—¡Ten cuidado! Voy a intentarlo, pero está difícil.
Poco después escuché la voz:
—¡Dame cable!... ¡más!... ¡más!...
Silencio... y después un grito de alegría.
—¡Lo logré! Voy a autoasegurarme.
Al mismo tiempo y por todos lados se oían voces y expresiones parecidas en cuanto a su contenido, pero en diferente idioma.
Estábamos en una zona de escalada muy popular del estado
de Colorado, Estados Unidos: Eldorado Springs. Éramos
seis y habíamos viajado por tierra desde la ciudad de
México para realizar escaladas en roca en las zonas más
populares del estado, en tantas como el tiempo nos lo permitiera,
pues disponíamos de veinte días.
Habíamos visto fotografías sobre estas zonas,
leído y oído información de ellas. Como
es lógico, esperábamos que durante nuestra visita
veríamos y aprenderíamos muchas cosas nuevas:
nuevos estilos, diferentes formas de pensar, nuevas rutas, nuevas
paredes, otros tipos de roca... Pretendíamos también
realizar ascensiones de mayor dificultad y elevar nuestro nivel
de escalada.
La escalada es un deporte que está fuera del contexto
de los otros. Incluso es muy diferente a las otras áreas
del montañismo. La practican personas de diversas partes
del mundo que encuentran un algo extraño y fascinante
al ascender superficies rocosas y dejarse envolver en lo vertiginoso
de las alturas y enfrentarse ante dificultades que sólo
su capacidad física, técnica y psicológica
pueden vencer. Se enfrentan a riesgos, aventuras, a su miedo,
a lo desconocido.. y logran encontrar en todo ello extrañas
satisfacciones que los impulsan a buscar todo eso de nuevo.
Una y otra vez.
Se podría decir que el Valle de Yosemite, en California,
es el centro principal de escalada en roca de los Estados Unidos
en cuanto a belleza y popularidad se refieren, además
de ser el número uno en todo el mundo. El estado de Colorado,
en conjunto, ocupa el segundo lugar ya que tiene muchos lugares
apropiados para este deporte, pero cada uno de ellos por separado
más pequeños que Yosemite. Así pues, tenemos
a "Eldorado", "El Jardín de los Dioses",
la zona de Boulder, el "Diamante" de Estes Park y
el Cañón Negro de Gunninson, entre otros.
El primer lugar que visitamos fue "El Jardín de
los Dioses", cerca de Colorado Srpings. Es un parque con
rocas areniscas con no más de 80 metros de altura, erguidas
en una posición muy bella; sus colores, que van del rojo
al café pasando por el rojizo pardo, le dan un toque
de contraste con el verde de sus prados y árboles.
Un artículo de esta zona decía: "Los escaladores
nuevos que visitan esta zona se ven sometidos a caídas
continuas ya que no usan los frágiles apoyos con técnica
adecuada." El autor tiene razón: la roca arenisca
que compone las paredes es muy deleznable y se podría
comparar con otro polvorón. Esto no nos atemorizó,
pero dudábamos de la resistencia de los anclajes que,
aunado a las copiosas lluvias, formaron factores suficientes
para hacernos proseguir nuestro viaje. DE cualquier forma, la
zona es importante pues hay suficientes rutas de dificultad
hasta 5.12, muchas de las cuales usan como protecciones los
antiguos clavos que usaron los primeros escaladores para progresar
en artificial.
Después de pasar a Denver, llegamos por las noche a
Eldorado, una zona de escalada que se compone de una masa de
rocosa de tipo riolítico que forma agujas y rampas de
muy variadas formas, extendiéndose algunos kilómetros
para formar un conjunto con la zona de Boulder. Estuvimos varios
días aquí. Sus paredes no superan los 200 metros
de altura, pero la calidad de las escaladas y de los escaladores
son muy respetables.
Aquí, la mayoría de las escaladas con combinadas
continuas de escaladas interiores y exteriores —sobre todo del
segundo tipo—, muchos agarres y apoyos, pero a pesar de ello
se pueden colocar protecciones muy buenas.
Todos los días, y en especial los fines de semana, la
zona se ve muy concurrida. Ya entrada la mañana, se podrá
ver escaladores de todo tipo: jóvenes y viejos, hombres
y mujeres; grados desde 5.6 hasta 5.11 y más. [Hay que
recordar que esto sucede en 1982].
Con respecto al grado de dificultad, la clasificación
en Colorado ha adoptado una forma un poco diferente a la de
Yosemite, ya que a partir del 5.9 comienzan subdivisiones +
y - y no a, b, c, y d. Un 5.10c, por ejemplo, equivale a un
5.10+.
Otra cosa que percibimos de forma rápida es que las
escaladas costaban más esfuerzo del normal; un 5.9
o un 5.10 lo escalábamos con más dificultad.
Al principio pensábamos que nuestros niveles de escalada
se hallaban por debajo de lo común; con el tiempo llegamos
a la conclusión —y nos lo confirmaron después—
de que los grados de dificultad, con comparación a
Yosemite, estaban elevados: un 5.10 de Yosemite sería
un 5.9 de Colorado.
Algunas escaladas se realizaban con rapidez en un par de largos
de cuerda, pero otras requerían hasta siete avances o
más, debido a los lugares adecuados de reunión
o al desplazamiento en diagonal de las grietas.
Después de unas escaladas en Eldorado, empacamos el
equipo y nos dirigimos hacia las paredes grandes para culminar
nuestra visita a Colorado.
El Cañón Negro de Gunninson: The Chas View Wall
Partimos hacia Gunninson por la tarde tomando la carretera interestatal 70 que nos internó rápidamente en bosques y montañas nevadas que brindaban un escenario hermoso. Al llegar al Cañón Negro, nos establecimos en una zona para acampar. Luego fuimos a buscar la pared que escalaríamos; pronto la localizamos, pues resalta por su aspecto casi cuadrado y con cierto parecido al macizo del Capitán, en Yosemite.
El Cañón Negro es muy grande y profundo. Por
donde quiera que uno dirija la vista se encuentra grandes
paredes para escalar dentro de esa enorme masa de granito
con venas de cuarzo y ortoclasas. En el fondo del Cañón
corre un enorme río y todo en conjunto hace pensar
en un Gran Cañón del Colorado, pero en chiquito.
Regresamos al campamento y arreglamos el equipo y las provisiones.
Siempre es entretenido acomodar los mosquetones, seleccionar
los clavos, las nueces y stoppers, revisar los cables,
nudos, jumars, poleas, en fin, todo el equipo requerido
en ascensos de gran pared.
Al otro día, Eleazar y Fabio iniciaron su ascenso a una ruta llamada La Diagonal, ya que es precisamente una grieta que asciende diagonalmente en cuyo final se encuentran enormes techos con opciones no muy sugestivas; a pesar de ello calcularon realizar la escalada en dos días. Quizá eso no sólo iba a ser una ascensión, sino también una gran travesía, pero al fin y al cabo creo que lo importante no es únicamente llegar a la cumbre y subir verticalmente o quizá desplazarse lateralmente en la roca, sino el estar ahí y enfrentarnos a nuestros límites y, quizá, proponernos borrarlos de su lugar y colocarlos mucho más lejos.
Al otro día, acompañado por Bernardo, Eduardo
y Carlos, bajé por un cañoncito de 600 metros
de desnivel hasta la base de la pared. Al llegar, localizamos
a la cordada Fabio-Eleazar en el cuarto tramo de la luz sobre
la pared; algo similar a manchas muy pequeñas en una
monstruosa masa de roca. Por la tarde fijamos dos tramos de
la ruta por la que escalaríamos Bernardo y yo y volvimos
a ascender por la madrugada.
Continuamos por dos tramos sencillos con una dificultad máxima
de 5.8 y 5.9 hasta que nos topamos con un problema: una grieta
diagonal sobre una placa medio podrida que requería,
para alcanzarla, de una de dos opciones: escalar exteriormente
sin protección y caer, si se hacía, doce metros
hasta los filos; la segunda era una travesía en tensión.
Elegí la segunda.
Al alcanzar la grieta confirmé mis suposiciones: estaba
sucia de liquen aunque no demasiado comprometida, pero para
mi fatiga, un ascenso artificial A2 y algún pequeño
tramo "colado" A3, me simpatizó demasiado.
Por la noche había acabado el tramo y bajado hasta
donde estaba Bernardo, recogiendo mis anclajes intermedios
después de fijar el cable.
Al día siguiente continuamos por uno de los tramos
más hermosos que he escalado: al principio el granito
se hallaba muy podrido, pero pronto cambió a una grieta
muy pulida sobre una gran placa para continuar por un diedro.
En esos momentos el cielo se encontraba limpio y despejado;
junto, el sol brillante. Viendo ese espectáculo desde
las alturas, uno no podía estar menos que maravillado
ante el extraño deporte de las rocas, el sol y el cielo.
Supuse que Eleazar y Fabio estarían pensando algo similar,
aunque tal vez estarían enfrentándose con alguno
de los tramos A4 o A5 que tenía la ruta.
El siguiente tramo lo escaló Bernardo. En él
encontramos anillas abandonadas para rappel y quisimos imaginarnos
el por qué las tuvieron que usar. Ascendimos dos tramos
más y luego cayó la noche. Afortunadamente encontramos
una repisa muy grande que nos proporcionó dos cómodas
camas de granito. Ahí me puse a pensar otra vez en
que a veces es difícil creer que un hombre pueda desplazarse
por superficies inclinadas, verticales o extraplomadas sujetándose
y equilibrándose, con gracia y arte, de pequeñas
rugosidades y fisuras de las rocas. Al menos los escaladores
de hace algunos años no lo creían. Pero ahora
la escalada viene a ser una de las formas en las que el hombre
bate, una vez más, sus límites. Aprende a ascender
en lo vertical con gracia y talento únicamente con
los medios que le proporciona su cuerpo. ¡Y a pesar
de ello aún hay gente que considera a la escalada como
algo trivial e inútil, un juego arriesgado de ociosos
o algo altamente peligroso! Pero nadie puede saber lo que
hay dentro de una casa viendo tan sólo su fachada.
La escalada es una actividad que conjuga muchas capacidades
del hombre. Exige tener la fuerza y destreza de un gimnasta,
la resistencia de un maratonista, la gracia y equilibrio de
un bailarín y la habilidad de un mago. El escalador
también se ve sujeto a tensiones emocionales fuera
de lo común, pero aprende a superarlas. Se convierte
en un diseñador cuando es necesario superar problemas
técnicos y, tal vez lo más importante, aprende
a respetar la vida.
En reflexiones como ésta divaga la mente cada vez
que vemos a toda esa gente suspendida en las paredes, gozando
de la escalada, al igual que lo hacíamos nosotros en
el lugar donde nos encontrábamos.
Pensamos que al otro día saldríamos de la pared
por una larga grieta sobre la cara principal, pero cuando
llegamos a la base de la grieta, vimos que todo estaba podrido.
Podíamos arrancar lajas de un metro cuadrado con un
pequeño jalón. Intenté subir por varios
lugares y fracasé. Por último, comencé
a ascender por una pequeña grieta muy podrida y desigual;
en ella logré colocar anclajes tan precarios (uno de
ellos era un stopper en que funcionaba solamente un
cuarto de su superficie) que quise preguntarles cómo
era que resistían mi peso.
Se ha hablado mucho acerca de la escalada libre y artificial.
Las escaladas artificiales antiguas con barrenos y clavos
anchos se consideraban sin riesgo y sencillas en comparación
con la escalada libre. Sin embargo, las nuevas técnicas
y equipo usados en la escalada artificial rompen esa concepción:
verse sostenido en diminutos rurps, en inestables ganchos
(hooks), en delgados knifeblades o en cobre
martillado en orificios produce sensaciones no muy comunes.
Algunos observadores tachan esto de suicidio, pero muchos
otros lo calificamos como ética.
Después de cinco horas de intentar subir y no avanzar
nada —salvo hacia abajo— decidimos cambiar de ruta. Fuimos
hacia un canalón, por el cual logramos avanzar dos
largos de cuerda escalando y uno más caminando. Ya
estábamos cerca de la cumbre, pero la noche estaba
cerca de nosotros.
Al otro día, después de un incómodo
tramo, salimos de la pared. Nos llenó de alegría
y comentamos muchas cosas: la sensación de triunfo
no se siente exactamente al llegar a la cumbre, sino que se
halla tramo a tramo, movimiento tras movimiento, cada vez
que se sube el costal de gran pared, cada jumareada. Es más:
quizá el llegar a la cumbre lleva algo de tristeza.
Algo andaba mal, pues sólo Eduardo y Carlos nos recibieron
en la cumbre y se suponía que Eleazar y Fabio deberían
estar ahí también. Estaban todavía en
la pared. Se habían tardado dos días más
de lo previsto pues encontraron tramos A4 y A5. Estaba débiles
por falta de alimento y sólo un tramo a la cumbre,
justamente debajo de un techo de doce metros en el cual podían
avanzar en libre (5011) o artificial (A5). Tuvimos que sacarlos
con mucho disgusto de parte de todos pues debíamos
regresar a México ese mismo día y lo peor: ¡a
menos de un tramo de salir! A pesar de ello, la satisfacción
tan grande por todo lo realizado no se escapará del
recuerdo.
Pensamos que la mentalidad de los escaladores de Colorado
es muy especial. Han logrado escalar muchas veces grandes
paredes en menos de un día a pesar de su dificultad.
Tienen una vasta extensión que recorrer, aún
dentro de ese enorme cañón, pero lo más
importante de todo es que han colocado, con lo que han hecho,
un plano más al concepto de escalada.
Para cada uno de nosotros, el regreso a casa satisfechos,
pues nuestra pretensión de aprender nuevos estilos,
nuevas maneras de pensar, nuevas rocas, nuevas rutas, se realizó.
Escaladas realizadas del 23 de abril al 12 de mayo de 1982
por Fabio Flores, Eleazar Pérez, Bernardo Vázquez,
Gerardo Castelazo, Carlos González y Eduardo Mosqueda.