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Montañismo y Exploración
LOS MUROS DEL SILENCIO
15 noviembre 2000

La información recabada en el recorrido en solitario de 1987 sirvió para plantear una exploración importante: si la barranca Bacís estaba llena de leyendas y de tradición oral sobre los “antiguos”, habría que ir en busca de los restos de sus habitaciones,.de los cuales se hablaba fuertemente. Este fue el primer paso en la exploración de lo que se llamaría posteriormente “Explorando un mundo olvidado”.







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UNA FUERTE NEVADA

Por la noche comimos todo lo que pudimos para recuperarnos. Descansaríamos del viaje al cerro La Otatera y al otro día saldríamos río arriba una vez más, en esta ocasión todavía mas lejos. Pero en la noche comenzó a llover y al amanecer nuestro refugio de varios días amenazaba inundarse. Tuvimos que improvisarle canales que nos permitían cierta libertad de movimientos estando secos. También pusimos un techo improvisado. La temperatura bajó mucho y ese día lo dedicamos a descansar y a cocinar unos frijoles que tardaron ocho horas en estar duros y, podríamos decir, "comibles". Descansamos hasta donde fuera posible, porque el nivel del río aumentaba a cada momento y eso dificultaría nuestro regreso.

Al otro día, Miguel gritaba desde fuera: "!Miren, está nevado!" La nieve había cubierto las partes altas de la sierra y se veían blancas. Blanco de nieve sobre blanco de roca con una mancha aquí y allá de verde vegetal. El lugar donde antes nos bañáramos y laváramos ropa y trastes estaba un metro por debajo del agua... El río seguía subiendo y bajando su temperatura. Como no podríamos atravesarlo, debíamos buscar un camino que rodeara por lo alto de la sierra, no importaba cuán alto fuera, para llegar nuevamente a Sapiorís. No debíamos retardar el regreso porque seguramente la gente de Sapiorís y San José estarían al tanto de nosotros.

El camino fue largo, aunque no pesado, y al anochecer los perros del rancho de don Faustino nos recibían con sus ladridos. Habíamos estado una semana y media dentro de otro mundo y ahora estábamos casi con un pie en la civilización. Con Faustino nos entretuvimos un par de días porque uno de los muchachos enfermó y después la familia no nos dejaba partir. Una mañana vimos bajar del cerro a don Nicolás Herrera, un anciano de setenta y cuatro años que es la autoridad en San José. Nos estaba buscando porque "con esa nevada uno nunca sabe... y luego se meten a lo mero fragoso de la barranca... Todos están con pendiente."

Al día siguiente nos encaramábamos a una camioneta que nos llevaría a la ciudad de Durango. Comenzamos a subir por la terracería para dejar atrás todas las vivencias de un mes. Antropológica y arqueológicamente, la expedición había tenido éxito. Pese a la falta de apoyo del gobierno del estado, habíamos señalado un lugar en lo mas agreste de la Sierra Madre Occidental donde habían restos arqueológicos de gran importancia. Señalamos nada más. Esa es la labor del explorador. Tocaba el turno a los especialistas. Mesoamérica tenía una frontera noroccidental y si se quiere saber más acerca de los dos mundos �Mesoamérica y Aridoamérica � es necesario concluir el trabajo y llevarlo hasta sus últimos fines, antes que nos despojen de las maravillas que todavía existen ahí.


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