La orientación consiste en conocer tres elementos:
1. Saber dónde estamos
2. Saber adónde vamos
3. Elegir el mejor camino entre ambos puntos
Eso es todo. Por supuesto, cuando desconocemos el lugar donde estamos, es difícil reducirse a estos tres puntos. El mundo se muestra mucho más amplio de lo que era en nuestra mente. Así que el principal problema consiste en unir esos dos puntos y ya. ¿Cómo hacerlo si no conozco el sitio?
Primero que nada, hay que identificar el lugar en el que estamos. Esto es muy sencillo pues usamos puntos de referencia. En la vida cotidiana, estos “puntos” son tan comunes que ni nos damos cuenta de que existen: las calles por las que diariamente transitamos, los edificios, un muro, un letrero o una tienda comercial. Como en la montaña no existe esto, habrá que buscar otros: una monte, una roca, un árbol o un río. Estos puntos son los más buscados pues no se mueven y dan así una sensación de seguridad tan parecida a lo que estamos acostumbrados. Para esto, es mejor que el punto elegido no se mueva, que sea visible y fácilmente identificable desde lejos. De otra forma, es fácil confundirse.
Sin embargo, los puntos de referencia también pueden moverse e incluso no verse claramente: el sol, la luna y las estrellas se mueven, el viento y las mareas pueden cambiar de dirección. Incluso el norte magnético es invisible y sólo por medio de la brújula sabemos hacia dónde está ubicado. Hay gente que incluso se orienta en base al vuelo de las aves: han aprendido a usar un punto de referencia que poca gente conoce. Los caucheros de la península de Yucatán podían orientarse en la selva a puro “rumbo”, con sólo ver desde la copa de un árbol alto, bajaban y caminaban por días hasta llegar adonde querían. Esto no es magia, por supuesto. Es sólo que ellos aprendieron a usar otros puntos de referencia que son difícilmente identificables aun por la gente que vive en la selva.
Pese a esto, cuando se habla de orientación, se piensa de manera inmediata en el mapa y la brújula. Ambos son excelentes instrumentos con los que se puede lograr una orientación muy precisa con errores mínimos que también pueden ser detectados. Sin embargo, si no se tiene práctica en la búsqueda de puntos de referencia, cualquier instrumento será inútil. Lo más importante de todo método de orientación es buscar algo que nos sirva como punto de partida para poder volver a él o saber qué tan lejos se está. De otra forma, no se está haciendo nada.
La orientación es, sobre todo, el ejercicio de la visión y de la imaginación. Con la vista localizamos todos los puntos que vamos a usar y la imaginación logra unir punto tras punto hasta el grado de hacer un pequeño bosquejo del lugar en el que estamos, algo similar a un mapa tan esquemático como el que se traza rápidamente en un papel para indicar el lugar donde se realizará una reunión o fiesta a la que uno es invitado. Todos hemos tenido uno de esos papeles en la mano y si no conocemos la zona, estaremos bastante confundidos al principio y es hasta llegar al lugar donde uno empieza a encontrar los lugares indicados: el supermercado, la avenida principal donde está el semáforo, etc.
Todo eso se logra hacer con la imaginación: hacer un mapa mental de la zona. Con esto tenemos un paso ganado en la orientación. Al mencionar los tres puntos en los cuales se basaba la orientación cometí deliberadamente una omisión: antes de hacer cualquier movimiento, uno debe explorar la zona circundante hasta conocerla y luego moverse hasta el borde, donde se vuelve a explorar, y así sucesivamente. No se trata de unir dos puntos entre sí, sino de reconocer ir ampliando poco a poco el conocimiento del terreno sobre el que estamos. Así, descubrimos primero nuestra propia casa, luego la calle, después la ciudad, el país, el mundo. Es así de sencillo: puntos de referencia.
De esta forma, lo que es preciso para orientarse es:
1. Saber dónde estamos
2. Saber adónde vamos
3. Elegir el mejor camino entre ambos puntos
4. Buscar continuamente puntos de referencia
5. Explorar la región (pequeña o amplia) en la que estamos antes de movernos.
Si se hace de esta forma, es difícil que uno llegue a estar perdido. A lo más, puede tardar un poco más de tiempo en llegar a su objetivo, pero llegará de seguro.