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Montañismo y Exploración
El Caribe turístico
21 diciembre 2000

…empezó a soplar el viento del norte y me llegaba de frente. A veces era tan fuerte que me giraba la pala hacia donde no quería y eso me hacia "trastabillar".







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Después de la experiencia de Tulúm, pasé varios días en casa de Guillermo Espinosa descansando como si fuera una persona hospitalizada. Dormía doce, hasta 16 horas al día y aun despierto seguía estando como en otro mundo. Un amigo de Guillermo lo había acompañado a Tulúm cuando fue por mí y le dijo que le había impresionado mucho mi aspecto (y ya tenía un día de estar en tierra) y que parecía que había visto cara a cara a la muerte. Nunca había visto a alguien con un cansancio tan alto como a mí.


Después, Guillermo y Roberto Alarcón (ambos del grupo de escalada) me llevaron a Tulúm en la camioneta del primero, pero tenia miedo. Recordaba las revolcadas de la ultima vez en el mar, frente a Tulúm. Me ayudaron a poner la tienda y se fueron. Me quedé solo nuevamente y por la mañana seguía sintiendo miedo hasta que me forcé a salir de la tienda y meterme al agua. Con sólo estar de nuevo en Thor, sentí que tenía el control total. Remaba bien y me sentía perfecto. Remaba tan rápido que me dije que llegaría de un solo jalón a Playa del Carmen, aunque llegara ya de noche. ¿Qué podían ser 63 kilómetros estando descansadoy con Thor más liviano? Les daría una sorpresa a mis amigos.


Pero las cosas fueron de otra forma porque cuando ya había avanzado 20 kilómetros, empezó a soplar el viento del norte y me llegaba de frente. A veces era tan fuerte que me giraba la pala hacia donde no quería y eso me hacia "trastabillar". Eso fue muy cansado y decidí descansar en el primer lugar donde pudiera llegar a la playa, que no es en todos sitios, como cuando estábamos en el sur del Caribe. En muchos sitios, las olas rompen con tanta fuerza que es mejor ni acercarse a la playa.


Me corrieron de las playas porque son zonas hoteleras y no dejan quedarse a ningún campista. Estaba en el Caribe turístico, con acuamotos y kayaks seat-on-top por todos lados y donde las playas no pueden ser usadas libremente aunque legalmente no puedan ser propiedad privada.


En una zona donde no había hoteles y que era un campamento tortuguero —uno de esos lugares ideales, con playa mansa, un muelle y mucha arena y árboles para acampar—, me dijeron que no podía estar porque el día anterior había llegado la marina buscando un cargamento de droga que les habían anunciado. Ahora me explicaba el porqué tanto patrullaje, tanta lancha que daba vueltas y vueltas alrededor de una zona, el barco que parecía ir midiendo una y otra vez la distancia entre una punta y otra, el helicóptero que me había sobrevolado dos veces.


Cuando pasó sobre mí la primera vez pensé en lo bien que hubiera salido una fotografía desde el helicóptero con Thor completamente amarillo y el mar azul. Pero el asunto era otro: no podía quedarme ahí y no sólo eso, sino que debía buscar un sitio seguro donde nadie pudiera dudar de mí, pues ya los del campamento tortuguero habían puesto en tela de juicio mi nacionalidad diciendo que yo era colombiano (por la droga) o de menos indocumentado, porque así llegaban muchos. Me hizo gracia, misma que se me quitó al tener que hacerme nuevamente a la mar.

















A la tercera vez que estaba por salir a la playa, ya estaba oscureciendo y decidí que aunque fuera en el hotel, aunque tuviera que pagar la exorbitante cantidad que pedían, me quedaría; no podría remar indefinidamente. Pero el problema era, nuevamente, como alcanzar la playa. Un par de wind-surfers solucionó el problema porque salieron al mar y regresaron a ella con una velocidad impresionante.


"El viento es de succión, por eso lo hacen así", pensé. Ese era el lugar por donde había que entrar. Los windsurfers se acercaron a mí cuando bajé del kayak. Uno de ellos, holandés, me ofreció agua después de verme con los labios secos y fue hasta el hotel por un vaso de agua helada. Gente que sabe de las penurias de mar, no cabe duda. Resultó que es el único lugar donde se puede acampar y me quede ahí. Xpu-ha, el lugar que Guillermo me había mencionado, pero dudando que pudiera llegar ahí en un día.







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