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Montañismo y Exploración
Un viaje por río
10 enero 1999

El rafting se ha puesto de moda en los últimos años. ¿Qué es? ¿En qué consiste? Por supuesto, es más que sólo pagar a una compañía y dejarse llevar por la corriente en busca de emociones que no se obtienen en la ciudad.







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Encima de olas que se deslizan veloces río abajo, la balsa galopa sobre crestas de agua emblanquecida de tanto chocar entre sí. Una balsa inflable, embarcación de material especial a prueba de casi todo, es la que soporta a aquellos que han decidido hacer un descenso de un río más que inquieto. Todo comienza cuando los guías inflan las balsas, se pone uno el chaleco y el casco, toma el remo, escucha con atención las instrucciones que dan los guías y se sube. Así de sencillo. De repente viene la voz primera: "Vámonos". Es el principio y, ni dudarlo, uno siente miedo: es el preludio de esa acción que lo mete a uno en algo que nunca ha hecho con anterioridad. Las risas, los nervios, las bromas, las primeras paladas para acostumbrarse a las órdenes de los guías, al movimiento de la balsa, al equilibrio del cuerpo en esa agua en movimiento. Las aguas tranquilas se convierten de repente en algo más fuerte, con vida: la balsa se estremece y parece que chocaremos con esa roca, con la de allá o con aquella. Uno rema según lo ordena el guía. El conoce su trabajo y es especialista en esta actividad. "Adelante"... "Atrás"... "Alto"... Y la balsa se mete como entre un laberinto de rocas y agua blanca, brinca, se estremece y al final uno descubre que después de ese primer rápido ha sobrevivido. Entonces la sonrisa se hace más relajada y comienza a disfrutarse la actividad. "No está tan mal, después de todo". Rápidos y más rápidos. En poco tiempo uno descubre que el equilibrio es esencial, que todo puede hacerse con ese deleite de concentrar toda nuestra atención en hacer las cosas bien. Nos han dicho que todo es sencillo, que hasta los niños bajan y lo hacen con seguridad. Es cierto: uno ve en otras balsas y de repente descubre que hay un niño, dos. Quizá más. Y todos disfrutan. ¿Inconsciencia? No: carecen de los miedos que nosotros, como adultos, tenemos. ¿Dónde estamos? En el estado de Veracruz. En el río Filobobos, con su zona arqueológica descubierta hace pocos años y deslavada en noviembre de 1995 por una gran crecida que se llevó la mitad de una pirámide, con su enorme y preciosa cascada El Encanto, adonde no se llega si no es a bordo de una balsa. O puede ser el río Actopan, de aguas tan profundamente cristalinas que en el inicio mismo del recorrido el agua se torna azul, azul profundo pero transparente. Un azul mezclado de blanco por el movimiento. También puede ser el río Pescados y sus rápidos con caídas donde hemos de pasar. O el Antigua y entonces nuestro recorrido terminará en un balneario de aguas termales. Una cosa es cierta: estamos en Veracruz, eso es lo importante. Rodeados de esos gigantes verdes que se tornan selva, donde el sol tropical nos broncea la piel en un par de horas y donde al cabo de unas cuantas horas de emoción continua, habremos cambiado nuestra perspectiva respecto de nosotros mismos y de la naturaleza que nos rodea: el descenso de ríos es, también, ecoturismo. Entre el turismo alternativo, el descenso de ríos se ha desarrollado mucho en la última década, sobre todo en el estado de Veracruz, donde siempre hay algún río por navegar. El objetivo: bajar por todo el río hasta un punto específico, gozar del paisaje, del sol, de las zonas arqueológicas (cuando existen), tomar fotografías, descubrir un mundo que no es accesible de otra manera. Todo un mundo. Descubrir. Ese es el secreto. Cada nuevo rápido es un descubrimiento, como alcanzar la cima de una montaña. Lo más importante de todo es que el descubrimiento radica en uno mismo, pero adentrado en lugares que jamás soñó alcanzar. Descubrir un rincón de la naturaleza con las propias capacidades. Ese es el reto. Como toda actividad de turismo de aventura, es necesario realizar los descensos con personas capacitadas que nos hagan disfrutar cada momento y cada rápido. Si hemos de cabalgar en las crestas de las olas de un río, hagámoslo con personas que nos enseñan a hacerlo bien.

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