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Montañismo y Exploración
LOS MUROS DEL SILENCIO
15 noviembre 2000

La información recabada en el recorrido en solitario de 1987 sirvió para plantear una exploración importante: si la barranca Bacís estaba llena de leyendas y de tradición oral sobre los “antiguos”, habría que ir en busca de los restos de sus habitaciones,.de los cuales se hablaba fuertemente. Este fue el primer paso en la exploración de lo que se llamaría posteriormente “Explorando un mundo olvidado”.







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LA CIUDADELA

"El esfuerzo es intenso. Cuando los otates son verdes, son prácticamente irrompibles. Los doblamos con nuestro propio peso pero vuelven a tomar su posición original en cuanto dejamos de hacer presión. De esta manera, todos hacemos la labor de ir abriendo camino. Una labor infructuosa porque al volver la vista atrás, se ve la vegetación como si nadie hubiera pasado. Cuando el otate es negro significa que está podrido y puede romperse con facilidad; esto también es un inconveniente porque cada vara rota representa un agudo filo que puede desgarrar la carne. Seguimos aquí porque si estamos rodeados de otates, uno de los materiales de construcción para las habitaciones, es muy probable que en los resguardos que se ven en lo alto del risco, encontremos algunas".

El segundo día fuimos río arriba. Había que cruzar una gran cantidad de veces el curso y eso nos retrasaba. Pero al mediodía, Othón Delgado, un callado muchacho de trece años, nos hizo llegar a otro resguardo. Nos hizo llegar, literalmente. Corría ladera arriba mientras nos arrastrábamos �eso parecía � sobre la pendiente pedregosa. Se detenía a esperarnos y nos mostraba plantas que curaban, cerros que podían albergar las construcciones de los xiximes.

Quedamos sorprendidos: en una pequeña cueva aparecían ante nuestra vista lo que tanto buscábamos: construcciones de no más de metro y medio de alto. Dos de ellas hacían del techo del resguardo su final, por lo que podían considerarse como completas. La entrada medía (topografiábamos todo para elaborar un reporte) 60 cm de altura por 33 de ancho. Prácticamente una ventana que podía ser traspasada sin dificultad. El dintel de una de esas habitaciones era de madera de pino, un árbol que traían quién sabe desde donde porque en los alrededores no existe.

Lo sensacional se presentó en forma de una pintura sobre la entrada de una de las habitaciones. Parecía tener la forma de un caracol encerrado en un cuadrado. En total eran 13 las construcciones, lo que se salía del numero convencional de cinco o menos que siempre habíamos hallado, por lo que surgió el nombre de Ciudadela. Parecía ser tal. Aunque a tres horas sobre el río, a un lado estaba un canal del cerro por donde escurría agua. El lugar fue importante porque había varios metates, olotes diminutos que tenían mucho de haberse roído por los animales y algunos huesos humanos, incluyendo una mandíbula que estaba muy a la vista.

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