El grupo a cargo del Ingeniero Guillermo Mora recorrió en 15 días 130 kilómetros sobre un área de 100 kilómetros cuadrados en la sierra veracruzana. Sin embargo, no fue fácil moverse, ya que al principio en el poblado de Guzmantla, terrenos en apariencia solitarios, los lugareños seguían con desconfianza los movimientos de los jóvenes universitarios. Este hecho se hizo patente al momento de tratar de hablar con ellos, de tal forma que los deportistas tuvieron que recurrir a las autoridades de los sitios por donde pasaban para continuar sus investigaciones en la sierra.
Fue así que a su llegada a la ranchería de “El Pedregal”, visitaron al comisario ejidal, Gabino Serrano, quien luego de escuchar los objetivos planeados para la expedición, les ayudó.
El señor Serrano les informó de las cuevas y sumideros de esa sierra y les puso en contacto con jóvenes y ancianos para conseguir información aledaña y poco conocida sobre posibles secretos de enterramientos fúnebres o de cavernas de difícil acceso.
De boca de esta gente, cercana a los cien años, fue posible saber de vestigios arqueológicos prehispánicos cuyos orígenes y grupos étnicos que la habitaron se desconoce. Por los informes supieron que se componen de una o más pequeñas pirámides, lo cual también les hizo dudar, ya que si se sabe de dichas ruinas arqueológicas, posiblemente ya fueron visitadas por saqueadores profesionales o por campesinos en busca de tesoros.
El agente municipal del poblado de Buenavista, municipio de Tepatlaxo, Felipe Pinillos, así como el agente municipal de “El Triunfo”, del mismo municipio, Rafael Chávez Huerta, fueron una valiosa ayuda para los espeleólogos, ya que además de los informes y advertencias sobre los mitos y creencias de los campesinos, les consiguieron alimentos, que resultaron problema de primera importancia por el recelo de los lugareños.
Por esas autoridades municipales, lo espeleólogos supieron que en varias ocasiones los campesinos han sido engañados por grupos políticos que han realizado trabajo de propaganda en esos lugares; también comitivas estudiantiles les engañaron, ya que prometiendo mejoras en cosechas y enseñarles a leer, los timaron con alimentos, por lo que cada forastero que llega a esos municipios les impida el temor al engaño.
Todo cambió para los espeleólogos cuando los diferentes poblados y rancherías exhibieron repetidamente el audiovisual “Historia de la Espeleología”, que abarca desde la génesis de del significado y terminología usada, el medio ambiente donde se desenvuelve el espeleólogo y diversas concresiones que se presentan en las cuevas (estalactitas y estalagmitas).
Después de las exhibiciones, los campesinos fueron poco a poco entendiendo las intenciones de los espeleólogos y poco después les abrieron las puertas de sus casas y les brindaron todo tipo de ayuda.
De las investigaciones concluyeron que los pobladores de esta región son gente que llegaron hace 150 años (como máximo), originarios del estado de Puebla, por lo que sus tradiciones, leyendas y sucesos se remontan a esos años. Aún es posible recabar datos sobre antiguos relatos poético-filosóficos en náhuatl.
El ingeniero Mora, al realizar una investigación documental en esos poblados, estableció que en la cabecera municipal de Tepatlaxco de San Agustín, en 1606 hubo problemas por unos terrenos (folleto sacerdotal del lugar). En esa fuente se consigna que en 1710 ocupó la gubernatura un indio llamado Sebastián de León, natural del pueblo de Tepatlaxco, de lengua mexicana.
De esto se desprende que en el siglo XVIII aun se hablaba el náhuatl, pero que con el tiempo y la llegada de nuevas generaciones del estado de Puebla, esa lengua ha ido desapareciendo junto con sus leyendas y tradiciones.
Gaceta UNAM
