Hugo Rodríguez Barroso. Everest: la voluntad a prueba. Planeta, México. 1997.128 páginas. ISBN: 968-406-611-2.
En 1997, un año después de la tragedia ocurrida en el Everest y relatada por Jon Krakauer en Mal de Altura, Hugo Rodríguez participa en una expedición comercial. ¿Quién es Hugo Rodríguez? No era montañista de carrera, menos de los que se dicen «escaladores puros». Sé que muchos me cuestionaban porque yo había sido nadador de larga distancia, no montañista ni escalador, porque en todo caso del Aconcagua me había ido directo al Everest [...] Seguramente la crítica de algunos era porque personas como yo aparentemente invadíamos su entorno y porque ellos se han pensado dueños de las montañas...?
El relato de su ascensión no difiere de los otros relatos recientes sobre ascensos al Everest sino en las personas que componen la expedición y algunos pocos detalles. Hay uno, sin embargo, que hace de este relato algo fuera de lo común y que se anuncia desde la portada del libro: "Historia del montañista mexicano que regresó de la «zona de la muerte»".
Tras las etapas de aclimatación que "cumplimos con emoción y cansancio, con fuerza y debilidad, escalando con altas medidas de seguridad y asumiendo riesgos tan grandes que no quisiera saber que mis futuros hijos tendrán que enfrentarlos? (p. 68) tienen unos días de espera en la que el mal tiempo les impide subir. En estos días, pegados a los reportes meteorológicos que reciben desde Inglaterra, escribe:
"No sé siquiera cuál va a ser el resultado de esto y no sé si vale la pena arriesgar la vida, pero parece que la regla es todo o nada." (mensaje a través de Internet, p. 59)
En esa espera, varios se desmoralizan y algunos deciden abandonar la montaña. El jefe de su expedición decide ascender a la cumbre, pero él protesta:
"—¿Cuál era la intención: consumirnos para regresar a casa y que se acabara la expedición? No era posible, ¿había pagado 34,000 dólares para concluir así? No había valor agregado, ni siquiera un servicio de lujo."? (p. 79) Y sin embargo, la decisión había sido bien tomada porque la mayoría de ese grupo llegó a la cima sin contratiempos.
Finalmente "a las 14:12 del 23 de mayo de 1997", llega a la cumbre. Pero antes se ha desarrollado una escena que llama mucho la atención. Puesto que se ha quedado sin fuerzas, revisa su tanque y descubre que Â?sólo tenía quince por ciento de la capacidad, entendía que el oxígeno no sería suficiente para alcanzar la cumbre y descender a El Balcón para tomar el cilindro que Dartengi había dejado. Así que solicité a Lahapa uno de los tanques que cargaba para repuesto, pero contestó que no podía dármelo porque era para los ingleses. Le expliqué que en El Balcón encontraría los cilindros de Dartengi. Sin embargo, dijo que no. Era inútil insistir y sólo pregunté que cómo quería que subiera. «Bájate», recomendó. «Voy a subir hasta la cumbre, con oxígeno o sin él», fue lo último que le dije.
"—Al ponerme la mochila y dar los primeros pasos, escuché que alguien me llamaba. Era Andrés [Delgado], que había atestiguado. Con un ademán me pidió que me acercara. Regresé.
"—Llévate mi tanque —me propuso.
"—No, eso no lo puedo aceptar —le contesté.
"—Llévatelo, yo ya voy para abajo —insistió.
"Pensé que él lo necesitaría igual que yo, pero, en efecto, iba hacia abajo..." (p. 104-105)
El pasaje llama la atención porque considera que un sherpa, a quienes califica en el libro con grandes cualidades humanas y como los Â?mejores escaladores del mundoÂ? sí puede dejar el tanque, pero no su compatriota. Â?Pude apreciar de ese modo que la formación de grandes figuras occidentales del montañismo era simple espejismo frente a los sherpas...Â? (p. 46-47) Se trata del choque de mentalidades que se produce al estar en una expedición comercial: se considera que se está practicando el montañismo tal como se hace en otras montañas, pero la realidad es que Â?después de todo yo prácticamente escalaba soloÂ? (p. 53)
A la bajada, un resbalón le hace perder equilibrio y Â?quizá di una o dos vueltas en el aire. Una noche pasa a los 8,550 metros, sin bolsa de dormir, ni tienda ni oxígeno pero al amanecer está vivo. Y empieza su largo descenso al campamento cuatro, en donde ya lo habían dado por muerto.
Uno encuentra varios pasajes que son útiles en la comprensión de la historia moderna del Everest como lugar para expediciones comerciales:
"A lo largo de la ruta se instalaron cuerdas fijas para proteger a los escaladores y aminorar los riesgos por los derrumbes o las caídas. Las escaleras y cuerdas fijas las colocaba un grupo de sherpas que trabajaba exclusivamente en la cascada, contratados por Mal Duff y Henry Todd, líderes de dos expediciones inglesas, quienes tenían a su cargo el mantenimiento de la ruta, como si fuese una carretera. Ambos cobraban a las demás expediciones y coordinaban a cuatro sherpas que eran los topógrafos del Khumbu, quienes, a su vez, subían hasta 6,100 metros durante cuatro días ininterrumpidos y descansaban uno." (p. 44)
"La vida en el campamento base se torna monótona. Hacíamos tres comidas... El resto del tiempo lo dedicaba a mi aseo personal y el de mi tienda, a leer, a charlar con otros expedicionarios y sherpas, a descansar y preparar la mochila para el siguiente avance por la montaña." (p. 48)
El libro es sin duda, el relato de un superviviente que tuvo un entrenamiento específico y que tuvo mucha suerte en regresar, pero no más. No hay nada nuevo. Las continuas citas y agradecimientos intercalados en el texto son molestas. Por supuesto, no deja de dar su punto de vista sobre algunos puntos específicos pero lo que más resalta es que "...no éramos escaladores profesionales, sino gente dedicada a la academia, a trabajar de tiempo completo en nuestras respectivas profesiones. Porque la formación de las personas debe ser integral, fundamentada en la educación familiar, desarrollada en las instituciones de enseñanza, enriquecida en la sociedad, forjada con nacionalismo; y el deporte es un elemento adicional, permanentemente nutritivo, durante los estudios y a lo largo de la vida. Es parte del todo, nunca el fin." (p. 25)
Ascendió y tuvo la suerte de bajar por "La ruta del Collado Sur, la clásica, la tradicional, por donde se ha logrado la mayoría de los ascensos, lo mismo es ruta realizada por montañistas amateurs que han colocado la bandera de su país en lo más alto, que por profesionales que en algunas ocasiones han tenido que intentar la misma ruta dos o hasta tres veces. Todos tienen mérito, principalmente los sherpas. El Everest es lo que es." (p. 29)
Erratas
Página 48, último párrafo, dice: "Ante la falta de oxigenación del cuerpo y órganos principales, estar deshidratado se convierte en el método para evitar que la sangre se haga espesa o se formen coágulos en el pulmón o el cerebro del montañista..." Debe decir: "estar hidratado".