Las escuelas de montañismo tienen una función muy importante: formar a los deportistas para que alcancen los objetivos que cada persona puede y quiere alcanzar pero inculcando al mismo tiempo la investigación de todo lo que esté relacionado con el montañismo. Debe inculcar la curiosidad en base a un solo principio: que cada individuo aprenda con rapidez y seguridad lo que de manera aislada le costaría muchos años de experiencias personales.
El montañista actual debe dejar de ser empírico y aprender de otras fuentes más que las experiencias personales exclusivamente. Este rasgo hace que el deporte crezca de una simiente fuerte que está basada en la experiencia de cientos de personas y que está plasmada en cientos de libros, miles de artículos y años de experiencias ajenas que pueden ser muy útiles. Este cambio es primordial y hace una diferencia cualitativa.
La información que se tiene ahora es enorme y es difícil elegir qué leer o qué ver, aunque uno leerá lo que tiene a la mano y por desgracia muchos excelentes libros están restringidos a pocos países o los clásicos de las exploraciones de principios del siglo XX escasean tanto que es prácticamente imposible encontrarlos. Sin embargo, alguna vez se encuentra una de esas joyas y se lee con avidez. Y se aprende.
Pero la información por sí misma no basta para aprender si no hay una discusión en torno al tema, si no hay análisis, si no hay una crítica continua. Esto puede hacerse sólo en grupo y las escuelas de montañismo tienen también ese reto: promover los grupos de discusión en torno a la historia, la filosofía, la ética, el equipo y la técnica actuales. Debe promover que los montañistas sean críticos y no sólo meros receptores que se puedan transformar posteriormente en transmisores de esas ideas que no han sido del todo asimiladas.
La formación de nuevas escuelas debe tender a la formación de montañistas que sean capaces de pensar y vivir libremente en la montaña, que realicen cada excursión con plena seguridad y con el panorama del deporte abierto ante sus ojos. Este es el reto que se ha impuesto Helmut Wintzer al dar pasos para la formación de la primera escuela de montañismo de Guatemala. Por el momento, el primer paso fue un seminario de técnicas básicas y avanzadas para los guías de turismo de aventura, de aficionados con cierta experiencia y de estudiantes de ecoturismo al que fui invitado a participar como ponente. Ese encuentro me hizo ver si se pone empeño, el objetivo que uno se trace se alcanzará finalmente. Pero me hizo ver más allá de las fronteras: en el montañismo no hay nacionalidades.
Es un paso que parece no tener mucha importancia, pero si se habla de educar a la gente al estilo del montañismo, entonces se verá la magna tarea que se trata de emprender. Por eso, desde este espacio cibernético que también leen varios compañeros en Guatemala, apoyamos este tipo de empresa. Es por eso que incluimos el relato de Helmut Wintzer del ascenso que realizamos al volcán Acatenango, en Guatemala, como parte de ese seminario de capacitación.
Aplaudimos también que haya personas que piensen que el montañismo no puede seguir siendo empírico después de 507 años de existencia.
En este número abordamos un tema específico: la supervivencia. Ya la cita de Tristán Jones es una muestra. El artículo Aspectos psicológicos de la supervivencia está complementado con la lectura de un cuento de Jack London: Amor a la vida. La versión en español de la cual tomamos el presente cuento está muy cambiada y suprime partes que son, a nuestro parecer, importantes. Desgraciadamente, no pudimos obtener una versión original, así que recomendamos el cuento original, que puede encontrarse en una colección cualquiera de cuentos de Jack London donde aparezca con este título y no con otro más.
Es importante señalar que el cuento (original o este alterado) puede leerse de manera fluida y es excelente, y sería recomendable leerlo primero y después el artículo sobre los aspectos psicológicos y, si se tienen deseos todavía, releer el cuento para observar las aplicaciones que menciona el artículo.