16 metros, para arreglar el armado. Uno de los tornillos estaba flojo y el mosquetón del anclaje principal (sólo un punto) hacÃa palanca en un borde de la pared, además de que el nudo de la cuerda rozaba. Sabiendo que mucha gente iba a pasar por aquà era importante armar todos los tiros lo mejor posible. Lo arreglamos y continuamos nuestro descenso por la caverna y rápidamente alcanzamos a Santana y a los compañeros que bajaban la camilla.
En 40 minutos llegamos al cuarto tiro, el del comedor. AhÃ, alguien que venÃa subiendo nos comentó que Manuel Casanova ya se las habÃa arreglado para subir al herido por el último tiro y que ya venÃan en camino. Esto nos alegró mucho e hizo que cambiáramos los planes.
En realidad ya no era necesario que los siete estuviéramos ahà esperando a que llegara la camilla con el herido. Mientras los demás irÃan armando los dos tiro centrales, Lorenzo y yo regresamos y encontramos a los que bajaban la camilla especializada. La idea era llevarla hasta el sifón. Ahà debÃamos dejarla y regresar para apoyar a nuestros compañeros. A mà me pareció que eso no iba a ser posible ya que estando ahà serÃamos más útiles si ayudábamos a trasportar al herido.
Bajamos muy rápido. En el camino nos cruzamos con alguien que nos confirmó que ya venÃan en camino. Lorenzo y yo llegamos primero al sifón y ahà esperamos a los demás que resultaron ser unos compañeros del IPN y de la Cruz Roja, además de Santana. En total siete personas.
PLANES
Aquà Santana nos planteó su plan. En primer lugar él iba a tratar de ampliar lo más posible el paso del sifón, que en ese momento, por suerte, no estaba lleno de agua. En realidad era una gatera muy inundada con un claro de aire de unos 10 a 15 centÃmetros en la parte mas reducida. Lo complicado ahà iba a ser una formación bastante grande que obstruirÃa el paso de la camilla y se encontraba prácticamente a la mitad del paso.
En segundo lugar, todos los que estábamos ahà debÃamos sustituir a los que venÃan cargando la camilla. Y que en unas 6 a 7 horas llegarÃa nuestro reemplazo, que serÃan los que iban a entrar a la media noche. En ese momento eran cerca de las 19:30. A mà me pareció que seis personas éramos pocas para sustituir a ocho o nueve, sobre todo sabiendo que debÃamos cargar la camilla 6 o 7 horas. Se lo hice saber a Santana y me aseguró que no iba a haber ningún problema. Nuestro reemplazo entrarÃa a la media noche.
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