Kurt Diemberger. Entre cero y ocho mil metros. Segunda edición. Ediciones Desnivel. Madrid, 1995. 394 páginas. ISBN: 84-87746-55-1
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¿Quién eres tú? Mil posibilidades hay en ti.
¿Qué es lo que nos permite alcanzar una meta, un sueño? Sólo una corta frase: yo quiero. ¡Dejemos las dificultades "insuperables" para los que no creen en ella!
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Entre las muchas obras de literatura de montaña autobiográficas, la de Kurt Diemberger es una de las más brillantes por la calidad literaria y por el calor humano de cada una de las vivencias relatadas. No se trata ya de exhibirse en un libro y decir que se es el mejor, sino de hablar de un ser humano que ha hecho esto y aquello y que al paso del tiempo ha adquirido una manera propia de ver la vida: el alpinismo.
"Mi vida está prácticamente consagrada al alpinismo; pero no sólo a él, también a la aventura y a la exploración. Posiblemente, por esta razón, siempre he tratado de ampliar esta actividad en sus vertientes de descubrimiento y aventura, porque me opongo a que quede encerrada en su sentido deportivo. Es más, cuando nació, era exploración total. Mi intención es siempre mantenerme fiel a su contexto original, y no lo vivo sólo desde mi perspectiva del escritor y del fotógrafo de montaña; como hombre, aunque estoy abierto a muchas cosas, siempre vuelvo al alpinismo." (p. 389)
A base de logros y escaladas, despunta poco a poco el joven Kurt Diemberger que acompañaría a Hermann Buhl en su ascenso al Broad Peak en un estilo poco común para la época, pues con sus propias fuerzas y sin oxígeno artificial alcanzan la cima. Fue el primer ascenso en estilo alpino que retomaría Messner años después en esta misma montaña.
"¿Y la cumbre? Sí, ha suscitado en mí grandes impresiones, el panorama ha sido inolvidable: ¡pero cuánto más luminosa era la imagen de la fantasía! Me paro. Miro atrás, hacia la cima. Veo claramente las pisadas en la nieve. Sí, ha concluido. He estado allí. Ha sido el momento culminante de mi vida de alpinista, ha sido la realidad. ¡Qué distinta! ¡Lástima! La imagen del sueño pierde el brillo. Todo está aquí tan silencioso... y estos cansado, solo..." (p. 137) "...todo de improviso me parece sencillo, natural, ahora puedo sonreír, por cualquier cosa, sonreír ante el miedo de todos los de allí abajo, ante el miedo de morir, incluso puedo sonreír ante mi miedo de momentos antes. Sólo ahora estoy completamente aquí arriba; el mundo, abajo, yace infinitamente lejos y sin significado. Ya no pertenezco a él." (p. 138)
Los logros son numerosos y se encuentran resumidos en una tabla que aparece al final del libro, pero lo más importante del libro es, sin duda, que el lector queda atrapado por la sencillez e —a veces— ingenuidad con que se narra desde la búsqueda de un cristal en los Alpes, la primera ascensión a una montaña y el enfrentamiento a los problemas técnicos que traen consigo los irremediables pensamientos de todo alpinista:
"Tú mismo, mientras continúas subiendo. Ves la sombra de la torre que crece sobre la pedrera y sientes, con todo cuanto eres, que perteneces a la montaña y al mismo tiempo que eres libre, con tus pensamientos, con tu corazón, suspendido sobre el abismo. Sientes que tienes brazos, piernas, que te llevan allá arriba porque has aprendido a vencer el miedo." (p. 75)
"...todo alpinista sabe muy bien que una verdadera cordada constituye una especie de comunión donde debe existir ante todo la máxima confianza recíproca. Porque en el mismo instante en que uno decide —según su opinión, su prudencia o su temeridad— dar un paso, plantar o no un pitón, renunciar o arriesgarse, instantáneamente involucra en aquel acto la vida del compañero, ligado a él por la misma cuerda. En esto hay que pensar. Una cosa es cierta: las personas con las que puedes encordarte son distintas, y en la montaña aprendes a conocer a tu prójimo y sale a flor de piel la naturaleza más íntima." (p. 58)
"Naturalmente, no todos pueden subir a la cima del Everest. Entonces, ¿qué otros fines pueden alcanzarse? Hay otras cosas que descubrir o crear: una fórmula, un procedimiento industrial, una obra de arte. Acaso incluso a uno mismo. ¿Cuántos Hillary y cuántos Tensing habrá que no han sabido encontrar su cima, sólo porque no han creído en ella? (p. 24)
Entre cero y ocho mil metros es, además de una autobiografía, una invitación a ir a la montaña porque no se habla todo el tiempo de dificultades que sólo pocos pueden superar. "«¿Pero por qué suben allá arriba?» ¿Complejos de inferioridad, amores infelices, afán de destacar?... y el eternamente viejo Sir Regañón está elaborando ya su artículo para afirmar que en otros tiempos los valores eran muy distintos y más elevados, y decretando que nosotros subimos sólo para que nos miren desde abajo. Bueno, ¿por qué no sube él un poco antes de hablar? Afortunadamente no sólo existe gente del tipo «Gracias a Dios que no soy así...» Esto, afortunadamente, es cierto. ¿O tal vez también nosotros, cuando seamos viejos, hablaremos de ese modo? Cada uno se aferra a sus propios conceptos. Sin embargo..." (p. 190)
Hay que remarcar que la segunda edición fue publicada en 1995, un año antes de los acontecimientos del K2 y que el propio Kurt Diemberger relata en K2, el nudo infinito.