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Montañismo y Exploración
China para hipocondriacos
15 septiembre 2000

"Hubo un tiempo en que viajar en China era un privilegio de los monjes, quienes recorrían las aldeas realizando adivinaciones, exorcismos y encantamientos para atraer la lluvia. Los campesinos rara vez abandonaban la aldea en que habían nacido. Hoy China es como un hormiguero en el que un golpe de azadón ha provocado la desbandada, un precipitado ir y venir en todas direcciones, un frenético ajetreo de los que huyen, de los que buscan, de los que acarrean de un lado a otro sus escasas posesiones." (p. 187)







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José Ovejero. China para hipocondríacos. De Naning a Kunming. Ediciones B (Grandes Viajeros), Barcelona, 1998. 304 páginas. ISBN: 84-406-8928-4


Pero en la década de 1990, la situación había cambiado radicalmente. Este cambio de situación hizo posible que José Ovejero, un hipocondríaco declarado, viajase a China. Para hacer el viaje por regiones poco frecuentadas por occidentales, reside durante un mes en la universidad de Nanjing, donde tiene un choque interior con los restantes estudiantes extranjeros:

"No saben estar. Se creen más educados que los demás pueblos, pero en el restaurante piden montones de platos que apenas prueban sin darse cuenta del insulto, se ríen de su profesor de chino a carcajadas cuando éste escupe en el suelo. Un campesino etíope es más educado que ellos. Además, son incapaces de apreciar aquello que no se parezca a lo que ya conocen." (p. 42) y comienza a descubrir lo que le sería esencial durante el viaje en China: "...para un extranjero que casi desconoce el idioma, la paciencia es una virtud imprescindible para sobrevivir en esta jungla de signos no significantes: no tener prisa, y asumir esa máxima taoísta de que el camino es la meta." (p. 111)

Así, un mes después inicia el viaje por China, lejos de las rutas turísticas con todo planeado y organizado para los visitantes, en busca de la "auténtica China". A su lado va Renate, su pareja. "Viajar con alguien nos vuelve menos extranjeros, porque no acabamos de abandonar nuestros orígenes, viajamos con un macuto de recuerdos y experiencias compartidas. En este sentido, viajar acompañado es un error, si pretende uno sumergirse en lo diferente, lo incomprensible, lo ajeno." (p. 208) Y sin embargo, ella se fija en detalles a los que él no presta atención. La ventaja de viajar juntos.

Las provincias a las que acuden eran poco frecuentadas entonces, al grado de haber días en que ellos eran los únicos "blancos" que había en la región. Llama la atención el que el viaje no sea realmente difícil y que pueda hacerse por casi cualquier persona con decisión. Sin embargo, el verdadero viaje para el lector es una valiosa introducción a China vista por un viajero: se abarca a lo largo de las páginas la historia, geografía, política, costumbres sexuales, lenguaje y, por supuesto, el choque que la cultura china está teniendo frente a la cultura occidental. "El viajero dejará de tener la impresión de entrar en otro mundo: cuando los visitantes extranjeros predominan sobre la población autóctona, la vida en esos lugares se convierte en una representación en la que los monumentos hacen de decorados y las minorías de extras." (p. 265)

Geográficamente, el viaje termina en Kunming, casi sin gloria, en medio de edificios y automotores y miseria. "Esta visión ha echado un poco abajo la imagen que nos habíams ido formando de China." (p. 274) pero a fin de cuentas, "Un viaje no es como una novela en que la trama exige un desenlace, sino que se termina abruptamente, lo mismo que raramente muere uno con una frase en los labios que dé sentido a toda una vida..." (p. 290)

El libro mereció el Premio Grandes Viajeros 1998.



 



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