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Montañismo y Exploración
Vivir la montaña, un paréntesis en mi vida
11 mayo 1999

Vivian y Elsa emprenden el camino a casa







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Campamento base, a 5,100 msnm. Monte Everest, 10 de mayo.- “Dejar el campamento base del Everest me está costando mucho más trabajo de lo que había pensado”. Elsa Carsolio está a unas horas de abandonar la montaña y con la misma excitación que causa saber que se está en camino a la cumbre; el adiós, la despedida obligada tras conseguir la ansiada meta, no deja de ser un suceso triste.

De pronto, escribe vía Internet, al saber que vamos a partir hay muchas cosas que adquieren una perspectiva distinta. “Si bien eran situaciones difíciles y dignas de algunas cuantas quejas, ahora parecen menos importantes (como baños decentes o una lavadora).

“Sí… Aquí, como el agua lo traen los sherpas de bastante lejos, sólo se lava la ropa cuando es totalmente indispensable usando una palangana y tan poco agua como sea posible y no importa tanto quitarle la tierra o lo sucio, ¡sino que apeste lo menos posible!”.

La falta de diversiones es otro inconveniente en la montaña, sin descontar la carencia de un suelo plano donde uno no corre el riesgo de morir desnucado al resbalarse sobre las rocas que se deslizan sobre el hielo (¡o al menos morir de vergüenza cuando todo mundo te ve caer!), lo limitado de la comida, y por supuesto, el frío. “Todo esto parece desvanecerse, y ocupa un segundo lugar, muy, muy lejano al dejar las hermosas montañas; los cielos estrellados, la inmensa paz del lugar, los pájaros que cada vez se han vuelto más atrevidos hasta comer las galletas que les doy incluso junto a mi silla al momento en que escribo… ¡Bueno, con decir que en este momento hasta las rocas, el hielo y la nieve que están cayendo se hacen acogedores!

De acuerdo con el reporte meteorológico, la de este lunes es la nevada más intensa que se ha abatido sobre las faldas de la montaña en más de un mes “y es hermoso ver cómo empiezan (a) caer los copos de nieve y se esconden entre las rocas hasta dejarlo todo en blanco.

“Cómo pasar por alto la trágica necesidad de salir de la tienda cuando está nevando y se recuerda que los páneles solares ya no están cargando las baterías por falta de sol. Mientras uno se pregunta qué tan a prueba de agua con sus cables y conexiones, es inevitable que al regreso, por más que trate de sacudirse la nieve dentro de la chamarra y las 20 capas de ropa sobre el cuello y la espalda, que uno había logrado mantener calientito a cambio de parecer un astronauta o un oso pequeño…

“¡Después de todo, tal vez no sea tan mala idea volver a la civilización!”

Elsa, pues, inicia el camino de regreso, pero reconoce lo difícil que es dejar a los muchos amigos que se hacen. “Este tipo de ambiente te une muchísimo a la gente; es como si de alguna manera fuera mucho más fácil ver a las personas sin las habituales máscaras que tenemos que utilizar en sociedad… y se descubren cosas maravillosas detrás de esas máscaras.

“Las amistades que son forjadas con el extremo calor y frío que hay aquí son lazos sumamente fuertes; algunos nos marcan de manera tan profunda que me atrevo a decir que durarán toda la vida… incluso, si no volvemos a ver a esa gente.

“Su marca y contribución están ya integrados como parte de nosotros. ¿Cómo agradecer eso? Así como los amigos que están en México, que auqnue lejos, están aquí también. Amistades que se resisten a la distancia y el tiempo y que son tan valiosas, que son capaces de seguir nutriendo y enseñando desde el otro lado del mundo.

“Vivir en la montaña, resume la señora Ávila Carsolio, ha sido como un paréntesis en la vida normal. La simplicidad de las cosas aquí arriba nos presentan una gran oportunidad de un retiro personal de autoconocimiento donde uno tiene la posibilidad de verlo todo en cámara lenta y en concentrado e intensivo: los sentimientos, actitudes, miedos, la manera de interactuar con la gente: las cosas malas que hay que cambiar y las buenas que hay que reconocer y mejorar.

“Ahora el paisaje está muy distinto de cuando llegamos y al mismo tiempo permanece igual. Todo cambia y, nosotros, importantes y a la vez insignificantes impermanencias en esta tierra lejana cambiamos a otro escenario… Sin embargo, cada vez que pienso en la inminente salida el día de mañana, se me llenan los ojos de lágrimas.

“Y al mismo tiempo me hace mucha ilusión volver a ver árboles y florez, caminar a la orilla de un río; comer fruta fresca. Llegar a un lugar con una regadera decente… en fin, ¡ah, lo maravilloso de la vida!”

Elsa, agrega como colofón, “es una persona que me ha enseñado muchísimo, por su gran fuerza, enteresa, entrega y ecuanimidad.

“Estamos listas para partir (junto a Vivian); el sol comienza a brillar sobre la nieve que cayó durante toda la noche y parece que hay infinidad de diamantes esparcidos por todos lados… Es una buena despedida y sólo resta agradecer a Dios, a las montañas, a los seres de este lugar, a la vida, a la familia, a los amigos y enemigos, que son grandes maestros, y a la gente que hizo esto posible. Todo me ha dado una riqueza incalculable. Así que mil e infinitas gracias”.


Excélsior

Mayo 11 de 1999



 



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