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Montañismo y Exploración
Ascenso al Cho Oyu
15 noviembre 2000

En la mañana del siguiente día tuvimos una vista espectacular, las montañas adyacentes al Cho Oyu quedaban poco a poco debajo y la cumbre más cercana. También vimos el camino hacia el campamento tres, una inclinada pendiente expuesta al peligro de avalanchas. Desde aquí confirmamos nuestras sospechas: cerca del campamento se habían producido dos avalanchas y el lugar no era cien por ciento seguro.







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Campamento dos

Del C1 subimos por una arista hasta una pared de hielo de aproximadamente 100 metros de altura la que subimos con la ayuda del ascensor y el piolet y nos condujo a la base del glaciar colgante a 6,750 metros. Este glaciar empieza con una pendiente muy suave que parecen dos canchas de futbol juntas, para luego levantarse abruptamente entre grietas y paredes de hielo hasta terminar donde se establece el campamento dos. Bajamos a dormir nuevamente al campo uno, satisfechos por lo que habíamos hecho y al día siguiente nos dirigimos al campo dos. Rápidamente llegamos encima de la pared de hielo y cruzamos el glaciar con la ayuda de las cuerdas hasta llegar a una pendiente que nos llevó al campamento dos a 7,200 metros.

Fue un trayecto largo, difícil y cansado. Era la primera vez que escalábamos a esa altura y habíamos empleado siete horas en llegar. Badía no podía asimilar los alimentos por la altura a la que nos encontrábamos y volvía el estómago. Dormir significó todo un reto pues el cansancio nos vencía pero no tardábamos ni 15 minutos en despertar por la falta de oxígeno.

En la mañana del siguiente día tuvimos una vista espectacular, las montañas adyacentes al Cho Oyu quedaban poco a poco debajo y la cumbre más cercana. También vimos el camino hacia el campamento tres, una inclinada pendiente expuesta al peligro de avalanchas. Desde aquí confirmamos nuestras sospechas: cerca del campamento se habían producido dos avalanchas y el lugar no era cien por ciento seguro.

Ésta fue nuestra última noche en la altura antes de intentar la cumbre, la aclimatación había terminado. Regresamos al CBA en sólo ocho horas. Hasta entonces el clima había sido relativamente bueno; aunque nevaba todos los días no hacía mucho viento ni frío, y podíamos trabajar más o menos cómodamente.

Planes

Descansamos en el CBA tres días, aprovechándolo en comer bien, dormir y relajarnos. Tom nos explicó el plan para subir y bajar de la cumbre. El 21 de septiembre subiríamos al campo uno, donde pasaríamos la noche para luego subir al campo dos. Al siguiente día subiríamos al campo tres sin bolsas de dormir pues saldríamos a las 2 de la mañana del día 24 hacia la cima. Regresaríamos a dormir al campo dos, y al siguiente día bajaríamos hasta el CBA. También nos comentó que como medida de seguridad sólo dispondríamos de ocho horas para alcanzar la cumbre desde el último campamento. De no alcanzarla en ese tiempo, tendríamos que regresar, además se había comunicado por teléfono satelital con el servicio meteorológico de Austria, que pronosticaba cuatro días de buen tiempo a partir del 21.

Así que partimos el 21 hacia la cumbre, pero antes hicimos llamadas telefónicas a dos estaciones de radio como parte del compromiso con nuestros patrocinadores y a nuestros familiares informándoles que estábamos listos para intentar la cumbre.

Hacia arriba

Michael, Mary Pierre y Loui habían decidido adelantarse un día. En el camino al campo uno nos encontramos a Loui: venía de regreso y nos comentó que no se encontraba bien de salud. Renunciaba así a cualquier intento de cumbre. Mary Pierre y Michael también tuvieron que abandonar el intento en los campamentos superiores, aunque no por los mismos motivos. Nuestro avance hacia los campamentos superiores fue rápido, sentíamos los beneficios de la aclimatación y el descanso. Sin proponérnoslo restamos varias horas a los trayectos entre campamentos. Cuando llegamos al campo dos, nos percatamos que el camino hacia el campo tres, había sido barrido por una avalancha: deberíamos pasar por ese lugar lo más rápido posible.

Al campo tres a 7,500 msnm arribamos a las cinco de la tarde del día 23 de septiembre. Hacía mucho viento y frío y de inmediato nos metimos a nuestra tienda a esperar la hora de salida hacia la cumbre. Mientras, preparamos comida y derretimos nieve para preparar bebidas e hidratarnos, lo que es muy importante a estas alturas, en la espera y para llevar en el camino a la cumbre.

Cuando se está por períodos largos en alturas extremas, el cuerpo genera más glóbulos rojos para captar más oxígeno, pues a la altura del campamento tres la cantidad de oxigeno disponible es de un 35% en comparación al 100 % a nivel del mar. Esto hace que la sangre se vuelva más viscosa y no llegue con normalidad a los capilares de manos y pies, además de que se pueden formar coágulos. Así, si uno no bebe continuamente, está expuesto a posibles edemas cerebrales y congelaciones. Es por esta razón que se beben entre 4 y 6 de litros de agua diario.

La espera en este campamento fue realmente difícil, las condiciones climatológicas cambiaron. La velocidad del viento se incrementó al grado que pensamos que volaríamos con la tienda. La temperatura también bajo y cuando salimos hacia la cumbre en la madrugada, era de -25 grados centígrados, con una la velocidad del viento de 60 km por hora.

La decisión

Al principio subimos con la luz de nuestras lámparas frontales aunque el frío era tan intenso que las baterías no duraron más de 10 minutos por cambio. Esta primera parte consistió en superar resaltes rocosos por medio de cuerdas fijas hasta llegar a un pequeño collado a 8,000 metros. Aquí empezó amanecer y tomamos la decisión que creemos fue la diferencia entre alcanzar o no la cumbre: nos sentíamos fuertes y podíamos ascender más rápido que Hamas y que nuestro líder y podríamos alcanzar a los sherpas más adelante. Tom estuvo de acuerdo y nos adelantamos.

Después nos enteramos que de este punto se regresaron junto con el sherpa Pemba por problemas de congelamiento en una mano y un pie de Hamas. Seguimos caminado por una empinada rampa de hielo que nos llevó hasta la antecumbre a 8,100 metros, donde nos tocaron los primeros rayos del sol. Desde aquí vimos como habíamos superado todas las cumbres norte alrededor del Cho Oyu. Sabíamos que la cumbre era amplia, con una ligera inclinación y para saber que se llega a lo más alto, se debe ver hacia el sureste, al macizo del Everest.

Minutos más tarde alcanzamos a los sherpas Phenden y Nima, Badía les preguntó cuánto tiempo faltaba para llegar y nos comentaron que dos horas, lo que nos desanimó. No utilizábamos oxígeno adicional y estábamos cansados y sentíamos mucho frío. Vimos el reloj; marcaba las 10:20. Habíamos rebasado el tiempo límite para llegar a la cumbre, pero nos sentíamos tan cerca que decidimos alargarlo hasta las 11:00.

La cima

La velocidad del viento aumentó aproximada-mente a 90 km/hora y la temperatura bajó aun más, hasta los -35 grados centígrados. Conscientes de que las condiciones del tiempo se deterioraban rápidamente, supimos que sería nuestra única oportunidad y apresuramos el ritmo a ocho pasos por un descanso, al frente iba Nima, luego yo, Badia y por último Phenden. La pendiente se hacía más suave y levanté la vista. Vi parado a Nima y, detrás de él, el macizo del Everest: en primer plano el Everest (8,850 metros), al fondo el Lohtsé (8,500 metros) y a la derecha el Nuptsé (7,900 metros).

Habíamos llegado a la cima del Cho Oyu. Estábamos a 8,201 metros por encima del niovel del mar. Era el 24 de septiembre. Las 11:00 hrs.

Badía y yo nos abrazamos, no hubo necesidad de palabras, el sentimiento nos ganó y derramamos algunas lágrimas. Habíamos conquistado en pareja, como matrimonio, la cumbre de la sexta montaña más alta del mundo y a nosotros mismos, pero más que eso, respondimos a la confianza de toda la gente que nos apoyó.

Tomamos fotos con la bandera de México, de nuestros patrocinadores, familiares y por supuesto con nuestros sherpas: Nima y Phenden.

No duramos más de ocho minutos en la cumbre, los sherpas nos apresuraban para bajar. La falta de oxígeno a esta altura y el frío nos debilitaba cada vez más. La prueba de esto fue que, al girarse para iniciar el descenso, Badía perdió el equilibrio dos veces y cayó en la nieve. Así que decidimos bajar despacio pero sin detenernos y en el mismo orden en que habíamos subido.

La bajada

Llegamos nuevamente a las cuerdas fijas y bajamos de rapel, asegurándonos de no cometer ningún error. Durante el descenso se origina una falta de atención en lo que se hace y piensa porque se está cansado. Por ello, la mayoría de los accidentes se producen en el descenso.

Después del último rappel, faltaban cien metros para el campo tres, pero la nieve estaba muy floja y nos hundíamos hasta la mitad de los muslos. Hubo momentos en los que tuvimos que ayudarnos a bajar sentados, pues el cansancio en las piernas era tal que no podíamos sostenernos. Nos costó mucho esfuerzo avanzar pero llegamos al campamento a las 16 horas.

Phenden Â?que se había adelantado Â? nos recibió con té caliente y algo de sopa, pero sinceramente sólo queríamos dormir. Estábamos exhaustos, habíamos escalado durante 14 horas a más de 8,000 metros y aunque sabíamos que el plan era bajar al campo dos, decidimos quedarnos aquí a pasar la noche, aunque no tuviéramos bolsas de dormir y sólo muy poca comida. En un acto de humanidad y de ejemplo para muchos de nosotros, Phenden nos prestó su bolsa de dormir para que en la medida de lo posible Badía y yo pudiéramos tener un poco de calor en la noche.

Mal tiempo

El clima seguía empeorando. La velocidad del viento aumentaba continuamente y luego nos enteraríamos por otros escaladores que la tienda del campamento tres fue arrancada por el viento a las pocas horas de haberla dejado. Al siguiente día bajamos junto con Tom y Phenden sólo al campo dos. No sentíamos suficiente fuerza para ir hasta el C1. Hamas había podido bajar hasta allá en compañía de Nima Sherpa.

La noche en el campamento dos fue difícil. El viento seguía soplando con mucha fuerza, arrastrando una gran cantidad de nieve y prácticamente sepultó la tienda donde nos encontrábamos. Además nos enfrentamos a uno de los problemas más difíciles de grandes alturas: las congelaciones. Badía presentaba congelaciones en cuatro de los dedos de la mano izquierda en las yemas y uñas, yo en todos los dedos del pie izquierdo y en tres del pie derecho. Sabíamos que de no hacer algo en ese momento, podrían complicarse hasta llegar a la amputación. Así que nos dimos masajes en las partes afectadas y yo puse mis pies en contacto directo con la piel a la altura del estómago de Badía durante toda la noche. Esto nos evitó mayores complicaciones más adelante.

De regreso

Al siguiente día, aunque no podíamos maniobrar bien por las congelaciones que presentábamos, bajamos con mucha precaución al campo uno por las cuerdas fijas y de ahí al CBA, en un solo día. Los demás miembros de la expedición nos recibieron con gran entusiasmo, nos felicitaron sinceramente, ya que habíamos sido los únicos Â?junto con Pheden y Nima Â? en alcanzar la cumbre. Mary Pierre ya había salido de regreso Katmandu, Loui, Hamas y Michael harían lo mismo al siguiente día. Sólo nos quedamos Tom, Badía, yo y los sherpas.

Descansamos dos días para recuperarnos y dar tiempo para que mis pies se desinflamaran. El día 29 de septiembre salimos muy temprano hacia el campamento base chino. El trayecto fue verdaderamente doloroso para mí pues los pies se habían inflamado más. Cada paso constituía un verdadero esfuerzo pero estábamos decididos a llegar lo antes posible a Kathmandú para tratarnos las congelaciones.

Después de nueve horas de caminata continua llegamos al campamento, donde pasamos la noche. Al día siguiente tomamos una camioneta que nos llevó hasta Sagnum. Aunque ya habían reparado la carretera pero tuvimos que cruzar la frontera con Nepal caminando y tomar un taxi para Kathmandú adonde llegamos a las 20:00 horas. Recibimos atención médica para las congelaciones y ocho días después estábamos otra vez con nuestras familias en México.

¿Qué sigue?

En la actualidad Badía se ha recuperado en 95% de sus congelaciones y se ha reincorporado a sus actividades y Mauricio se encuentra en franca recuperación y si bien hemos logrado alcanzar la cima del Cho Oyu fue gracias a nuestros amigos y familiares y al gran apoyo que nos prestaron la Asociación de Montañismo y Exploración de la Universidad Nacional Autónoma de México, Mastercard, Choco-Milk, Seiko, Enerplex y Playeras Bechelany. A todos les estamos agradecidos pero ahora estamos pensando en nuestro próximo reto como matrimonio: escalar el techo del mundo: Everest.


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