OTRAS EXPLORACIONESDespués de esa primera exploración, todos los vecinos de Cardos, SapiorÃs y San José, estaban enterados de nuestra presencia y objetivos. Nos alegraba eso porque ya no nos tomaban por "soldados, fayuqueros o gringos", en ese orden, con que frecuentemente suelen confundirnos. Esto no deja de tener sus inconvenientes porque las puertas se cierran sin poder evitarlo y eso equivale a no poder realizar ninguna exploración, por pequeña que fuera. Nos enfrentábamos al punto crucial del contacto de dos realidades que no se comprenden. Nos correspondÃa romper el hielo porque estabamos en su tierra. A partir de que establecimos nuestra personalidad y comenzamos a hacer amigos, nos esperaban a cada retorno, en cada vuelta de la esquina.
Decidimos trabajar en grupos más pequeños para tener mayores resultados en una zona mucho más extensa, además de rapidez. Claudia y Arturo visitaron la Cueva del Chivo, cerca de Cardos, una oquedad con una pintura que le da su nombre porque parece chivo. El tamaño de la pintura principal es de dos metros de largo sin contar las pinturas adicionales. Nada habÃa más. Said y Miguel se dirigieron al cerro La Tijera, hacia lo alto de la sierra y hallaron algunas cuevas con vestigios antiguos de viviendas. Ernesto y Antonio subieron al Cerro del Mono para encontrar una pequeña cueva donde se encontraban cinco calaveras.
Justo bajo el TacotÃn se unen el RÃo Las Vueltas y el RÃo de los Fresnos. La gente los conoce como rÃo Chiquito o rÃo Grande y la diferencia la hace el caudal que llevan. El rÃo de los Fresnos fue la amplia zona donde los demás nos dispusimos a explorar. ¿Por qué? Era la región mas abrupta, la menos conocida, aun por los lugareños. Inaccesible... desconocida... Esa serÃa la región donde seguramente los xiximes se refugiaron cuando la llegada de los beneficios de la civilización. ¿Acaso no hicieron lo mismo todos los pueblos de América?
UN ENCUENTRO HUMANO
Los diferentes equipos de trabajo habÃamos convenido reunirnos el 31 de diciembre en San José de BacÃs para conocer los resultados y festejar el año nuevo. Ese dÃa regresábamos de una exploración que habÃa durado cinco dÃas, hambrientos y cansados, e hicimos un alto en la casa del señor Faustino Delgado, a orillas del RÃo Chiquito. Lo conocimos desde la primera vez que pasamos por su pequeño rancho y era ya obligatorio para nosotros el detenernos a escuchar una de sus múltiples anécdotas acompañadas de un humeante pocillo de café. Narrador nato, nos mantenÃa verdaderamente embelesados durante el tiempo que hablaba, por largo que fuera, y sólo nos permitÃamos la palabra cuando habÃa terminado su relato. En esa ocasión nos invitó a pasar el año nuevo con ellos y fue muy doloroso para ambas partes tener que posponer la oportunidad, aunque sólo fuera un dÃa.
El primero de enero todavÃa exploramos la parte cercana al Camino Real que baja de San Miguel de Cruces, pero para la tarde ya todos estabamos con ellos, unos preparando buñuelos y otros alrededor de la fogata; yo me sentÃa feliz. Apenas tenÃamos dos semanas de conocernos y ya éramos los invitados especiales a la velada de año nuevo, aunque fuera un dÃa después, ¿qué importaba? Toda la familia habÃa guardado sus galas que iban a usar en el año nuevo para esa noche y los relatos eran más abundantes que las veces anteriores. Seguramente nos resplandecÃa la cara de felicidad como a ellos, desde Clotilde, la niña más pequeña, hasta Faustino.
Sentado ante el fuego, olvidaba la penetrante civilización y todas sus consecuencias. Un mano se recargó en mi hombro y me sacó de mi abstracción. Era Faustino. He tenido y hecho muchos amigos en el desierto, en la sierra, en la selva, en los lugares mas recónditos. Pero ninguno destilaba la sonrisa fraternal de Fautino. Deveras estaba feliz por tenernos consigo y sus hijos. Nos habÃamos hecho amigos. "¿Qué van a hacer a esos lugares tan feos si hay playas tan bonitas? !Y luego en invierno, questá el frÃo que no se halla uno!" La pregunta provenÃa de varias personas de la ciudad de Durango. Esa noche fue una especie de respuesta porque lo que allà encontramos no se puede hallar en la ciudad. La otra parte de la respuesta la encontrarÃamos en lo alto de los riscos mas escarpados del rÃo de Los Fresnos. Y entonces, también estarÃamos juntos como amigos de toda la vida.
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